Capítulo VI
"Poderosa"
Narra Liè.
— Disculpa, Klohe, ¿dónde está la princesa? —interrogo a la nana que tiene una tanda de ropa en los brazos y una cesta repleta a sus pies.
Siempre le he dicho que no cargue más de lo que puede, pero es en vano ya que nunca me hace caso.
— Está en la biblioteca, sumajestad.
Arrugo mi nariz, estirando la tela de la cintura de mi vestido— ¿Qué hace ahí?
— Está jugando con los dibujitos de los libros —sonríe y acomoda unas sábanas en el armario, relajada—. Mi hermana está con ella, no debe —se para, haciendo pausa y respirando hondo— preocuparse.
— De acuerdo —acomodo mi vestido frente al espejo—. ¿Ha llegado alguna correspondencia?
Cierra las gavetas.
— No, mi señora. Aún... ¿Aún le sigue esperando? —indaga, sentándose en la cama.
— Todos los días —me giro.
Su mirada no hace más que sentirme observada por alguien que de mí siente lástima.
— Esa esperanza no le hace bien.
— Hace un mes que se fue —no articulo gesto. Me incómoda que me vean así—, lo siento, pero no me rendiré ni aunque la muerte venga a por mí.
— No, señora, no diga eso —besa sus índices cruzados—. Dios la libre y la guarde aquí con la niña. Ella la necesita.
— Lo sé, Klohe. Es por eso que no me he muerto.
Abandono la habitación, sin dejarle replicar. No dejaré que mi deseo se convierta en una locura; pero yo lo siento muy dentro de mí, él está vivo.
— Debemos hacerlo.... —escucho unos bajos murmullos al final del pasillo. Apresuro mi paso hasta llegar y ver a las mujeres de uniforme en un pequeño círculo.
— Xiao Dihe —las tres damas se sobresaltan con mi llegada—. ¿Qué ocurre?
La mujer de delantal blanco recoge sus cabellos con una felpa blanca y luego, al darse cuenta del temblor de sus dedos, oculta sus manos detrás de su espalda. Miro a Matilde y solo tiende a rezarle a Dios y su santa Teresita. Klohe se queda sin reacción, está pasmada en su lugar.
— Respóndame, ¿qué está pasando aquí? —alcé la voz y la mujer de lunar encima de la ceja, la gemela, se acerca a mí. Lloriqueando— Habla, Klohe.
Cae arrodillada al suelo y, en lo que mi pulso se acelera a gran velocidad, escucho sus sollozos implorándome perdón.
— Disculpe, majestad. Le ruego que me disculpe —une sus manos por encima de su cabeza—. Usted me dió la tarea de cuidar a la princesa y le fallé, pe... per...
No le dejo hablar cuando la tomo del cuello de su vestido y poniéndola de pie, le repito una vez más, irascible— ¿Dónde está Mitsuki?
— Ay no, por favor, majestad... —me pide la de cabellos recogidos en una cola de caballo.
Enrolla sus dedos en mis manos en un intento de alejarme. Pero sin dejar que sea ella, yo solita doy un paso atrás.
— ¡Cómo pretenden que me calme si no me hablan claro! —suelto a Klohe y corro a la biblioteca. Sintiendo sus pasos pesados correr detrás de mí.
— Mitsuki. ¡Mitsuki! —le llamo al abrir las compuertas de golpe— Hija, ¿dónde estás?
Maldito sea el que modificó esta habitación con tantos laberintos. Tantas piletas de libros en los corredores. Todas las tiro con rabia, me importa huesos quien las haya hecho.
— Por dios, cálmese —recoge el desorden detrás de mí, la de caderas anchas.
— ¡Mitsuki! —grito y al llegar al final, me vuelvo a Klohe. Tomándola de los hombros— ¿A DÓNDE LA LLEVASTE?
La tempestad fuera es horrible. De la nada la tormenta nubla los cielos. Es Mitsuki. Está asustada. Son sus poderes de ilusión, esos que ha venido desarrollando desde hace unos días.
— ¡Guardias! —me alejo de la ventana— ¡GUARDIAS!
Destrozo mis cuerdas vocales llamándolos. Quién sabe qué cosas esté pasando mi niña ahora. Es muy pequeñita, muy inofensiva.
— Busquen a Mitsuki por cada rincón de este palacio, de la isla. Cierren todas las puertas y verifiquen que nadie salga ni entre —decreto— Mi hija tiene que aparecer ¡SÍ O SÍ!
— Pero, ¿pasó a.…?
— ¡Haz lo que te digo, Yosu! —le interrumpo, limpiando el sudor frío en mi frente.
Y resonando sus armas, se retiran corriendo. Comunican la voz a lo largo del castillo en menos de un minuto. Quiero a todos en función de buscarla. Los enemigos. Esos terceros aún están ahí afuera y pueden hacerle daño a mi solecito. No me perdonaré si le pasa algo.
— Perdóneme, majestad... perdón... acepte mis súplicas... —vocaliza temerosa— fui a por un vaso de agua y, al volver, la princesa ya no estaba —procede a decir, de rodillas—. Al no encontrarla aquí, decidí buscarla fuera de la biblioteca. "Tal vez salió" pensé y en eso llegó usted.
Quiero agredirla con todas mis fuerzas. Siento que la sangre me quema por dentro; siento el vapor cubrir mi rostro y nublar mi razón.
— Klohe, levántate —Trago fuerte y camino hacia la sala de estar. Dándole la espalda— Busquemos a la princesa y después sigues llorando.
Más de setenta habitaciones en este castillo empapado de guardias y nadie vió nada; ni siquiera cuando la princesa dejó de estar en la biblioteca. Ninguno tiene ojos ni oídos. Ni los más chismosos del pueblo que, se saben hasta tu signo con solo verte, la vieron. No hay señales de ella.
La secuestraron, se la llevaron y yo no sé nada. Pero la tormenta se ha calmado, bastante en realidad. ¿Será eso buena señal o.… tan mala al extremo de no.…?
— ¡Señora mía! —escucho los llamados de Matilde—. Lohei, ayúdame.
Es demasiado el caos en mi vista, en mi mente. La punzada en mi pecho al pensar que a Mitsuki la pueden matar... No siento mis piernas.
— Trae un vaso con agua, rápido —no identifico la voz, pero sé que es dirigido al manojo de nervios de Klohe.
— Matilde...
— Dígame —me sostiene la mano, sentándome en el sofá esponjoso.
— Encuentren a mi hija... salgamos a buscarla, por favor... Es una niñita, muy chiquita.
— No podemos, majestad —se me acerca Lohei—. No sabemos el contexto entero, no sabemos qué clase de peligro corre usted y la princesa.
#1724 en Fantasía
#943 en Personajes sobrenaturales
#5571 en Novela romántica
accion y seduccion, magia negra brujas demonios, asesinatos y crimen
Editado: 01.06.2025