Cuatro
Las manos de Omar todavía temblaban mientras apretaba con fuerza el pedal del acelerador. La imagen del ultimo jeque de los Al Mahad muerto sobre el piso polvoso no podría borrársela fácilmente de las retinas.
Él era un traidor. Era una escoria.
Sus ojos se llenaron de lágrimas que se derramaron por su rostro mientras las parpadeaba con fuerza.
Omar era un asesino. Una basura.
Estacionó a un lado del camino mientras intentaba recuperar el ritmo normal de su respiración. Su teléfono celular sonaba en alguna parte del vehículo, pero él no era capaz de reaccionar. Había matado a Khalil Al Mahad. Omar había asesinado, cobardemente, al ultimo heredero del emporio que dominaba gran parte de Emiratos…
Quiso limpiarse las odiosas lagrimas que brotaban sin cesar de sus ojos, pero sus ensangrentadas manos no se lo permitieron. Esa era sangre pura y él no podía ensuciarla con sus lágrimas.
Un recuerdo destelló desde el fondo de sus memorias y él comenzó a sollozar.
“Su padre sonreía satisfecho, posterior a una reunión privada con el gran señor Zayed Al Mahad. Este último estaba iracundo y no había dejado de mostrar su descontento con su rebelde hijo. Aún en los días previos a su muerte Zayed se había mostrado disgustado con su único heredero legítimo. Khalil renegaba de toda la herencia que recibiría y parecía que su padre ni con todo el oro del mundo podía convencerlo de volver a su lado.
—¿Por qué estas tan feliz? —preguntó Omar al ver tan amplia sonrisa.
—Si el ultimo heredero de los Al Mahad desaparece soy el próximo plausible de herencia.
—¿Qué? —decir que estaba atónito ante esa declaración era un eufemismo. —¿A qué te refieres, padre?
—Zayed confía en mí. Por eso encargó a su visir redactar un testamento extraordinario en caso de que no pudiese controlar el temperamento de ese hijo rebelde suyo. Quizá Khalil después de la muerte de su padre no quiera saber nada con Qatar, mucho menos con el manejo del emporio Al Mahad.
—Y allí estarás tú para cumplir con tan sacrificada labor.
—O puede que él no esté… —respondió ambiguamente su padre dejando la idea, de deshacerse de Khalil, flotando en el aire.
En ese momento le habían parecido nada más que ideas locas causadas por la aversión que Khalil sentía hacia ellos, pero con el pasar del tiempo y ante los reiterados desplantes del heredero la idea de deshacerse de Khalil para siempre tomaba fuerza entre sus pensamientos. “
Y él lo había hecho. Omar se encargó de borrar a Khalil del mapa de una vez y para siempre.
¿Pero por qué se sentía horriblemente mal? Intentaba consolarse con la efímera satisfacción que le produciría cumplir al fin con la ambición que lo carcomía…
—Eres el gran señor de los Al Mahad ahora —se dijo mirando sus pupilas dilatadas en el espejo retrovisor de la camioneta. —Compórtate como tal.
Su cerebro maquinaba ahora la cantidad de excusas y mentiras que debía decir para salir indemne de ese hecho.
—¿Sí? —contestó de una buena vez el teléfono que timbraba bajo el asiento del copiloto. Era su padre y preguntaba por el joven jeque. —Él ya no será un problema para nosotros —Omar dudó. —¿Esta es una conversación privada?
—Ahora sí — esa era la señal que necesitaba para saber que podía hablar sin tapujos. — ¿Qué sucedió con Khalil? ¿Pudiste convencerlo de invertir en la mina?
Omar le contó a su progenitor el desenlace de los hechos que lo llevaran a pasar un par de días con su primo en Sudamérica. Él omitió la vergonzosa parte en la que Khalil le diese una golpiza y se jactó del pesado golpe que le había dado en la cabeza. Nadie sobreviviría a un ataque como ese.
Su padre rio complacido del otro lado de la línea y procedió a decirle como actuarían de ahora en adelante. Lo primero que Omar debía hacer era preguntar por Khalil a todas las personas que hubiesen tenido contacto con él y que pudiesen reconocerlo. Luego, y ante la negativa de esas personas, debía ir a la estación de policía y realizar la denuncia correspondiente de “persona desaparecida”. Lo demás, como el análisis de la escena y la autopsia del cuerpo del jeque, seria arreglado a través de coimas y movimientos corruptos. Su padre se haría cargo de la prensa y el ambiente en Qatar. Seria difícil, pero ambos podrían fingir a la perfección el pesar que la pérdida del heredero les provocaba.
***
Khalil estaba asustado. La luz se negaba a volver a sus ojos y a la lejanía podía oír el aullido de los perros. ¿Estaban buscándolo a él? ¿Por qué?
Dolía. Algo en su cuerpo dolía como el infierno. Él sentía que sus memorias se desvanecían como agua entre sus manos y nada podía hacer por retenerlas.
¿Qué le sucedía?
Oía sonidos y gritos a su alrededor, pero su maltrecho cerebro no era capaz de reconocerlos. Una voz dulce preguntaba por su nombre y le pedía que no se marchara, que se quedara allí con ella…
¿Era Catalina? ¿su dulce princesa había oído de su agonía y volvía para consolarlo?
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Editado: 07.01.2021