IRIS.
Diez años después…
—Entonces repíteme, ¿qué pasó con el chico del bar, el que conociste en el «Nine»? —pregunta Halle, mientras se inclina sobre mi escritorio, como si fuera a contarle el mayor secreto del mundo.
Levanto la vista del informe que estoy revisando y me cruzo de brazos. Su expresión y su tono curioso me hacen sonreír. Es la mejor de las mejores.
—Se llama Víctor. —Sonrío porque para ella no dejará de ser el chico del bar. —Pues nada, me escribió ayer y me invitó a salir este viernes. Le dije que sí.
Halle arquea una ceja, claramente interesada. Hasta ahora, a todos los chicos a los que he conocido a través de esa app, en la que mi querida amiga me creo un perfil, los he ido rechazando, pero este parece diferente. Lo conocí en persona y aparte de ser guapo, parece un buen hombre.
—¿En serio? ¿Y cómo es? Dime, porque la última vez que te vi emocionada por alguien, o sin rechazarlo tras la primera cita estábamos en la universidad. —Ruedo los ojos, porque siempre está igual.
—Es… guapo e interesante. —Busco las palabras correctas mientras recuerdo la conversación que tuvimos en el pub. —Parece un chico simpático y directo, pero no en plan pesado. Hablamos un buen rato de cosas normales, nada fuera de lo común, y eso me gustó. Me sentí cómoda, ¿sabes?— Me pareció alguien con los pies en la tierra.
Halle asiente lentamente, como si estuviera evaluando cada palabra.
—Bueno, me alegra que le hayas dicho que sí. Y aunque me extraña, me alegro. Ya era hora de que te animaras a salir con alguien. Además, ahora no me sentiré mal por dejarte sola en el apartamento, para salir. Aprovecharé el viernes para quedar con Míriam.
—¿Tu prima? —pregunto ignorando que da por hecho que tendré, más de una cita con Víctor. Cuando ni yo lo sé.
—Sí, quiere que la ayude con un proyecto de la universidad. Pero escúchame bien, si algo va mal en tu cita, me llamas, voy con una excusa y te rescato en menos de cinco minutos.
Río, negando con la cabeza.
—Gracias, pero creo que no hará falta. Sé defenderme sola, me has enseñado bien.
Desde que llegué a esta ciudad, Halle ha sido como mi otra mitad. La conocí en la universidad y, aunque no estudiábamos la misma carrera, rápidamente nos volvimos inseparables. Fue ella quien me enseñó defensa personal. Su padre, Ben Peterson, es policía en la ciudad de Oves, donde Halle ha crecido.
Conoce a mucha gente aquí, pero siempre dice que soy su mejor amiga, la única con quien nunca se aburre. Sinceramente, yo también la adoro. Somos muy diferentes, y creo que justamente por eso nos llevamos tan bien.
Después de graduarnos, postulamos juntas a «Importaciones Hatton». Y como si el destino estuviera de nuestro lado, ambas conseguimos el trabajo.
Yo soy asistente del director de ventas, y Halle trabaja en recursos humanos. Compartir oficina no solo ha fortalecido nuestra amistad, sino que ha hecho el día a día mucho más llevadero.
—Deberíamos hacer algo juntas pronto —dice Halle de repente, interrumpiendo mis pensamientos—. No sé, un cine, una cena… lo que sea.
—Podríamos, sí. —Le sonrío justo cuando escuchamos unos pasos acercándose.
Morrys mi jefe, asoma la cabeza por la puerta. Sí, el mismo Eduard Morrys Hatton, futuro dueño de esta empresa.
—¿Interrumpo algo importante? —carraspea, aunque su sonrisa me indica que solo quiere molestarnos, está bromeando.
—No, solo hablábamos de cosas mundanas. —Halle se endereza rápidamente, pero aún lleva pintada una sonrisa divertida en la cara.
—Bueno. Iris, cuando puedas, pásate por mi oficina. Necesito revisar unas propuestas antes de enviarlas al departamento de finanzas.
—Por supuesto jefe, ya voy.
Morrys asiente y se retira, dejándonos a solas otra vez.
—Tienes suerte con ese jefe. —Halle suspira—. Yo, en cambio, tengo que aguantar a Laura, que parece que no va al baño por las mañanas siempre con esa cara de estreñida.
Sonrío, porque no puedo negarlo. Morrys es muy buen jefe, muchas compañeras, según Halle, me envidian, pero después de tres años trabajando juntos, he demostrado mi valía, y nuestra relación ya es algo más que profesional. No somos exactamente amigos cercanos, pero nos entendemos bien, y eso hace que venir a trabajar no sea tan pesado.
—Bueno, me voy. Tengo cosas que hacer. —Halle me guiña un ojo—. Y tú piensa en qué vas a ponerte para esa cita del viernes.
—Te aviso si necesito ayuda con eso. —Le sonrío mientras la veo salir hacia su puesto.
Vuelvo a centrarme en mi trabajo, pero mi mente está en otra parte. Estoy un poco nerviosa por la cita, pero también ilusionada. Hace mucho tiempo que no me gusta nadie así. Tal vez sea hora de cambiar eso. Es hora de olvidar el pasado y darme una oportunidad de amar de nuevo, de verdad.
Regreso al informe que estaba revisando cuando, unos minutos después, Morrys vuelve a aparecer por la puerta. Esta vez, se apoya en el marco con una carpeta en la mano.
—Cuando Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma —se burla, me entrega unos contratos y sonríe y yo maldigo por olvidarme de que me mandó llamar a su oficina. —Por cierto, Iris, casi lo olvido —dice mientras hojea los papeles—. Mañana tenemos una reunión importante con unos nuevos clientes.
Levanto la vista, esperando más detalles.
—Hemos quedado para almorzar en «Rizzo». Necesito que me acompañes. Ya sabes cómo son estas cosas, suelen ser tensas y tú, tienes ese toque para suavizar el ambiente.
Asiento. Después de tres años trabajando juntos, ya me he acostumbrado a este tipo de encargos.
—Claro, no hay problema. Te acompañaré.
—Perfecto. —Cierra la carpeta y me dedica una sonrisa—. Y, obviamente, aunque te invite a almorzar, te pagaré las horas extras.
No puedo evitar soltar una carcajada, y él también se ríe.
—Oh, gracias, jefe. No sé cómo podría sobrevivir sin ese gran incentivo.
#750 en Novela romántica
#277 en Chick lit
adiós con amor, reencuentro no esperado, olvidar a un viejo amor
Editado: 08.02.2025