Cambia de look, que sepa lo que perdió. Eres hermosa, pero hazle ver como si fueses un puto ángel que él no aprovechó.
Cierro el cuaderno cuando termino con mi punto del día en la lista de cómo olvidar a mi ex y levanto la mirada sonriendo cuando lo veo entrar. Es fácil deducir que tiene sueño por la manera en que sus bonitos ojos verdes se ven un poco rojos.
Mi cabello, que siempre parecía una maraña que nadie peina, hoy va liso y cae perfectamente sobre mi espalda. Un poco de maquillaje que nunca tuve las ganas de utilizar refleja que me veo como una diosa pisando este mundo de mierda.
Estoy aquí, en una cita con Petter.
Sí, Petter, el amigo de mi ex Josh. Ironías de la vida: el mismo tipo que antes me decía “cuñada” ahora me está mirando con una sonrisa nerviosa, como si no supiera si ofrecerme azúcar o pedirme matrimonio. Pero lo cierto es que luego de que Josh rompiera conmigo, algo que me sigue ardiendo mucho, Petter insistió en tener una cita conmigo. Nunca me interesó, es bonito, pero nada como el estupido chico que estoy olvidando y luego de tener un enorme problema de seguridad donde pensé que la culpa de nuestra ruptura, que un chico te haga sentir bonita, es algo que agradezco.
—Te ves… wow —dice, torciendo una servilleta entre los dedos.
—Gracias —respondo con la voz más dulce que puedo fingir, aunque por dentro estoy más tensa que pestaña postiza bajo la lluvia—. Tú también te ves… limpio.
Petter ríe, y yo también, aunque en realidad solo estoy pensando en cómo mantener el aire de “soy una mujer nueva y plena”, cuando en verdad llevo tres cafés encima y un playlist de despecho como banda sonora mental. Porque Camila, Reik, Sin bandera, Paquita la del barrio, Laura Pausini, Kenny Garcia entre otras artistas son las que me han acompañado en mis noches de lágrimas.
—Así que… ¿cómo va todo desde que… ya sabes? —pregunta con cuidado, refiriéndose a mi ruptura con Josh.
—Perfectamente —miento con descaro—. Me siento libre, ligera… como si me hubieran quitado un peso de encima. Supongo que las cosas pasan por algo, así que estoy bien, no hay nada de lo que preocuparse
Petter asiente, probablemente convencido. O tal vez solo está demasiado ocupado intentando no mirar mi escote, que, sinceramente, elegí con fines estratégicos. No soy de utilizar vestidos muy escotados, pero como decidí que ahora soy una nueva mujer y Paulina me aplaudió todas mis estupideces, estoy aquí con el frío cortándome la piel.
Petter inicia una conversación que me hace sonreir un poco porque es un chico realmente agradable, lastima que nunca lo miré realmente como algo más que el amigo de mi novio. Es por eso que trato de sacar a Josh de mi cabeza y simplemente disfruto de Petter.
Todo iba demasiado bien hasta que escuché esa voz.
Esa.
Esa que podría reconocer entre un millón, incluso si la pronuncia un loro.
—¿Josh? —pregunta Petter, girándose hacia la entrada.
Yo también volteo. Y ahí está. Josh, mi ex, el chico que juré superar y olvidar (por lo menos en mis notas del cuaderno). Lleva una camisa blanca remangada, el cabello algo despeinado y una sonrisa relajada que me saca un pequeño tic nervioso en el ojo derecho.
Pero no está solo. Por supuesto que no. Con él entra una chica —bonita, delgada, con una falda que parece recién salida de una película de estudiantes sofisticadas— y ríe por algo que él dice.
Mi estómago se contrae. Mis manos, que hasta hace un segundo sujetaban el vaso con elegancia, ahora parecen listas para lanzarlo como proyectil.
—¿Todo bien? —pregunta Petter.
—Perfectamente —respondo con una sonrisa que podría cortar vidrio—. Solo que el universo acaba de ponerme a prueba.
Josh nos ve y el destino, porque tiene sentido del humor, decide que justo en ese momento Petter toque mi mano sobre la mesa. Yo, en modo “tóxica reformada”, dejo que lo haga. De hecho, sonrío como si estuviera en la cita más romántica de mi vida.
Josh frunce ligeramente el ceño obervándonos y chica con él se voltea también, mirándome de arriba abajo.
Perfecto, ahora soy parte del show.
—¿Quieres que pidamos algo más? —pregunta Petter, sin captar la guerra silenciosa que se acaba de desatar.
—Sí —digo—. Un pastel. De venganza.
Petter se ríe, creyendo que bromeo. Josh, en cambio, decide acercarse.
—Vaya, no esperaba verte aquí, Daniela —dice, con esa voz que suena a casual pero tiene veneno diluido.
—Oh, Josh —respondo, dándole mi mejor sonrisa de comercial —. Qué coincidencia, yo tampoco esperaba ver a nadie que dejara traumatizada a su terapeuta por ghosting.
La chica junto a él abre mucho los ojos. Petter suelta un pequeño “wow” que intenta disimular con un sorbo de café.
—Veo que estás… bien —dice Josh, con esa mirada evaluadora que usaba cuando quería pelear y parecer civilizado.
—Más que bien. Petter y yo justo estábamos recordando viejos tiempos —digo, apretando un poco más su mano—. ¿Verdad, Petter?
—Eh… sí, los viejos tiempos. Muy… viejos —contesta, confundido, pero lo suficientemente caballeroso como para seguirme el juego.
Josh asiente, con esa sonrisa forzada que es puro ego herido.
—Genial. Te presento a Emily.
La rubia asiente con la cabeza, demasiado perfecta, como salida de un catálogo de estudiantes modelo. Se siente extraño porque yo nunca fui así de perfecta y nunca podré serlo.
—Encantada —le digo, sin dejar de sonreír—. Te deseo lo mejor con… Josh. Es… una experiencia.
—Gracias, supongo —responde, incómoda.
Josh carraspea. Yo me acomodo el cabello, dejo que la luz del sol me dé justo en el rostro y pienso: Mírame, imbécil. Brillo sin ti.
Después de unos segundos tensos, él se despide con un “nos vemos”, y se alejan. Petter me mira y suelta una carcajada.
—Eso fue brutal.
—Eso fue justicia —digo, tomando mi café con elegancia, aunque por dentro mi corazón late como si hubiera corrido un maratón.
#2017 en Otros
#632 en Humor
#5380 en Novela romántica
comedia romance drama pasión y acción, juvenil drama amor prohibido comedia, romcom +16
Editado: 05.11.2025