Capítulo XI
"Amor de hermanos"
Narra Lié Kin Hoo J.S
— Si necesitan algo, llámenme —termina de subir mi bolso, Kong.
Sus cejas abultadas me resultan tan peculiares, tan gruesas como la de mi suegra. Bueno, difunta suegra. Desde su desaparición en aquel accidente de avión, todos la dieron por incinerada.
— Tranquilo, estaremos bien.
Espira bajando sus hombros y, seguido de ello, las escaleras y se posiciona al lado de Matilde.
— ¡Vamos, pelusa! —Keng le llama al pie de la escalera.
— ¡Te he dicho que no me llames así! —sube de rabieta y al dar la vuelta a la puerta, cambia su expresión facial obstinada a una dulce.
Se despide de los empleados, la prima y su tía, con un meneo de dedos cordial. Una vez la puerta sube para cerrarse, nos marchamos a los asientos.
Con suma fineza, Mitsuki se sienta en los asientos del centro; cruzando sus piernas y colocando uno de sus libros sobre sus muslos.
— ¿En serio vas a leer ahora? —tuerce la nariz, mi hijo guapo.
Observándolos, tomo asiento en los asientos frente a ellos, al lado de la ventana.
— ¿Se te ocurre algo más divertido? —le dice sin apartar su vista del libro.
— Hablar conmigo, tu hermanito del alma.
Le mira de soslayo y pasa la primera página— No, gracias.
Él fríe un huevo con los labios, bizqueando.
— Tú te lo pierdes.
Tan testarudos....
— Tesoritos —interrumpo su tan cariñosa y calmada charla desdén—. Quisiera deciros algo.
Ninguno de los dos se mueve de su lugar, por lo que, simplemente, doy por hecho que mi cara no muestra mucho respeto.
— Bien, cuando lleguemos a Italia, tal vez se les haga un poco extraño y fuera de lugar. Y es normal, estarán fuera de su habitual zona de confort y....
— A mí no me molestan los cambios —opina Keng, jugando con el lóbulo de su oreja. Mece sus piernas sin tocar el suelo.
— A mí tampoco —le sigue ella.
Muerdo mi lengua, al menos no pelean.
— Perfecto —cruzo mis dedos alrededor de mi rodilla y les sonrío—. Porque quiero que se comporten como seres humanos y no como leones en una jaula.
— Es él el que siempre anda en otra luna.
— ¿Segura? —le ladea una sonrisa.
— Creo que este viaje será fenomenal —me mira, ignorándolo por completo—. Conoceré al resto de mi familia, a mis primos, a mis tíos e incluso podré espantar a más vecinos. ¡Genial!
Vuelve a su lectura en un brinco de hombros.
— Mitsi, te pido de favor que evites hacer eso. Nadie puede saber de tus poderes.
Le aliento y ella no emite acción facial alguna.
— ¿Má? —le miro al de ojos azules— ¿Habrá niñas lindas?
Tomo un suspiro; dame paciencia, Dios.
— Sí.
— Pobre de ellas —bufa Mitsi.
— Serán afortunadas de conocerme —se lleva una mano al pecho, melodramático.
— ¿Acaso no ves lo enano que eres? Para lo único que te querrán es para servir de silla.
— No me molesta. Es más, cuando crezca, tendré muchos hijos, pero nunca me casaré. Así tendré muchas mujeres y me evito los problemas matrimoniales.
— Ya. Eso si es que alguna de ellas llega a soportarte.
Ella larga una carcajada burlesca, sentándose mejor.
— Oh, ya desearías —entrecierra sus ojos—. A mí me aman todas, hermanita, hasta tú.
— Porque nuestro lazo sanguíneo me obliga, que sepas.
— ¡Bah! —se posiciona enfrente de ella—. Si supi....
Les dejo proseguir con su nueva pelea verbal. Estos niños me dejan sin neuronas, prácticamente, a diario. Pensé que las palabras de portarse bien, de ser cariñosa y cuidar a su hermano, Mitsi las decía de verdad, durante el embarazo; pero han dado un cambio radical. Hasta la más mínima hormiga enfrente suyo causa una pelea que, termina en revolcones por el suelo.
Ojalá estuviera aquí, conmigo. Tal vez él sabría cómo detener sus constantes peleas. Era maravilloso cuando de calamar a Mitsuki se trataba. Todo su ser, su carisma, su dulce y coqueta sonrisa que hace latir a mi corazón desbocadamente. Sus abrazos, sus cariños en mi oído. Nunca me dejaba estar enojada con él por más de dos minutos, siempre hallaba la manera de contentar a mi alma sin importar qué. Así como cuando me volvió a reunir con mi familia biológica....
Pero en fin.... supongo que ese no era mi "felices por siempre". Ya veo que solo formaba parte de mi castigo. No sé por qué razón lo estoy siendo, pero algo he pasado por alto y la vida solo me azota para darme una lección que no acabo de entender.
— Emmm.... mamá —le miro, de pie a mi lado, agarrando los dedos de mis manos.
Es tan tierno con su naricita refinada igualita a la de mi amor....
— ¿Sí, cariño?
— ¿Por qué lloras? —me quedo en silencio. Intentando disimular y entre pestañeos mis lágrimas cortar— Te has puesto a mirar el océano y es como si te estuvieras ahogando en él —aprieta los labios—. Sólo que aquí afuera.
Le acomodo el cuello de caja de su suéter gris. Es tan mono, tan bonito como su padre. Es demasiado su parecido. Sus ojos en un tono azul verdoso, rasgados de pestañas onduladas y tan profundos como el Océano.
— Mami, ¿puedo hacerte otra pregunta? —tantea, plantado enfrente mío.
Su similar es más que solo el físico, sus cariños, su manera tan especial de mirarme con ese brillo singular en sus pupilas. Tiende a hablarme jugando con sus dedos o tomando mi mano, como si de ella me indicara que en él puedo sostenerme sin miedo a caer.
— Claro —le sonrío, con un leve picor en mis párpados.
— Mi hermana me ha dicho que el abuelo Omar y la abuela Gina no son tus papás biológicos, pero que creciste con ellos. Así que deduzco que eres adoptada —rasca su nariz—. Entonces, sí es así, tía Minshee, por llevar tus mismos apellidos, es tu hermana biológica. Lo que no entiendo es que solo os lleváis un año y, sin embargo, crecieron en continentes muy diferentes. ¿Cómo fuiste a parar en Italia con solo cinco años? La pesada de mi hermana no se molestó en contestar mis preguntas por estar leyendo sus libros de historia.
#786 en Fantasía
#506 en Personajes sobrenaturales
#3352 en Novela romántica
accion y seduccion, magia negra brujas demonios, asesinatos y crimen
Editado: 01.06.2025