Olvídate del Pasado

↬Prólogo↫

Era un día como cualquier otro, mis compañeros jugaban felices en el patio de nuestro colegio, las profesoras fumaban en el patio mientras odiaban su trabajo. Los árboles se movían ligeramente por la suave brisa, pero sin embargo para mi había algo distinto, algo dolía en mi pecho, sin saber que era lo que podía estar afectándome camine unos pasos y tome asiento en un banco que había afuera en el patio, mientras veía a todos mis amigos jugar, divertidos a la escondida.

Estaba en el último año de la primaría y seguíamos siendo tan niños, tan felices. Horas después la campana que daba por finalizada las horas escolares, sonó y todos los alumnos del colegio se dirigieron a la salida en busca de sus padres, que los venían a recoger. Mi hermana menor y yo nos reunimos en la salida del colegio, buscando a nuestra madre pero no había rastros de ella, buscamos unos minutos entre la multitud, mientras yo sostenía la mano de mi hermana menor para no perderle de vista. Al no verla, decidimos caminar solas a casa.

Abrimos la puerta y los sollozos de nuestra madre se escuchaban en toda la casa, ella se encontraba en la cocina, sentada con un papel en sus manos, nos acercamos lentamente, presas de la curiosidad y tristeza de ver mal a nuestra madre, ella casi nunca se ausentaba a la hora de salida de nuestro colegio.

Mamá nos miro unos segundos en los que de mi parte sentí interminables, ella era una mujer muy bella pero sus ojos reflejaban el dolor que nuestro padre le hacía vivir noche a noche. Su pelo era castaño oscuro, con tonalidades rojizas en sus mechones, tenía el cabello levemente ondulado y unos hermosos y grandes ojos color cafés, me alegraba saber que nosotras no teníamos ni un rasgo a nuestro padre y si a ella. Ella sonrió débilmente y nos acompaño a nuestros cuarto, nos sentó a ambas en mi cama, una cama chica, pero acogedora.

"Niñas, mamá las ama mucho, me hubiese gustado darles un mejor futuro, no se merecen esto en lo absoluto, esto es mi culpa, no debí creer en las palabras de su padre, lamento mucho que a esta edad deban vivir cosas como estás, enserio lo siento, espero en un futuro sepan comprenderme."— Se disculpó mi madre apoyando su cabeza en mis piernas y tomando de la mano a mi hermana."Chicas si algo llega a pasar esta noche deben prometerle algo a mamá, ¿podrían hacer algo por mi?"— Preguntó nuestra madre, con rasgos de desesperación en su voz.

Ambas asentimos inconscientemente, porque éramos solo unas niñas preparándonos para escuchar lo peor, éramos chicas pero habíamos pasado cosas muy feas y horribles, especialmente yo, en las noches que mi padre llegaba ebrio y drogado.

"Sé que son unas niñas valientes y fuertes, por eso esta noche cuando su padre llegue por favor, cuando comiencen a escuchar gritos, solo corran por la salida trasera, vayan donde se encuentra el Detective Fraine, y solo con él hablen y le dicen que su madre lo necesita."—     Ordenó ella secándose las lagrimas mientras nos miraba."Él daño a mucha gente de aquí, incluso lastimó a un compañero de trabajo de él, que tenía un hijito unos años mayores que ustedes, debe ir con la policía. ¿Entendieron niñas? — Preguntó ella agitada mientras ponía algo de ropa debajo de nuestras camas, para que nuestro padre no sospechará nada, o al menos eso suponía yo.

Tenía miles de preguntas encima, era chica y la curiosidad me comía por dentro. Solo recuerdo que ninguna palabra salió de mi boca aquel día, ya que moría de curiosidad pero también estaba asustada y no era para menos, tenía solo trece años. Las horas pasaban y el sol se escondió, dejando ver las estrellas brillantes en un cielo realmente oscuro.

Ruth estaba durmiendo en su cama, mientras que yo guarde los libros del colegio y me dirigí a despertarla. Pero no hizo falta cuando se escuchó el portazo en la entrada, que nos hacía saber que nuestro padre había llegado, su voz pronunció el nombre de mi madre, en tono enojado.

Mi hermana y yo volvimos a la cama asustadas, porque sabíamos que él vendría a ver si ya nos encontrábamos durmiendo, y así fue, el abrió lentamente la puerta, la cual producía un chirrido horrible. Pero nosotras estábamos tapadas hasta el cuello, en diferentes camas, pero ambas del temor que teníamos encima, realmente actuamos muy bien el papel de dormidas.

Él cerro nuevamente la puerta del dormitorio y se comenzó a escuchar los gritos de nuestro padre por toda la casa, Ruth y yo tomamos la ropa que mamá nos había dejado debajo de la cama, mientras asustada de que nos encontrara nuestro padre, nos cambiábamos la ropa nerviosas y tratando de no hacer ningún ruido que pudiera alertarlo.

Nos acercamos a la puerta de nuestra habitación, para escuchar la discusión que estaban teniendo.




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