Olvidándome del lobo

1

La actualidad...


 


 


 

Comencé a vivir sola cuando tenía trece años, mis padres me habían mandado a un internado fuera por todos estos años, mi vida en ese lugar no fue del todo... buena. Conocí a muchos chicos, me gustaron, hice cosas, me arrepentí; pero luego conocí a un chico, oscuro y seductor, me llamó de inmediato la atención, sin embargo sabía que me ocultaba algo y lo dejé.


 

Volví a mi país, llegué a Lewiston en busca de un lugar en donde quedarme, contacté con amigas y termine viviendo con Carolina Lane... y lo más importante es que conocí a un chico. Especial y oscuro, también. Se miraba que tenía secretos. Fue como amor a primera vista, me sentía bien con él, completa y sana. Creía que había oportunidad para mi.


 

—¿A donde se dirige? —me pregunta la chica que está en la taquilla.


 

Viajaría en avión, pero no tengo tanto dinero, así que viajaré en autobús. Lejos de este pueblo.


 

—A Janesville —le dije, entregándole el dinero.


 

En fin, ¿en que iba? Ah si, en el chico que conocí; resulta que todo en mi miserable vida me sale mal así que él terminó conmigo. Me dejó. Pero esta ves fue mi culpa, olvidarlo resultara un tanto difícil pero tengo que hacerlo. Solo espero que sea lo mejor.


 

—Aquí tiene —la chica me entrega el boleto, lo tomo—. La ruta que saldrá ahorita a Janesville será la 34, puede ir abordando porque saldrá en unos minutos. Llegara a Janesville para el amanecer.


 

Le sonreí en forma de agradecimiento, acomódando mi mochila en mi hombro. Eran pasados las 8 de la noche así que dormiría en todo el viaje. Cogi mi maleta y caminé hacia donde se encontraban los buses. La terminal estaba llena, habían muchas personas haciendo filas y comprado boletos para abordar. Era enero, faltaban unos meses para la graduación, tendría que hacer algo para que me aceptaran en el colegio, y si no... pues tocará repetir.


 

Busque la ruta 34 con la mirada, entre tantos buses, y la encuentro al final. Hay algunas personas abordando. Me apresuro a llegar.


 

—Buenas noches —me saluda un señor de mas o menos cincuenta años, sonriéndome.


 

—Hola —devuelvo el saludo, entregándole el boleto.


 

Él lo toma y se agacha para coger mi maleta más grande.


 

—Adelante, aún hay asientos disponibles —me dice—. Montare esto —y se va con la maleta. Antes de poner un pie en el escalón me giro atrás. No hay nadie de quien despedirme, nadie vino a verme marchar. Solo puedo decir que pasé momentos muy bonitos aquí. Memorables.


 

Suspire profundo y me subí, sentándome en un asiento del fondo, a la orilla de la ventana. Hacia demasiado frío, pero así era Lewiston, lleno de niebla, de bosques y friolento.


 

El autobús hizo sonar su claxon unas cuantas veces haciendo un último llamado a la gente, para después hacer rugir el motor. Por mi ventana noté gotas de lluvia, supuse que llovería. Me abrigue a mi misma, diciéndome que tendría que encontrar un trabajo y una casa. El dinero que tengo no es suficiente.


 

Mi vida es miserable.


 

La lluvia se hizo más fuerte, notando que en el cielo se hacían visibles relámpagos para después escuchar los truenos. Será un largo y frío viaje. El autobús empezó a retroceder, cerrando su puerta.


 

Adiós, Lewiston.


 

Adiós, Connor.


 


 

***


 


 

Una bocina hizo que abriera los ojos de inmediato, soñolienta. El autobús se había detenido, ya era de día. Bostecé, frotándome los ojos. Las demás personas se empezaron a levantar y salir. Hice lo mismo. Busque mi maleta, al encontrarla busque con la mirada un taxi, pero luego pensé en que no sabía a donde ir. Pero sin embargo pare uno.


 

—Hola, —le dije al chofer antes de subirme—. ¿Sabe donde puedo encontrar un hotel cerca? ¿O apartamentos?


 

El hombre lo pensó.


 

—Hay apartamentos en el centro del pueblo, si gusta puedo llevarla a esos. Están cerca de una preparatoria.


 

Eso llamó más mi atención.


 

—Está bien, entonces lléveme allí. —abrí la puerta trasera, adentrándome con mis cosas y cerrando después. El chofer manejó por las calles de Janesville, es un pueblo como Lewiston, con bosques y con un poco de frío. No tardamos más de diez minutos en llegar al edificio. Era más o menos grande.


 

—Gracias —le dije al chofer, pagándole y bajándome. No me lo pensé dos veces, avance hacia adentro, llegando al living. Noté más adelante a un señor en un escritorio. Me acerqué a él.


 

—Hola, ¿tendrá un departamento disponible? —le pregunté.


 

Él me examino.


 

—Si, tenemos uno, está en el último piso. La mensualidad es de 200 dólares.


 

Abrí los ojos del asombro, 200 dólares era mucho. Mordí mi labio inferior dudosa, pensando en que solo tenía 500 dólares en bolsa. Si pagaba un mes tendría que ahorrar los otros y conociéndome sé que ahorrar no es lo mío. Saqué mi cartera y le entregué, tristemente, 400.


 

—Pagaré dos meses adelantados —anuncie. Al hombre parecieron brillarle los ojos.


 

—Está bien —respondió, acariciando el dinero, luego abrió un cajón y de allí sacó una llave—. Aquí tienes, es el número 34.


 

Al parecer el 34 será mi numero ahora.


 

—Gracias —le dije, tomándola.


 

—Solamente tomare algunos de sus datos —me dijo, sacando una libreta y un lápiz—. Dime tu nombre jovencita.


 

Quería un nuevo comienzo, quería que nadie supiera de mi, quería que olvidaran a Kenzie Coleman, esa chica odiosa y traviesa que tiene un pasado horrible. No quería seguir siendo Kenzie, y lo mejor es que esta era mi oportunidad de comenzar de nuevo.




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