CONNOR.
No podía creer lo que estaba viendo, no podía ser que ella estuviera frente a mi ¡joder! ¿Que demonios está haciendo aquí? No sabía que hacer, Kenzie estaba asustada, podía ver como sus ojos se le humedecían, sentía su corazón latir a mil por hora. Esperen... Esa ropa, ese cabello, ella... ¿ella era Jade? ¿Jade? Pero, no entiendo nada.
—Oh por Dios —sollozó, cubriéndose la boca con las manos. Estaba aterrada, eso era obvio, pero a mi me llegó el enojo, después del asombro me llegó el enojo. Recuerdos de haberla visto besando a Clark como si nada hicieron que mi sangre hirviera, que mi vello de erizara y que se me escapara un gruñido, asustándola más.
Quizás darle un susto no estaría mal, pero me arrepentí en el momento en que la vi tan asustada, llorando. A pesar de todo lo que tenía contenido no lo hice, solo retrocedí, dándole una última mirada para después correr lejos de ella.
Sabía como salir de este laberinto como si nada, desde que había llegado aquí eso hacíamos, matábamos, sabía que estaba mal pero estaba tan dolido y enojado que no me interesó. Soy una mierda de ser, lo se. Ahora lo que tenía que averiguar es como Kenzie llegó aquí y porque se cambió el nombre, o quizás ese es su nombre real y nos engaño a todos meses atrás.
Kenzie o Jade no era un persona confiable. No importa si se cambia el nombre o de cara, lo que sea, seguía siendo la misma por dentro. Salí del laberinto, mirando al mayordomo más adelante, dos de los chicos estaban allí, vestidos con unos pantalones nada más. Eran Nicholas y Gabe. Jack apareció detrás de ellos después con unos pantalones para mi.
Me acerqué a unos arbusto, deshaciéndome de mi mitad loba, volviendo a mis dos manos y dos pies.
—Aquí tienes —Jack me entrego el pantalón, me lo puse de inmediato. Salí para acercarme a ellos, aunque Kenzie seguía allí adentro, Sam también y no sé si la encontrará y le puede hacer daño, eso hizo que un atisbo de preocupación se instalara muy dentro de mí.
—¿Donde está Samuel? —les inquirí.
—Samuel fue el primero en salir —me respondió el mayordomo—. Se fue a su habitación.
Suspire aliviado.
—¿Pasa algo, Connor? —cuestionó Nicholas cruzándose de brazos.
Nada, solo el hecho de que mi ex novia está allí adentro y que ahora no se que hacer ni a donde ir, porque es obvio que tengo que alejarme lo más posible. Tenerla cerca es demasiado para mí.
—Nada, —respondí tajante.
—No me digas que te comiste a la mesera —murmuró Gabe con pesar—. Amigo, hubieras dejado que yo la disfrutara primero.
Apreté los puños ante lo que dijo, pero debía de calmarme no puedo perder el control, y menos por ella. No lo merece.
—Jack, necesito hablarte —le dije, girándome y empezando a caminar dentro de la casa. Sabía de los negocios que estos chicos hacían, es más, Kayler fue el que me dijo que me podía quedar aquí y que yo me hiciera cargo de los negocios y eso. Así que en pocas palabras soy el que manda aquí. Por un tiempo.
Atravesé las puertas, caminado por un pasillo.
—Estas raro —murmuró él detrás de mi—. ¿Pasó algo con la chica?
Me tensé, él había contratado a Jade, o Kenzie, y aún así la trajo aquí, ¿que hubiera pasado si fuera sido Nicholas o Gabe el que la hubieran encontrado? Ella estaría muerta Justo ahora. Sacudí la cabeza para alejar esos pensamientos y me adentré en la puerta del fondo. Era el despacho.
Rodee el escritorio y me senté en la silla giratoria. Jack se sentó frente a mi.
—Quiero hablarte de Kenzie —anuncie, Jack sabía lo de ella, le había contado absolutamente todo. Pero él no sabía que era Jade y que la había mandado a matar.
Jack asintió con pesadez.
—Dime —puso los codos en la mesa.
Sin rodeos.
—Kenzie está aquí.
Frunció el ceño, desconcertado.
—¿En Janesville? —levantó una ceja.
—Aquí, en la mansión.
Abrió los ojos del asombro, pero seguía desconcertado.
—¿Que? ¿Como? No entiendo.
Tomé un lápiz de la lapicera y jugué con el.
—Kenzie, Jack, es una chica que contrataste —explique.
—No recuerdo haber contratado a alguien con el nombre de Kenzie, créeme, te lo hubiera dicho —se relajó—. ¿No será que te estas confundiendo?
Negué con la cabeza.
—Ella se cambió el nombre —añadí—. Ahora se hace llamar Jade.
Abrió los ojos del asombro por última vez. Pareció entender todo ahora si, para al final formar una sonrisa.
—No me lo puedo creer —rió. Lo fulmine con la mirada—. Es decir, quien lo iba a imaginar —negó sonriendo, pero luego empezó a entender algo más—. Mierda, y yo la mandé al laberinto —su cara cambió a preocupación—. Connor, lo siento, amigo.
—De suerte que el que la encontró fui yo —resoplé—. Si hubieran sido uno de ellos...
No quería ni pensarlo.
—¿Que harás ahora? —quiso saber—. Hasta donde yo se te viniste de Lewiston para no verla, para olvidarla, y ahora que está aquí... ¿te vas a ir? —me miró serio.
No sabía que hacer, no sabía si irme o quedarme, estaba en un debate en este momento. Si me quedaba la seguiría viendo y, aunque me moría de ganas, no debía. Jamás soportaba que se burlaran de mi. El recuerdo de ella besándolo me pone mal. Hace que el enojo corra por mis venas como si fuera un maldito veneno.
—No lo se —respondí, mirando a la nada.