Olvidarte seria olvidarme /yueliang

Capítulo XLIII

Capítulo XLIII

"Hōkō, tu hogar"

Narra la autora.

El cielo diurno no tarda en colorearse grisáceo y las nubes oscuras cubrirle con sus relámpagos. Las gotas de agua dulce empiezan a humedecer las tierras, correr por los techos puntiagudos, colarse en los patios de las casas de las ciudades, unirse a las corrientes de las cuevas y mojar la piel lívida de la princesa que se esconde en unos metros bajos del acantilado, en una pequeña cueva que se ilumina con sus cabellos brillando.

Refugia su rostro en sus rodillas, abrazadas por sus brazos y llora, llora con el frío viento que viene del océano. Ese viejo escalofriante... le da la sensación de que fue él quien traicionó a su demonio interno. La tristeza en su alma la invade y no por ser demonio, no por tener oscuridad, no por remordimientos de nada; sino por mentiras. Le mintieron sobre su historia, le mintieron a sus padres y causaron la desaparición de su padre. Puede que su tío sea el culpable, no encuentra razón a que sea Satoshi el involucrado. Mienten, le han mentido en pleno abrazo cuando dicen sentir amor.

— Merda.... —hiperventila Alejandro con sus manos en sus rodillas; dándole un susto a Mitsuki— Che succede piccolina?

Ella lo mira, torciendo la nariz. No entiende cómo ha llegado aquí, justo ahora; pero al él ver sus lágrimas, la abraza sin esperar palabra.

— No, suéltame —lo empuja y él la mira asustado—. No tienes por qué abrazarme.

Se pone de pie y unos lirios blancos golpean su rostro. Su pulso se acelera tanto que, manotea las flores en pánico y cae fuera de la cueva, bajo la lluvia. Grita, siente sus piernas ser llevadas por unos lirios negros y enfrente suyo, ve el botón de la Lycoris Radiata. Lo aleja de ella, pero solo comienza a estirar sus hojas.

— ¡No! ¡No! ¡No!

Grita y se aleja en cangrejo. Su vista se cierra a esa flor que crece lento hasta sus codos e intenta enrollar sus pétalos en sus antebrazos.

— ¡Mitsuki! —escucha gritar a Alejandro y la tira hacia él.

Las flores desaparecen de su vista. Nota el borde de la caída al mar y mira, hiperventilando, los ojos oscuros y brillosos del niño que, la observa confundido. "Todo era ilusión..." se dice a sí misma. Mira la cueva y solo hay piedra mojada por la lluvia y hierba seca. No hay flores.

— ¿Qué...?

Y detiene las palabras de Alejandro al abrazarlo con fuerza y escuchar sus sollozos. Él la abraza, sin entender mucho, pero al verla así solo recuerda cuando él lloró por su madre, cuando su padre llegó a la casa del bosque y el niño solo tenía la pulsera de diamantes que su madre le dio en pleno incendio.

[...]

— ¡Si vas detrás suyo, serás igual de traidor que él! —grita un hombre en su cabeza, una voz que desconoce la asecha. El eco no es tan extenso, pero sí bastante chirriante como para hacerla llevar la punta de sus cejas al centro de su frente.

— ¿Dónde está la gema?

— ¡Michael, dame la gema!

— Eres tú la maldición.

— ¡Noooo! —grita con los ojos cerrados e, inconscientemente, presiona su cabeza con fuerza. Mucha fuerza. Quiere aplastar esas voces internas. Le taladran el cerebelo.

— Mitsuki....

— Te matarás a ti mismo, es lo deseado.

— No, mejor destruye el mundo, tendrás el control de todo.

— ¡No, dije que no! —golpea su cabeza con los puños. Todos hablan a la vez. Un hombre, una mujer, luego vuelve el hombre— ¡váyanse, váyanse!

— ¡Mitsuki! —reconoce la voz de Alejandro a lo lejos— ¡¿Qué haces?!

— ALEEE —lloriquea en ayuda— no me dejes.... no quiero estar sola....

— Nueve vidas, Michael —el eco llega a su mente, con más intensidad.

— Aquí estoy...

— Glen.... Glen.... Glen…. —el eco se alarga, es un hombre quien llama.

— Dime….

— Nos vemos en otra vida, hermano.... hermano.... —reconoce la voz de Michael— hermano….

— Nos quedan nueve vidas, Michael…. Michael…. Michael…. nueve vidas.... vidas….

— Maldita...

[...]

— ¡NUEVE! —salta la niña en su lugar, asustando al niño que se había quedado dormido sobre su cabeza, escondidos en la cueva mientras escampa.

— Tranquila, piccolina.... —advierte el pequeño, viéndola igual de alterada y desprendiendo vapor como antorcha. Se aleja un poco, siente que le quema la piel y Mitsuki lo nota. Lo observa detenidamente con sus iris rojas y pupilas rasgadas.

A Alejandro se le asemeja su rostro al de un zorro y jura, nos jura a nosotros, haber visto una sombra naranja encima del hombro de Mitsuki antes de que, ella se parara y saliera de la cueva. El aire fresco que ha dejado la lluvia, choca con sus mejillas y relaja sus mechas rojas. La hace pensar en el agua fría del océano y despeja su mente de la intensa calor que cubre su cuero cabelludo.

— ¿Te sientes mejor?

Escucho su ronca y debilucha voz. Respira hondo y reemplaza su malestar en una sonrisa ladeada. Lo mira por encima del hombro, está aterrorizado con ella, siente su miedo, aunque intente pelear con él. Ella sonríe de lado y mira al castillo, voltea y ve la isla con plenitud.

— Dime algo, Alejandro... —lo mira, él se mantiene enfrente suyo, con las mejillas coloreadas—. ¿Crees en los demonios?

— Eh.... creo che existe algo —se rasca la nuca—. io... pienso neutral.

Se le queda mirando y ella se extraña.

— ¿Qué?

— Avere consciencia de lo hermosa che sei?

La niña siente sus mejillas arder de repente. Nunca le había pasado, ni enojada, pero tiene certeza de que eso no es bueno.

— Yo sé —relaja su rostro con obviedad. "Enfócate, enfócate".

— oh, sai? —se acerca lento y le besa la mejilla derecha, encorvándose un poquito hacia adelante.

Ella sonríe y lo aparta jugueteando.

— Sí, lo sé.

Y él se acerca de nuevo, a darle un beso en la otra mejilla, más rápido antes que lo aparte.

— ¿Te molesta questo?

Sonriendo, la agarra por los hombros con delicadeza y besa la mejilla derecha. Ella ríe y él voltea su rostro para besar la otra mejilla.




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