Olvidé decirte adiós

PRÓLOGO

IRIS.

—¿Es cierto? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.

Mi garganta está seca por la angustia, y mi voz tiembla al verlo ahí, tan roto, con su traje negro sentado en uno de los banco del parque, tiene los ojos hinchados de tanto llorar.

Travis levanta la mirada. Su rostro, completamente pálido, hace que sus preciosos ojos azules, enrojecidos y tristes se resalten todavía más.

Su padre, Steve Connors, murió dos días atrás, en un aparatoso accidente de coche, y desde entonces, nada en este pueblo se siente igual. Todos los vecinos están devastados, era un hombre muy querido aquí. Pero su mensaje, junto con los rumores, me lo dicen todo. Es cierto, Travis se marcha.

—Sí. Nos vamos mañana —responde susurrando después de un rato—. Mi madre dice que ya no podemos quedarnos. Sin papá… todo se está viniendo abajo. Necesitamos volver con mis abuelos a la ciudad. Tenemos obligaciones en la empresa familiar. —Niega triste.

Travis me contó una vez que su madre se mudó aquí por amor a su padre. Ambos trabajaban en la clínica del pueblo: ella llevaba la contabilidad y él ejercía como médico. Se conocieron en la universidad, donde comenzó su historia juntos.

Sin embargo, el abuelo materno, dueño de una empresa en la gran ciudad de donde ella provenía, nunca estuvo del todo de acuerdo con la mudanza. Aunque la aceptó a regañadientes, siempre quiso tenerlos cerca.

Supongo que ahora ya no tiene sentido que se queden aquí.

Siento un vacío en el estómago.

No sé qué decir.

No sé cómo detener todo esto.

Mi cabeza está llena de preguntas que no me atrevo a hacer por miedo a la respuestas. Trago saliva y, finalmente, pregunto…

—¿Y nosotros? ¿Qué va a pasar con lo nuestro Travis?

Nos amamos, eso lo tenemos claro. Pero para el resto del mundo «adulto» seguramente lo que tenemos, lo que sentimos, no significa nada. Al final, para ellos solo somos dos adolescentes viviendo una aventura, pero yo siento que voy a morir.

No quiero perderlo.

Para mí, Travis lo es todo. Y sé que para él yo también lo soy. Solo hace falta, ver cómo nos miramos; en nuestros ojos está la respuesta.

¿Qué saben ellos sobre nuestro amor?

—No quiero irme, Iris, pero no tengo opción —dice, apretando los puños con fuerza. Baja la mirada, y luego la levanta de nuevo, con los ojos llenos de lágrimas—. Prométeme algo, por favor. Nena, prométeme que no me olvidarás…

—Nunca podría olvidarte. Te amo, Travis —lo abrazo, sintiendo cómo las lágrimas empiezan a correr por mi rostro.

—Yo también te amo —dice, mirándome fijamente—. Volveré, te lo juro. Y cuando lo haga… nos casaremos. Serás mi mujer.

Sus palabras me llenan de esperanza, aunque que quizás es solo una promesa para calmar el dolor que sentimos. Aun así, quiero creerle, elijo creerle.

—Te esperaré —respondo con la voz rota, pero con el corazón acelerado y lleno de amor. Esperaré a que vuelvas a por mí.

Travis da un paso hacia atrás, luego vuelve a dar otro hacia mí, como si estuviera dudando. Al final, me rodea con sus brazos y me besa. Es un beso largo, lleno de tristeza, pero también de todo lo que no podemos decirnos. No es nuestro primer beso, pero algo me dice que es el último. Cuando se separa, me sostiene de las manos y me mira como si quisiera grabar mi rostro en su memoria.

—No importa cuánto tiempo, pase, siempre voy a pensar en ti —aprieta mis manos con fuerza y me abraza. —Te quiero.

—Yo también —susurro, intentando que mi voz no se rompa.

Nos quedamos abrazados, sin querer soltarnos.

El tiempo parece detenerse, pero no es verdad, el tiempo corre, no puede detenerse. Travis muy pronto, se marchará.

Cuando por fin se aparta, me acaricia la mejilla con una suavidad infinita. Susurra un «te amo» casi inaudible antes de darse la vuelta y alejarse. No mira atrás. Simplemente se va… Se marcha sin decir adiós.

Lo observa caminando hacia la salida del parque. Quiero detenerlo, pero no lo hago. No puedo. Solo me queda mirarlo desde aquí, viendo cómo desaparece.

El parque, que ha sido desde nuestra primera cita, nuestro lugar de encuentro, ahora parece vacío.

Me siento en el banco donde estaba Travis tan solo hace unos minutos, abrazando mis rodillas y lloro en silencio. No quiero que nadie me vea hacerlo.

Entiendo que él no tiene opción, pero eso no hace que duela menos. Cierro los ojos y repito en mi mente sus palabras.

«Volveré, en cuanto pueda volveré a ti y cuando lo haga, nos casaremos».

Quiero creerlo, y lo hago, creo en su promesa con todas mis fuerzas. Pero en el fondo de mi corazón, muy dentro de mí, una parte sabe que ese día nunca llegará.

❤️Solo se tarda un minuto en decir «hola» y una eternidad en decir «adiós».❤️

Bienvenidas florecillas a esta nueva historia de amor, decepción y segundas oportunidades;

deseo que os agrade tanto leerla, como a mí me está gustando a mí escribirla.

¡GRACIAS por estar aquí acompañándome en esta nueva aventura!




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