Tres
Khalil comenzó un nuevo día sintiéndose como la mierda, el peor de los bastardos y el más desgraciado.
Fue nada más abrir los ojos y saber que el día ya estaba arruinado. Hoy se llevaba a cabo la ceremonia que uniría a Catalina con el hombre al que ella amaba y que había elegido, sobre los demás mortales, para compartir su vida.
“—No seas exagerada, princesa. ¿Quién se imaginaria que una princesa de linaje perfecto como tú se mezclaría con un “catarí” como yo?”
Hoy se enterraba para siempre la relación que alguna vez existiese entre ellos dos.
Él dejó su celular configurado en el modo de no molestar y decidió comenzar su nefasto día. Sabía que sus amigos querían comunicarse con él, pero lamentablemente sus ánimos eran los peores y conociéndose, sabía que terminaría por mandarlos al demonio por un asunto que a ellos no les incumbía.
Todavía recordaba la expresión pétrea de Daniel cuando Khalil confesó, entre hipidos, la verdad de su relación con la princesa de Liechtenstein. “Sí que eres un imbécil” había dicho el ahora flamante rey. Daniel no hizo alusión a una posible reconciliación y mucho menos lo alentó a que siguiera luchando por su hermana. Muy a su pesar, Khalil tuvo que entender que su amigo ya tenia aceptado la incorporación de Sebastián Aguilar a la familia Vaduz.
“—¿A esto se reduce todo? Por más que pase el tiempo, no lograras perdonarme, ¿verdad? Seré por siempre el imbécil infiel que te traicionó.”
Apenas abandonó la comodidad de su suite se cruzó de frente con Omar. Maldijo en voz baja y no quiso evitar que el disgusto se mostrara en sus facciones.
—¿Qué te sucedió en el rostro? —preguntó por cortesía más que por curiosidad. —¿Peleaste con algún gato salvaje?
Omar endureció su rostro.
—Algo así —miró su indumentaria deportiva. — ¿Podemos hablar?
Khalil se encogió de hombros y continuó caminando por el patio, provocando que su autoproclamado primo lo siguiera.
—Por favor, Khalil —insistió el joven. —Ya que no asististe a la reunión de ayer, deja que te informe lo que nuestros socios ofrecen. Al menos escúchame.
El ruego en la voz de Omar era quizá más falso que el interés que Khalil pareció darle.
—Bien, pero quiero que sepas que estas interrumpiendo mi sesión de entrenamiento.
***
Adali llevaba esperando cerca de tres horas a que el hombre que la atacó el día anterior saliera del hotel. Sus manos temblaban debido al temor de ser descubierta, pero la joven estaba decidida a recuperar lo que él le había arrebatado.
Las lagrimas llenaron sus oscuros ojos y se obligó a apartarlas.
Su jefa, a quien no quería ver ni en pintura, le informó que no se le pagaría ni un solo centavo de su anterior día laboral. Esto debido a que la joven se había marchado dejando una “mala impresión sobre la profesionalidad” de los empleados del hotel. Malditos fuesen todos, la mujer ni siquiera se inmutó cuando ella le contó del ataque que había sufrido.
Su espera tuvo recompensa al verlo dirigirse hacia la salida principal del edificio.
Él maldito hombre caminaba junto a otro mientras hablaban. Ambos subieron a uno de los vehículos allí aparcados y a ella le extrañó que ninguno de los guardias de seguridad los acompañara. ¿No se suponía que eran personas importantes?
Adali quiso golpearse y en un ataque de valentía, o estupidez no sabría diferenciar, le pidió a un taxi que siguiera la camioneta en la que ellos iban.
—Estamos entrando a una zona aislada de la población, será raro que no noten nuestra presencia —dijo el paciente taxista cuando ella pidió que disminuyera la velocidad para no ser vistos.
Adali se mordió los labios con indecisión. El vehículo ya casi entraba en la zona descampada previo al inicio de la carreta.
Khalil miró a Omar que llevaba una expresión extraña y parecía forzado a parlotear en un monologo interminable sobre los beneficios de la dichosa junta del día anterior. Aquella en la que él no había estado presente debido a que le pareció muchísimo más importante el hacer turismo.
—¿Esta es la zona? —preguntó mirando con desconfianza los altos matorrales y la falta de urbanización.
Omar sonrió.
—Exactamente.
El joven jeque respiró profundo y dio un respingo cuando su primo frenó bruscamente cerca de una arboleda que a duras penas daba algo de sombra.
—¿Qué sucede? ¿Es aquí?
—¿Sabes? —dijo Omar sin mover su mirada del frente. Él tenía los nudillos de sus manos de un color blanquecino a causa de la fuerza que ejercía. —Me llamó la atención que decidieras asistir a este viaje después habernos echado de la gran mansión. Tu actitud de ayer no hizo más que dejarme en claro que no viniste precisamente en un viaje de negocios o movido por el interés monetario. Nos informaron que preferiste hacer turismo en lugar de interesarte en la propuesta que tan amistosamente los socios bolivianos hicieron.
—¿Qué?
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Editado: 07.01.2021