Olvidándome del lobo

19

A lo lejos se escucha el ruido de un celular, es lejano y vago. Aprieto los ojos y me pongo la sábana encima, cobijándome de pies a cabeza, ya que una luz proveniente de la ventana estorba en mis ojos. Puedo conocer ese sonido: es el teléfono del departamento. Suena y suena hasta que llega la contestadora y puedo saber quién era el que llamaba:

—¡Kenzie! Atiende ese teléfono por Dios —es Carolina— pasaré por ti dentro de unos minutos así que quiero que estés lista. Vamos a ir a un día de campo, Kayler me dijo que habrán más personas allí. !Muévete!

Cortó.

Bostezo haciendo caso omiso a lo que Carolina decía y me acomodo mejor en las sábanas queriendo dormir. Es todo, todo negro... el sueño viene a mi, hasta que quedo dormida por completo otra vez.

—¡KENZIEEE!

Un grito agudo en mi oído hace que abra los ojos y me siente de golpe.

—¿Que? ¿Como? ¿Donde estoy?

Miré a ambos lados en busca de algún incendio o algo así, pero lo único que logro ver es a Carolina de brazos cruzados mirándome ceñuda. Rodo los ojos y me restriego la cara. Aún tengo sueño.

—¿Que hora es? —me vuelvo a acostar.


 

—Son las nueve de la mañana —respondió— ¿no escuchaste mi mensaje? —sentí que se sentó en el borde de la cama—. Anda, tenemos que irnos. Kayler y Connor están abajo. Creo que también irá tu amiga Clara... y casi toda la preparatoria.

Abro los ojos otra vez al escuchar el nombre de Connor. Irá el, las ganas de querer salir de la cama vuelven, pero se van en el momento en que me acuerdo que solo quiere que seamos amigos. Eso sí es deprimente.

—No quiero ir, Caro, solo quiero quedarme en cama todo el día. Creo que estoy enferma... — miento tosiendo un poco.

La escucho resoplar.

—Vamos por favor. Mira que quizás Connor haya cambiado de parecer por lo de ayer —comentó. —No me recuerdes el día de ayer —renegué haciendo puchero—. Fue horrible.

—¿Hablas de la borrachera o de tu novio falso? —se burló. La verdad yo lo tomé como burla. —Por tu culpa ahora piensa que ando con ese tal Saltarín. Que horror —arrugué la cara.

Solo imaginarme lo qué pasó ayer en el bar la piel se me eriza. Vergüenza total.

—La verdad creo que no se lo tragó —musitó—. Y es Culebrín no Saltarín, duh.

—Como sea. Vayan ustedes yo solo quiero dormir —me cobijé más. Estaba tan calentita mi camita.


 

En eso siento como la sábana es quitada de mi, dejándome solo en mi pequeña pijama. Miro con horror a Carolina ya que ella fue la que me la quitó.

—¡Caro! —reproché.

—Nada de Caro, en este momento te cambias y nos vamos. Te haré algo de café mientras—dijo.

—No bebo café —le hice saber.

—Bueno, buscaré algo de jugo —salió de la habitación— y si no te quieres bañar ahorita no te bañes, lo harás en el lago. —dijo mientras iba en el pasillo.

—¿Iremos otra vez al lago? —inquirí. No tengo buenos recuerdos de ese lago.

—Si, pero será del otro lado, pasaremos un día de campo. Ya sabes, en el bosque, a la orilla del lago. Solo unos cuantos. Es como un día de descanso y así. Apúrate.

Gruñí pero salí de la cama, no sonaba tan mal la idea. Incluso me pasó por la cabeza bañarme hasta en el lago pero no, después se me quitarán las ganas yo se. Me metí al baño, quité mi pijama y dejé que el agua helada recorriera mi cuerpo, me enjaboné, lavé mi cabello para después enjuagarme. Me puse la toalla y salí. Al estar en la habitación me dirigí al ropero.

Me puse mis bragas, mi brasier; elegí un vestido de tela fina y fresca ya que hoy hacía algo de calor. El vestido era medio transparente pero no tanto. Me llegaba a las rodillas, parecía más como para embarazada pero bueno... Me puse unas sandalias bajas para después peinar mi cabello y amarrarlo en una coleta floja. Tomé mi celular y salí.

Carolina estaba bebiendo jugo mientras tecleaba en su celular.


 

—Estoy lista, ¿nos vamos? —le pregunté. Elevó la vista y se puso de pie.

—Kayler y Connor ya se fueron, pero Kayler me dejó su auto así que los alcanzaremos allá. ¿Quieres? —me mostró su vaso de jugo.

Asentí y tomé del jugo. Luego lo dejé en el fregadero. —Vamos.

Salimos del departamento, bajamos el ascensor hasta llegar a la calle. El Jeep de Kayler estaba allí. Me monté al asiento copiloto mientras Caro se montaba al conductor.

—Te irás hoy, ¿no? —quise saber mientras me abrochaba el cinturón de seguridad.

—Sí, a eso de las cinco o seis de la tarde —respondió mientras encendía y arrancaba el auto—. Mañana tengo escuela —hizo un pequeño puchero.

Reí un poco.

—Igual yo.

—Oye pero ¿como estuvo eso de la chica muerta? —quiso saber. Respiré profundo.


 

—La encontraron en el lago. Nadie sabe quien la asesinó, por un momento pensé que eran los... — me detuve en seco. No sabía si contarle a Caro o no sobre los lobos.

—¿Los que? —me miró de reojo.

—Lobos —dije por fin.

Noté que tosió algo nerviosa pero no le di importancia.

—¿Lobos? ¿Hay lobos aquí? ¿Cuando los viste? ¿Donde? Cuéntame, Kenzie —me apuró.

Y así fue como le comencé a contar todo, desde el laberinto, mis dudas sobre Connor, el chico de la cámara de seguridad quien es un posible sospechoso sobre la muerte de Pamela, sobre el día que le disparé al lobo y las venidas misteriosas de Clark.

No sé si estaba sorprendida o que, pero se había puesto pensativa y algo callada.

—Deberías hablar con Connor —mencionó entrando al bosque. El lago no estaba lejos.

—¿Sobre que? —la miré.

Carolina se adentró por un camino un poco angosto y rocoso. Era como un desvío a donde íbamos supongo.

—Solo digo. Cuéntale todo esto que me contaste a mi. Estoy segura de que... de que te creerá y querrá ayudar. —opinó—. Sobre la chica, deben investigar bien, ¿he? No se vayan con el primero que sospechen. Se que siempre hay más. Sin embargo, no pierdan de vista a ese tal Dereck.




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