Olvidé quien era

10

Henry vigilaba el parking del hotel escondido tras unos arbustos. Una de las muchas  iguanas que paseaba libres por el lugar se paró junto a él y le miro mientras sacaba su lengua repetidamente. Estiro la pierna y la aparto con el pie con sumo cuidado. Parecía inofensiva, pero los reptiles le daban demasiado asco; hasta tres veces tuvo que alejar de su lado al bicho que parecía no entender que allí no era bien recibido. Escucho el pitido que hacia el coche de Abbi al cerrarse. Se agazapo entre los frondosos matorrales mientras ella se acercaba por el camino de baldosines. Venia tecleando en su móvil con una mano y con la otra se enredaba unos mechones de pelo entre los dedos.  

"¿Cómo puede ser tan bonita?" Henry sonrió completamente encandilado. Cuando ella estuvo a su altura salió de golpe de su escondrijo.

—¡Por favor Henry, que susto! —se llevó la mano al  pecho y cerró los ojos—. No puede ser, ¿ya vas a empezar a fastidiarme? Ni si quiera he fichado.

— Luego yo soy el creído —resopló con arrogancia—. ¿Te crees que vivo pendiente de ti? ¿Eh? He salido a correr—ella lo miro entrecerrando los ojos; no lo había visto hacer ejercicio en todo el verano. El notó el recelo —. Salgo a correr todas las mañanas, solo que tu no me ves —  se limpio la frente con el antebrazo como si tuviera sudor—. Por cierto, ya que nos encontramos ¿no me debías una cita?

—No te debo una cita —se centró en su móvil y siguió su camino dejando atrás a Henry.

—A parte de ser muy miedosa tienes la misma memoria que un pez —la volvió hacia el agarrándola por el codo—. Me lo prometiste ayer, en las motos de agua ¿Recuerdas?

Se acordaba, recordaba el ruido de la moto, como le suplicaba que parara; recordaba aquel beso que ella misma buscó.

—Te aprovechaste de la situación —acusó con un suspiro—. Acepte entre el miedo a la muerte por ahogamiento y mis intentos por no vomitar.

—Me la debes igualmente —sonrió satisfecho—. ¿Esta noche?

— Sabes que no salgo hasta las doce —respondió con tono cansado.

—Le pediré a Sang Jae que te deje salir antes.

— ¡Ni se te ocurra! —exclamó.

— ¿Por qué? ¿Qué tiene de malo aprovecharse de ser la amiga del jefe?

— Yo no soy así —lo miro frunciendo los labios—. Como nunca has tenido responsabilidades no lo entenderías.

— Sí lo entiendo —echo la cabeza hacia atrás con condescendencia—. Pero tengo muchas ganas de estar contigo.

Abbi no pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara a sus labios y la intentó disimular guardando el móvil en su bolso.

—Mañana descanso, dime qué quieres hacer y donde quieres ir —endureció su voz intentando no parecer alegre por aquello.

—Eso déjamelo a mí —posó las manos sobre los hombros de la joven y las bajó lentamente por sus brazos con una suave caricia, hasta que encontró y estrecho sus manos—. Te pasare a buscar por tu casa a las ocho.

—No me fió de ti, dime que plan tienes.

— ¿Por qué aún no confías en mi? —Se metió las manos en los bolsillos y lanzó un puntapié al aire—. Cuando hemos firmado una tregua anteriormente no nos ha ido tan mal ¿No? —Sonrió y se le formaron en las mejillas aquellos hoyuelos que encerraban a un niño travieso, un joven arrogante y un hombre seductor a la vez.

"Voy a volverme loca... él me está volviendo loca" Abbi expulsó el aire con fuerza y asintió antes de continuar su camino hacia el hall. Pero de nuevo Henry la agarró por el brazo para no dejarla ir, solo que esta vez fue para llevarla hasta él y encajar un beso en sus labios.

— ¡Henry! —miró en todas direcciones escandalizada—. ¿Quieres que nos vea todo el hotel?

 —Soy un idiota malcriado y arrogante, pero no pido tanto — y la beso de nuevo, mas profundamente. Abbi se dejo saborear gustosamente. Cuano se separaron él se dio la vuelta y comenzó a trotar en el sitio—. Me basta con que me veas tú.

Y desapareció entre las palmeras.

 Cuando esa noche, ventana a ventana le conto a Itzel lo de la cita, su hermana estaba escuchando tras la puerta. Aquello la obligó a escuchar muchos comentarios sobre cuanto debía darle la razón con respecto a los sentimientos de Henry; y a montar lo que ella llamaba un ritual precita. Al día siguiente Valeria se presento en casa con dulces y refrescos. Itzel trajo sus utensilios de peluquería y el set de maquillaje profesional de su madre. Valeria iba de un lado a otro con ropa, zapatos y bolsos a ritmo de música discotequera. A Abbi le recordó a una dependiente de las tiendas de ropa juvenil de la ciudad, solo que menos malhumorada. Por suerte su madre no estaba, hubiera empezado a sacar fotos y emocionarse como si fuera a casarse. Estaban en la ciudad para la sesión semanal de tratamiento de su padre; y se quedarían en casa de Meri hasta el día siguiente, porque tras aquello Diego se sentía demasiado mareado para viajar más de cinco minutos en coche




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