Ya estaban a mediados de Agosto. Ese día el sol había amanecido tapado por unas nubes ligeramente grises y una brisa que hacía más llevaderos los treinta y cuatro grados que marcaba el termómetro. La familia se desplazó a un bosque situado a las afueras del pueblo. Solían acudir allí ya que tenían una zona acondicionada para poder hacer barbacoas y unas robustas mesas de madera vieja para disfrutar del festín. Ese día iban a celebrar el cumpleaños de Abbi y que la operación de Diego de hacía unas semanas fue un éxito.
Abbi dejo la nevera repleta de hielos y bebidas sobre la tierra, tras ella su hermana dejo caer otra, la cual fue a parar sobre su pie.
- ¡Valeria! ¿Es que siempre tienes que ser tan burra? -Le recriminó su madre al ver la cara de dolor de su hija pequeña.
-La culpa es de ella que tiene unos pies muy grandes - espetó.
Abbi le dio una colleja a su hermana.
- ¿De qué vas? -replicó dolorida.
-La culpa es tuya, que tienes una cabeza enorme -respondió con retintín.
- ¡Mama! ¿Y a ella no la dices nada? -acusó señalándola.
-Dios... -Sara miro al cielo-... dame fuerzas para no matarlas antes de que me hagan abuela.
-Te costará creértelo mama, pero estos momentos se echan de menos -Meri llegó donde estaban ellas con su hijo en brazos. El niño estaba mordisqueando un trozo de pan con sus pequeños y escasos dientes.
- ¿Es posible echar de menos que estas dos se estén peleando hasta por respirar? -pregunto escéptica.
-Pues sí, incluso me siento un poco excluida al estar fuera de casa -confesó.
-No estás excluida Meri -le consoló Valeria pasandole un brazo por los hombros-. Para mí es como si nunca te hubieras ido, sigues riñéndome y mandándome como hacías antes.
-Muy graciosa -refunfuño-. Ya verás cuando os marchéis de casa, os pasara lo mismo y os echareis de menos.
-Ni de coña -bufaron al unísono mientras una se frotaba la cabeza y la otra el dedo gordo del pie.
-Cuando me marché de casa -prosiguió Abbi-, lo primero que agradeceré será dejar de compartir cama con esta marmota.
-Y yo -apunto Val-, por fin dejare de morirme de calor por dormir con la estufa humana.
-La verdad es que tiene que ser muy divertido veros a las dos discutiendo en la cama como en una comedia de esas donde viejo matrimonio se desea la muerte -apuntó el marido de Meri que paso junto a ellas cargado con una parrilla y un saco de carbón.
Patrick era todo lo opuesto a ellos. Rubio, de piel clara y tenía los ojos color aguamarins. Era de Australia, pero llevaba toda su vida allí. A su padre lo trasladaron por trabajo cuando él era muy pequeño. Él y Meri se conocieron en la universidad. Su hermana estudiaba historia y Patrick informática. Meri trabajaba en la biblioteca y el pasaba largas tardes allí, lo que los hizo ser primero grandes amigos, luego novios y después marido y mujer.
- ¿Donde está mi padre? -le pregunto mientras dejaba al niño en el suelo. Al momento tuvo que agarrarlo del brazo, por que el niño ya se disponía a echar a correr con sus torpes pasos.
-Ahí viene con sus muchachos -dijo divertido mientras señalaba con la cabeza.
Diego traía a los dos jóvenes cargados hasta arriba. Cuando los vieron no pudieron contenerse la risa. A Shin Woo no se le veía tras la pila de leña, de Henry solo se percibía su despeinado flequillo.
Sara había insistido hasta la saciedad a su hija para que invitara a Henry a su cumpleaños. Amenazando con presentarse al hotel a invitarlo personalmente si ella no lo hacía. Como no tenia opción, decidió hacerlo fácil e invitar a Shin Woo, lo que conllevaba que Henry lo acompañara. Así evitaba dirigirse directamente a él. Jae aún no había vuelto de Seúl.
-Muy bien chicos ahora todo eso se lo dejáis allí a Patrick. Si veis que hay alguna mojada la apartáis -Diego le dio una palmada en la espalda a Henry y este casi perdió el equilibrio-. Parecéis poca cosa pero estáis fuertes.
-Si Señor Márquez -corearon servilmente.
Diego sonrió satisfecho. Solo pasó veinticuatro horas en cuidados intensivos y tras diez días había sido dado de alta en el hospital. Y aún que su mata de pelo negro había desaparecido, estaba débil como un niño y pálido, el médico le decía que se recuperaba muy rápido.
Los chicos se fueron a la zona de las parrillas mientras ellas se quedaron en la zona del merendero.
- ¿Por qué no ha venido Itzel? -Meri colocaba los cubiertos y servilletas sobre la mesa de madera.
-A Rubén se le acaban las vacaciones; mañana sale de nuevo el crucero y se marcha por unos meses -Abbi se sentó con su sobrino en brazos-. Quiere estar con su amado hasta el último momento.
-Su madre me dijo que traería a Jorge cuando acabara el partido de fútbol para que comiera con nosotros -Sara iba sacando platos y vasos de plástico y los iba colocando donde su hija dejaba cubiertos. Valeria se sentó tecleando frenéticamente en su móvil.
-Valeria quieres dejar ya ese cacharro -grito Sara-. Espero que pares durante la comida. Tenemos invitados.