Olvidar (spin off saga clichélove)

5.

Cinco

El doctor García telefoneo a su hija cerca de la medianoche cuando ya se hizo notorio que no volvería a casa. Su viaje a la capital, Sucre, para una junta de médicos se había demorado y no podría volver a su hogar esa noche.

Su hija se oía nerviosa y algo dispersa al preguntarle por las novedades en la salita de salud. Él ya sabia que no serian muchas ya que se había encargado de dejar todo arreglado para que la joven no tuviese que lidiar con sus pacientes asiduos a las consultas.

—Usé los rayos X que el veterinario dejó olvidados aquí. Hubo un hombre hoy…—Norma hizo silencio decidiendo confesar a medias los acontecimientos del día, — vino con Adali. Él se golpeó bastante y tuve que revisarlo. Le di un par de puntos y algunos antibióticos.

El doctor García maldijo por lo bajo al imaginarse que tipo de urgencia su hija había tenido que afrontar. Norma se apresuró a aclarar el asunto que podría provocar que a su padre le removiesen la matricula.

—Es la pareja de Adali, papá —mintió rogando al espíritu de su madre muerta que su amiga no se equivocara con el moreno guapo. —No alguien que pudiese hacernos un juicio por… curarlo.

—Quiero que tengas mucho cuidado y no atiendas a nadie más —aconsejó el hombre. — Hace un par de horas me llamó el comisario. Debes estar atenta y no prestar servicios médicos a cualquier sujeto malherido que aparezca. Norma, presta atención —alertó. — Quiero que me avises en cuanto un hombre de esas características aparezca.

Su hija se congeló y miró al susodicho que dormía plácidamente sobre la camilla.

—¿Qué?

Norma García sabía que ya no podía echarse para atrás. Ella había mentido y optado por ayudar a su amiga. Una que nunca le pedía nada. Adali no era el tipo de persona que iba por la vida pidiendo favores… ella normalmente hacia todo lo humanamente posible sin esperar nada a cambio.

—¿El comisario dijo que era peligroso?

El doctor García dudó.

—No fue demasiado claro. Me dijo que están buscando a un hombre que robó en el hotel Rosario y que al parecer golpearon. Esta metido en un gran lio.

—¿A quién le robó?

***

Nicholas Baron intentaba que su pequeña hija Victoria, de catorce meses de edad, caminara sobre el césped. La niña se ponía histérica al tocar la hierba con sus piececitos descalzos y su padre nada podía hacer ante el disgusto que mostraba. Frente a ella, su pequeño tío Cristian la animaba mientras azuzaba entre sus brazos un elefante de peluche.

Él vio a su esposa Dolores caminar hacia ellos y la sonrisa se borró de su rostro al reparar en la expresión que ella traía.

—Daniel quiere hablar contigo. Es importante —avisó antes de pasarle el celular.

Nicholas frunció el ceño. Miró a la pequeña Victoria y decidió entregársela a su madre.

—¿Qué sucede? —preguntó al teléfono y yendo directo al grano. Hacia solo un par de días que habían mantenido contacto con Daniel y su familia, en la celebración del matrimonio de Catalina y su novio para ser más exactos.

Daniel se tomó un largo minuto de silencio para ordenar en su mente las ultimas noticias que sacudieron su tranquila vida.

—¿Qué tan ocupada se encuentra tu agenda este fin de semana? —comenzó diciendo a su amigo en pos de ser lo más suave posible. Daniel sabia del cariño especial que le tenía Nicholas y su familia al jeque y la cantidad de cosas que entre la familia Baron y él compartían. — Es necesario que viajemos a Sudamérica. Khalil ha desaparecido y…

—¡¿Qué?!— gritó Nicholas. —¿De que estas hablando?

—Khalil viajó a Bolivia con su primo. Ellos estaban cerrando un importante trato con mineros bolivianos…

—¿Su primo? — cuestionó Nicholas. —¿Desde cuándo Khalil Al Mahad tiene familiares más allá de su madre?

—Lo sé. A mí también me parece todo muy raro. Según Omar, el primo, Khalil estaba actuando de forma extraña desde que le confirmara su asistencia a la reunión —Daniel desordenó sus cabellos mientras recordaba cada uno de los datos que había recibido. —Él ni siquiera quiso llevar al visir, sabes que en un viaje oficial como jeque de los al Mahad debe ir con ese hombre y su equipo de seguridad.

—¿Cuándo desapareció?

Daniel tragó grueso.

—Hace tres días. Dicen que el día anterior a su desaparición se dedicó a hacer turismo y al día siguiente salió a correr dejando su teléfono celular en modo ausente.

Ambos hombres no quisieron ser los primeros en barajar las opciones por las que Khalil Al Mahad actuara de esa manera. Una sola conclusión llegaba amargamente a la mente de los dos.

—¿Tú crees…? — un pesado nudo se instaló en la garganta de Nicholas. —¿Tú crees que Khalil lo hizo a propósito?

—Ni por un segundo. Aquí hay gato encerrado…. Estoy seguro como que mi nombre es Daniel Vaduz de que Khalil no desapareció por voluntad propia.

 

 

 




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