Olvidándome del lobo

2

KENZIE


 


 


 


 


 

El departamento era grande, tenía una habitación bastante cómoda, una sala, dos sillones, había un televisor también; en la cocina todo estaba bien, era un poco pequeña pero nada de que preocuparse, sobreviviría con esto. En la nevera no había nada, obvio, dado que este departamento llevaría semanas o incluso meses vacío.


 

Dejé mis cosas en la habitación, dejándome caer en la cama. Pensaba salir hace un rato pero luego me arrepenti, quería dejar todo ordenado primero para después salir en busca de trabajo. Bostecé, chasqueando al final. A veces se me venía Connor a mis pensamientos, su sonrisa, su actitud despreocupada y varonil. Sus ojos, oscuros y penetrantes.


 

Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos dolorosos y me apresuré a sacar mi ropa, acomodándola en mi nuevo ropero. Ordene un poco la habitación, sacudí algunos muebles, y así pasé casi la mitad del día, arreglando, hasta que me dieron ganas de darme una ducha. Dejé que el agua recorriera mi cuerpo, deleitándome con el líquido helado que salía. Si, me gustaba lo helado, amaba los climas fríos y nevosos.


 

Después de media hora salí del baño, me dirigí al ropero y me decidí por un pantalón azul, talla alta, una camisa corta en blanca y unos zapatos deportivos en negros. Peiné mi cabello dejándolo suelto. No le eche nada de maquillaje dado que las personas me decían que no tenía necesidad de aplicarme nada. Mis pestañas eran largas, tenían pecas en mis mejillas y nariz. Mi boca tenía su tono rosadito. En fin, busque mi cartera de mano y salí del depa.


 

Cuando iba en el pasillo mi teléfono empezó a sonar.


 

—¿Hola? —respondí sin mirar quien era.


 

—Kenzie, por fin te encuentro —era Carolina—. ¿Donde has estado? Te fuiste sin despedirte ni nada —reprochó.


 

—Lo siento, Caro, fue demasiado rápido solo se me ocurrió dejarte una nota y ya —respondí, apretando el botón del ascensor. Las puertas se abrieron así que me adentré.


 

—¿Y donde estas? —me preguntó.


 

—Vine a Los Ángeles —mentí, no quería que nadie supiera en donde estaba.


 

Escuché que suspiró. Las puertas del ascensor se cerraron.


 

—Que extraño —murmuró.


 

—¿Porqué lo dices? —quise saber, rascándome una ceja. Tendría que buscar un trabajo, aunque la verdad no sabía hacer casi nada pero de algo tenía que sobrevivir.


 

—Porque... —dudó—... Connor me dijo que también iría para allá —silencio— ¿estás segura de que no sabías que él estaba allá y por eso fuiste?


 

Obvio no sabía, es decir, además yo estaba en Janesville, lejos de Los Ángeles así que... Que bueno que no fui, es decir, claro que me moría de ganas de verlo pero es obvio que él no me quiere ver a mi así que yo respeto su decisión.


 

—Óbvio no —respondi—. Es más, no estoy en Los Angeles, te mentí, pero no dire en donde estoy realmente —musité.


 

Las puertas del elevador se abrieron llegando al living.


 

—Bueno, tú sabrás lo que haces. No te pierdas, Kenzie, sabes que somos amigas y puedes contar conmigo siempre. Y con Anne también.


 

Sabía que lo decía para ver qué opinaba yo, pero no le respondí, corte la llamada de inmediato, eso la hará enojar como siempre pero por ahora no me importaba. Estaba en esa etapa en que nada me interesaba ya, si un tren venía y me pasaba encima sería mucho mejor.


 

A veces pienso que odio mi vida.


 

—Que le vaya bien, señorita Jade —escuché que me dijo Carl— A dondequiera que vaya.


 

Le sonreí.


 

—Gracias, Carl, nos vemos más tarde.


 

Salí a las calles de Janesville, habían unos edificios pequeños a los alrededores, seguido de casas normales, como un pueblo sencillo y aburrido. Observe a todos lados, esperando encontrar algún bar o restaurante en que necesiten una mesera. Pero no había nada. Seguí caminando hasta que encontré uno a lo lejos.


 

Decía Wolf's Night Club.


 

Era un bar para hombre, pero tendría que ver si necesitaban a una mesera.


 

—Hola, Kenzie.


 

Di un pequeño salto en mi lugar, llevándome una mano al pecho del susto, mirando asombrada a la persona que estaba a la par mía. Era Clark.


 

¿Como me encontró y como apareció tan rápido sin que lo notara?


 

—¿Que te pasa, idiota? No me vuelvas a asustar así. —renegué, acomodándome el cabello.


 

Clark sonrió de lado, divertido. Llevaba una gorra y una gafas oscuras, seguido de su chaqueta negra que nunca se despegaba.


 

—Lo siento, —elevó sus manos en forma de paz—. ¿Como te ha tratado la vida? —metió su mano en el bolsillo de la chaqueta y de ella sacó dos cigarrillos, me tendió uno— ¿quieres?


 

—No quiero nada de ti —espete, siguiendo mi camino—. No olvido todo lo que les hiciste a mis amigas.


 

Sabía de todo lo que les había hecho, bueno, en realidad sentí como que faltaba más de la historia pero no quise preguntar, siendo Clark ya nada me sorprende.


 

—Hasta donde yo sé odias a Anne —se posicionó a la par mía.


 

—No la odio —lo miré, deteniéndome—. Estoy enojada con ella que es diferente.


 

Elevó una ceja.


 

—¿Enserio? La odias porque Connor supo la verdad a través de ella, ¿no? —se llevó el cigarro a los labios, exhalando y soltando el humo después—. ¿Asi que pensabas no decirle? Connor no es estupido, Kenzie —lo pensó—. O debo decir Jade.


 

Lo miré expectante, ¿como sabía que me había cambiado el nombre? ¿Acaso...?


 

—¿Me estás siguiendo o que? —reanude mi camino.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.