Dieciséis:
¿Cuántas veces había soñado con tenerla así de nuevo? ¿Siendo feliz entre sus brazos y volviéndolo el centro de su universo?
Tantas veces que incluso lo había transformado en su pasatiempo favorito. Un mal habito que había querido erradicar en varias oportunidades.
Khalil se recuperó del asalto que Catalina le produjo. Él suspiró y devolvió el sentido abrazo, aunque con menos efusividad, que ella le daba. El joven catarí dejó de lado la estupefacción y de a poco desenvolvió los brazos de ella de su cuerpo.
—Hola princesa —sonrió sutilmente. —Es un placer verte de nuevo.
Ella sonrió, era esa sonrisa que siempre lograba enviarlo sobre sus rodillas, sin embargo, esta vez no tuvo el mismo efecto en él. Khalil no quiso poner el mundo a sus pies o conquistar otros planetas para ella, sino que, le pareció una sonrisa hermosa en una mujer igualmente hermosa.
—Me alegro de que estés a salvo —murmuró Catalina con honestidad. —Estábamos muy preocupados por ti.
—Aprecio eso.
Notó entonces que el sentimiento ardiente que significaba para él amar a Catalina ya no estaba. No quemaba desde el fondo de sus entrañas.
Claro que se alegraba de verla, pero no sentía como si fuese a dejar de respirar si ella se alejaba de él. Era, de alguna bonita manera, reconfortante. Al fin el cariño, arraigado por los años de conocerse, jugaba en perfecta armonía ahora con la estima que le tenía.
Khalil tenía más que claro de que ella ahora era una mujer felizmente casada, que debiera de estar celebrando su luna de miel, y en su lugar estaba en un país alejado de sus planes. Esa noticia ya no le provocaba los mismos pesares que antes. Finalmente entendía la diferencia entre un cariño sano y el apego toxico que sentía hacia Catalina.
Y sorprendentemente ya no le dolía. No como antes.
Ahora no anhelaba aquello que pudo ser, pero que nunca sucedió. Y lo notó exactamente en ese momento, en donde la separaba con cuidado de su cuerpo. En ocasiones anteriores, él hubiese hecho lo posible por prolongar el contacto y disfrutar de su perfume. Sin embargo, esta vez era que su corazón y su cerebro estaban de acuerdo; su cuerpo anhelaba a ese otro con aroma frutal y de tez canela.
Adali.
Esa preciosa indiecilla que se le había metido bajo la piel.
Por fin la vida seguía su curso y todo se acomodaba en su vida. Recordó las palabras que la princesa le había dedicado aquella noche, en la fiesta de matrimonio de Nicholas. “Sanar y ser feliz” ahora lo comprendía. Para él había sido necesario olvidar, y por ese motivo es que no podía cazar a Omar como a una rata. Le debía, en cierta medida, el haberle permitido conocer otro aspecto de su vida.
—Debo hablar con ustedes, es urgente —Khalil regresó al manejo de sus cinco sentidos y a ese carácter avasallante y retador. —Pero antes necesito comunicarme con el visir y mi madre. Haré esto por los caminos adecuados.
—¿Qué? —preguntaron Daniel y Nicholas al verlo tan serio de manera repentina.
—Quiero un café primero —miró a Nicholas. —¿Todavía tienes alguna de esas capsulas que tu esposa guarda de incognito en tu valija? —su amigo asintió. —Bien. Mataría por un café negro en estos momentos.
**
Nicholas tenía una expresión pétrea en su rostro mientras que Daniel no podía cerrar la mandíbula al oír lo que el catarí les contaba. Por obvias razones, Catalina no había sido convidada a la reunión.
Khalil dio pequeños sorbos a la tacita de café y cada una de sus quisquillosas papilas gustativas se deleitaron con el líquido oscuro.
Daniel fue el primero en hablar;
—¡Ese malnacido! —la rabia se mostró en su delicado rostro. —Tuvo la decencia de presentarse como tu único familiar. Él y su padre han estado manipulando al grupo Al Mahad con sus mentiras. Lo que pudimos averiguar es que tu madre piensa que estabas deprimido y eso te llevo a un intento de suicidio.
Khalil arrugó la nariz. Nada más lejos de la realidad.
—Por eso es que quiero hablar cuanto antes con ella y aclararle la situación —se terminó el café. —Pero antes tengo que ordenar al visir que arregle todo para mi regreso. El padre de Omar fue la mano derecha de mi padre hasta su muerte, necesito que lo aleje cuanto antes de mamá.
—Supongo que Omar tendrá que pagar por lo que ha hecho —concluyó Nicholas. —Eso incluye el atentado contra tu vida y…
—No tengo más pruebas que mi palabra —lo interrumpió Khalil. —Claro que pagará por haberme atacado, pero ¿saben? No creo que sea necesario un escandalo mayor. Él y su padre serán desligados de su asociación con el grupo y apartados de mi lado.
—¿Qué?
Él se removió en su asiento y dejó de lado la taza.
—No soy un asesino, Daniel —bufó. —Omar pagará por lo que me hizo, pero no soy un monstruo como él. No pienso devolver muerte con muerte. No soy mi padre. Además, mi madre lo ha criado como un hijo, no puedo volverme en su contra. Sería como lastimarla a ella.
El temperamento de Nicholas estalló.
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Editado: 07.01.2021