Capítulo XLVII
"Palabras azules"
Narra Keng (niño)
No debí dejarla sola. Debí haber entrado anoche y llevarla conmigo a comer. Martin ha muerto en el accidente que ha ocurrido en la pista, él y muchos otros hombres. Mi hermana ha huido en busca de una venganza que, sinceramente, me encantaría estar con ella y ayudarla. Porque lo que ha hecho Kong Wei es inaceptable. Pero, también le daré tremenda bofetada a ella por irse sola.
Es por ello que estaba nerviosa cuando quise entrar al baño y no me dejó. Porque se estaba alistando. Por eso me dijo aquella noche que no quería discutirlo, ella ya lo sabía desde ese entonces. Desde que fuimos al castillo en el cumpleaños de mamá. Por eso se entrenaba tan duro y yo que, pensaba que sólo era su característica ambición por ser mejor en cada factor que pueda.
— Disculpen.... —irrumpe la rubia pequeña de ojos azules como el océano y labios rojos como las fresas. Entra a la habitación dónde yo estoy parado en la mesa, abalizando todo y Rogers y mi madre me miran cautelosos— creo que deberían ver esto....
— Gracias, mi niña —Miller besa su frente y ella se marcha, dejando claro que encontró una libreta encima de su almohada.
— ¿Qué es? —indaga mi madre con un nudo en la garganta.
— Parecen ser notas de comida, ejercicios, entrenamientos, peso corporal y altura de la princesa Mitsuki —ojea más la libreta roja de flores negras, no sabía que tenía una de esas.
— ¿Me permite ver?
— Claro —me la pasa, es más pesada de lo que creí.
Todo está aquí, la pista definitiva que le marca la cruz a mí idea. La frase que escribió en el centro: "Córtame con tu brillo y dispérsame en la noche, Luna"
— Ya sé a dónde fue.
— Oh, eso es rápido —Lucy apoya su mandíbula en su mano, prestándome toda la atención.
— ¿Dónde?
— La unidad de Nueva York, fue en su busca —dejo el cuaderno encima de la mesa de metal, suspirando—. Supongo que subestimé su genio —tomo una pausa antes de mirar a mamá que, me mira confundida, con ojos hinchados y su frente sudada—. Ella es capaz de escaparse de aquí sin que nadie se entere, sus poderes le dan esa ventaja; pero no te aseguro que fuera a hablar con el tío.
— ¿Sabes a qué fue? —pregunta Lucy.
— A matarlo —contesta su padre mirándome fijamente, pero su vista no está en mí ni en ningún lugar. Está perdido en sus pensamientos.
— ¿Dónde está Lawrence? —la voz quebrada de mi madre interrumpe el silencio excéntrico que dejaron los demás en la sala.
— Mi hermana es la reencarnación de un demonio, ya lo sabías madre —me pongo en pie—. Y ya sabemos a dónde ir, de seguro Lowrence está con ella. ¿A qué esperamos?
La cara desconcertada de todos sobre mí me irrita. ¿Qué nunca han visto a alguien con más coeficiente intelectual que ellos? Se quedan estáticos en sus lugares mientras que el tiempo corre sin perdonar.
— José —le miro y él me devuelve la mirada, carraspea antes de ponerse de pie y sugerir lo que ya yo había dicho. Irnos lo antes posible.
— Será mejor ir nosotros y que ustedes se queden aquí —señala Rogers apoyado en su cinturón—. Solo suponemos una vía, ¿pero si Lowrence es aliado de Kong Wei? Puede habérsela llevado a las malas, no podemos arriesgarnos más.
Los restantes en la sala recargan sus armas antes de ponerse en pie y planear el plan de entrada mediante murmullos.
— Lié.... —cuando miro, la tiene tomada de la mano. Clavando su asquerosa vista en los ojos de mi madre— quédate tranquila, la encontraré y....
— No te dirijas a mí así —le suelta la mano, dando un paso atrás—. No te he dado el permiso de tutearme y no me digas que me calme. Es tan evidente que hasta mi hijo de seis años lo supo con solo mirarme a los ojos. Soy una estúpida por creer que ella no se enteraría. Debí suponerlo y haber actuado antes que ella.
— Nada de lo que está sucediendo es tu culpa —la toma por las mejillas antes de que ella se vuelva a alejar y pedirle distancia.
De pronto, veo que la atención de todos está en ellos.
— Exacto —recoge sus cabellos en una coleta—. No es mi culpa, es tuya. Tú eres el culpable de que mi hija se haya ido sin decirle nada a nadie.
— ¿Qué...?
— Tú y todos los de aquí son culpables —se voltea a la mesa, señalando a Kamba, José, el capitán y Lucy—. ¿Dónde estaban cuando ella se fue? Dijeron que nos protegerían, pero son todos unos inservibles. Si a mi hija le pasa algo, todos ustedes serán condenados —señala uno por uno con su dedo— Todos.
— Reina Lié, por favor, cálmese. Se está dejando llevar por la ira.
Argumenta Tyler, abandonando su asiento.
— ¿Quién se cree usted para hablarnos así? —replica Lucy, empujando su silla hacia atrás—. Hemos hecho lo mejor que se puede hacer por protegerlos a ustedes, no sea mala agradec....
Su padre la toma por un brazo, pidiendo silencio. Mi madre en cambio planea abandonar la sala y yo le sigo detrás, pero Rogers se interpone en su camino.
— ¿Y nosotros qué? ¿Qué harás con lo que siento?
— ¿Cómo puedes permitir que nos hable así, padre? —balbucea Lucy viendo cómo el capitán Miller masajea su cien, se pone en pie y deja la sala de juntas. Más atrás le reclama Lucy, persiguiéndolo.
— No hay un nosotros —con frialdad y sin pestañear, mi madre le contesta a Rogers, alegrando mi corazón—. Tus sentimientos no son correspondidos, Sargento Rogers, eso ya lo sabe usted.
No puedo evitar sonreír a espaldas de mi madre, por fin se da cuenta.
— ¿Me vas a decir que no sientes nada por mí? —sigue suplicando con ojos cristalinos, intentando tomar a mi madre por sus mejillas, pero ella se lo impide. Baboso— ¿Me dirás qué solo imaginé como en los últimos meses nuestra confianza ha aumentado más de lo debido? ¿Acaso ya se te olvidó todo lo que hemos vivido?
— Mi corazón solo le pertenece a un hombre y es Keng. Mi rey —música para mis oídos y sus melodías siguen reproduciéndose—. Pensé que podría haber algo, pero me equivoqué. Yo sigo muy enamorada de él y no voy a jugar con nada ni los sentimientos de nadie. Déjame en paz Rogers. No funcionó.
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Editado: 01.06.2025