Olvidé quien era

4

Anochecía. La diana parecía estar más lejana y borrosa por momentos. Tensó la cuerda fuertemente, tanto que incluso se hizo daño en los dedos con el disparador. Dirigió su mirada desde el emplumado hacia la punta de la flecha. Estiró un poco mas, contuvo el aliento y soltó. La flecha cruzo el espacio, fluyendo con un zumbido, hasta clavarse en el centro del círculo. Sang Jae bajó el arco satisfecho.

Se paso el antebrazo por la frente, llevaba demasiadas horas al sol y estaba sudando. Durante la tarde había estado enseñando a unos niños a utilizar el arco y las flechas, ellos lo compararon con el elfo de aquella película por qué siempre acertaba en el centro de la diana. Llevaba años practicandolo. Tras la muerte de su madre probo muchos deportes ante la insistencia de su padre a que ocupara su tiempo libre. Finalmente el tiro con arco se convirtió en su vía de escape. Le daba la capacidad de evasión que necesitaba ya que requería mucha atención y disciplina. Mientras tenía el arco en las manos nada en el mundo podía distraerlo.

Entrego los enseres a la chica de la caseta de actividades y le agradeció que esperara unos minutos más allá de la hora de cierre por él. No se sentía hambriento así que decidió ir a su cabaña para darse una ducha y pasar de la cena. Después bajaría a tomar alguna copa con los chicos.

Al cruzar el jardín vió a lo lejos el resplandor de las antorchas que adornaban la zona de los balancines.

"¿Estará ahí?" Dudó unos segundos, pero de repente estaban dirigiéndose hacia allí de manera casi inconsciente. Y efectivamente allí estaba, sentada en los más cercanos. Llevaba el pelo en un moño a medio hacer y se había puesto sobre el uniforme una chaqueta rosa.

- ¿Tienes frio? -preguntó mientras le sorprendía sentándose a su lado. Abbi se sobresalto ligeramente pero le recibió con una sonrisa.

-Un poco -agregó algo avergonzada por que de nuevo la hubiera encontrado ahí cuando supuestamente no podía estar.

-Eres la primera persona que veo con chaqueta desde que estoy aquí, pensaba que ni si quiera existían a este lado del mundo - dijo intentando bromear. Pero la frase le quedo demasiado inexpresiva.

- ¡Oh! ¿Esto? -Se miro una manga- Soy algo friolera. Mi madre siempre dice que soy afortunada por haber nacido en una zona tan cálida. Si lo hubiera hecho en Rusia me bañaría vestida y dormiría sobre un radiador.

Ambos mantuvieron el silencio por un instante. Abbi se fijó en que llevaba un aspecto algo descuidado, cosa que no era costumbre en el que siempre iba como si lo acabaran de preparar para una sesión de fotos.

-Un día leí que las mujeres sois más frioleras que los hombres por que en ese sentido están mejor diseñadas -soltó de pronto-. Si la mujer siente frio es por que utiliza su sangre para calentar los órganos más importantes del cuerpo. Pero el hombre despilfarra su sangre manteniendo caliente la piel.

- ¡Que Interesante! Pero yo también tengo la piel caliente. Mi hermana dice desprendo tanto calor como una estufa, mire... -agarro la mano a Sang Jae. Ambos se miraron confusos ante el contacto de su pieles. Ella apartó rápidamente la mano y su mirada.

"¿No eres consciente de con quién estas? ¿Como has podido agarrarle la mano como si nada?" se regañó a sí misma.

-Es cierto -musito para romper el silencio incomodo que se había producido durante unos segundos-. Tu mano está ardiendo.

-Soy muy rara -sonrió tímidamente.

-O la mujer mejor diseñada del mundo -contestó

"¿Es eso un piropo?" Abbi sintió como sus mejillas comenzaban a arder.

-Por cierto -dijo Sang Jae rápidamente-, he pedido reorientar los balancines. Quizá logremos que desde todos pueda verse el mar.

Sang Jae sonrió ampliamente. Esa sonrisa no iba acorde con la personalidad del joven. Cuando sus labios se curvaban hacia arriba adquiría un aire de chico presumido y desafiante. Era como si hubiera intercambiado su sonrisa con Henry. Ya lo había visto sonreír muchas veces en la última semana y esta era la primera vez que era a ella. Abbi se contuvo para demostrar la tremenda felicidad que aquello la producía.

- ¿Señor puedo preguntarle algo?

- ¿Cuantos años tienes Abbi? -replicó divertido.

-Veinte -respondió arrugando la frente-. Bueno el mes que viene hago veintiuno.

-Yo tengo veinticinco.... recién cumplidos -se apresuro en añadir- Deberías usar lenguaje informal conmigo y llamarme Sang Jae. También puedes llamarme Jae o como mas cómodo te sea.

-De acuerdo Jae -dijo casi en un susurro.

"Mis mejillas van a explotar y después lo hará mi corazón" pensaba mientras el asentía satisfecho.

-Quería preguntarte si habías estado ya antes en el hotel.

-Si, por supuesto. Vine cuando lo estaban construyendo -explicó-. También el año pasado estuve por estas mismas fechas alojado una semana.

Abbi abrió los ojos con sorpresa. El verano anterior estuvo muy cerca de del joven y no se habían ni cruzado. Era algo normal, en su anterior puesto no coincidia mucho con los huéspedes.




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