Olvidar (spin off saga clichélove)

7.

Siete

Se podía decir que Adali estaba frita. Muerta en más de un sentido.

Los ojos negros del tal Javier la miraron llenos de diversión ante su azoramiento y ella intentó separarse bruscamente de su lado. Él la detuvo diciéndole que si no quería rendir explicaciones al doctor García lo que más le convenia era seguir fingiendo. Sabia que estaba jugando sucio, pero era la única salida que ella le había dejado.

—No soy una mentirosa —se defendió ante sus palabras. Ella las había sentido como una bofetada directa a su cara. Esas no eran las palabras que esperaba oír después de dar su primer beso. Que patética debía verse. —¿Por qué dices que miento?

Él se adelantó y tomándola de la mano comenzaron a caminar.

—¿Dónde me llevas? —preguntó con un poco de ansiedad que se disfrazaba perfectamente de miedo al encontrarse a solas con un hombre que apenas conocía.

—Vamos a tu casa. ¿Dijiste que debíamos tomarnos el bus? ¿Vivimos juntos o no?

Adali suspiró profundamente armándose de paciencia. Su mano suave y masculina se sentía bien al envolver las suyas que se encontraban curtidas por el trabajo en el campo.

—Espera —dijo deteniéndose y provocando que él se girara a mirarla. Ella debía ser cautelosa, sus hermanos esperaban en casa y no era cuestión de llegar con un hombre desconocido que los pudiera perjudicar. Lamentablemente algo muy dentro de su corazón le decía que ese no era el caso, que no debía temer y que todo estaría bien con él de su lado. Podía decirse que ella lo veía como un ángel. Uno que había llegado a ella herido y cuando buscaba uno de sus tesoros más valiosos. — Necesito saber si eres peligroso, si estas enojado o no y como supiste que era una mentirosa.

Javier, o como sea que se llamara, sonrió y Adali reprimió un gritito. Él se veía tan perfecto cuando sonreía de esa forma que…

¿De qué estupideces estaba hablando? ¿Desde cuando ella se dejaba guiar por el atractivo físico de un hombre?

—¿Debo temerte? —insistió ella.

—No recuerdo nada anterior a despertarme anoche y encontrar a Norma revisando mi vendaje —decidió hablar con la verdad. —Misteriosamente no me siento ofuscado, preocupado o curioso sobre mi pasado. Desde que te vi quise creer cada una de las palabras que dijeras.  

Él se quedó pensativo sobre ese ultimo enunciado. No quiso todavía confesarle que en lo profundo de su corazón parecía sentir que olvidar era la mejor decisión que había tomado en su vida. Varias preguntas recorrían su mente como un vaivén, ¿Qué cosas horribles había querido olvidar? ¿De qué escapaba? ¿A que se debía esa paz que ahora sentía?

—¿Por qué me creíste? —preguntó Adali sintiendo el retumbar de su corazón en sus propios oídos. Ella recordó el terrible ataque del jeque, los lamentos de Javier al perder de a poco sus recuerdos y lo cerca que había estado de la muerte. Adali sintió un nudo en su garganta. Él confiaba en ella. Confiaba en todas las mentiras que había dicho. —Yo… yo vi cómo te atacaban.

—¿Quién y por qué?

Este era uno de esos momentos cruciales en la vida de Adali. Como aquella vez que decidió mover cielo y tierra para salvar al hombre moribundo que ahora se encontraba frente a ella.

—No lo sé —suspiró. —Estaba siguiendo a otra persona ese día y él te atacó. Fingí ser un perro hambriento y comencé a aullar y lanzar alaridos. Son comunes en esa zona. Supongo que él me creyó porque instantáneamente se marchó. Estaba por llamar a la policía, pero me tomaste del brazo y pediste ayuda…

Él se quedó muy quieto, sopesando cada una de sus pablaras.

Entonces era cierto. Algo hizo en el pasado que provocó que otro hombre intentase asesinarlo y de no ser por Adali hubiese logrado su cometido. Ahora la pregunta que se hacia Javier era la siguiente; ¿Qué tan terrible persona fue en su vida pasada para que llegasen al extremo de asesinarlo?

No quería descubrirlo, le costó entender.

—El comisario se comunicó con el doctor García. Le dijo que estaban buscando a un hombre que robó en un hotel importante.

—¿Yo? —se señaló aún más confundido.

Adali negó.

—No lo creo —ella miró sus alrededores. —Tú discutías con ese hombre. Era un idioma extraño, yo deduje que era árabe.

—¿Hablo árabe?

Él intentó recordar algo de ese idioma o de los acontecimientos pasados, pero su maltrecho cerebro le pasó factura diciéndole que todavía no estaba listo para liberar esa parte de su memoria.

Adali vio como Javier entrecerraba los ojos y llevaba su mano hasta la zona donde tenía la herida, al costado de la cabeza.

—Es suficiente por hoy —le dijo colocando su mano sobre el antebrazo de él. —Vamos a casa. Descansa un poco y luego continuamos hablando.

—¿Y no que desconfiabas de mí?

Ella sonrió con tristeza.

—No creo que seas un monstruo. Por favor, no hagas que me equivoque.

***

Los dos iban en el bus rumbo a Chulumani donde Adali tenía su hogar. Sería un viaje de tres horas por la tortuosa carretera y este era el último vehículo de la tarde noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.