Olvidé quien era

11

Henry, fue todo el camino de vuelta rechazando una insistente llamada telefónica. Abbi, incluso, se aprendió la pegadiza canción que sonaba repetidamente de la que solo entendía las pocas partes de inglés que tenia.

Cuando llegaron a la puerta de su casa, harto de tanta insistencia, finalmente el chico decidió contestar. Estuvo veinte minutos discutiendo. Al otro lado, una voz femenina le daba replica a sus palabras. Supuso que discutía, por su tono de voz, ya que al hacerlo en coreano ella no entendía mas allá de unos típicos ¿Eh?, desafiantes.

-Lo siento -tiró su teléfono en el asiento trasero del coche al acabar, su rostro estaba tenso-. No tenía que haber contestado.

-Solo espero, que no estuvieras discutiendo con una novia coreana muy enfadada por que estas alargando demasiado las vacaciones de verano.

La cara de Henry palideció por unos segundos y ella, lo interpreto como que había dado en el blanco con su suposición. La cabeza le dio mil vueltas en un instante y salió del coche, dando un portazo enfurecida. Henry también salió corriendo y se interpuso entre ella y el porche de la casa. Sonreía, tanto, que Abbi sintió ganas de darle un puñetazo.

- ¡Aparta! -lo empujó.

- Era una broma Abbi, no te enfades -confesó entre risas. La cara de ella se lleno aun más de ira, frunció los labios y le propinó un golpe en el brazo.

-Cuando te llamo idiota no te estoy insultando, te estoy describiendo perfectamente -puso los brazos en jarras y respiró aliviada-. Me lo había creído por completo.

-Ya te dije que soy un gran actor -inclinó la cabeza para ver bien sus ojos-. Es mi pequeña venganza, por decir cuando estuvimos en el campo, que Kim Sang Jae te gustaba más que yo.

-Solo te estaba picando, no compares.

-Entonces, ¿te gusto más que él? -la agarro por la cintura y junto sus frentes de manera juguetona.

-No he ido besándome por ahí con Jae -espetó.

-Pero le sonríes más que a mí -dijo quedamente.

Abbi meno la cabeza y lanzo un pesado suspiro.

-Perdóname -la abrazó, estrujándole la cara contra su pecho-. Era mi madre. El problema de hablar del diablo, es que aparece para que le vendas su alma.

- ¿Acabas de llamar diablo a tu madre? -pronunció con la voz ahogada entre los pliegues de la camisa del joven.

-Quiere que vuele hasta Nueva york para una gala que se celebra mañana por la noche. Tiene un vacio en su mesa y necesita un comodín. Ese al que no es capaz ni de llamar por su cumpleaños. ¡Estúpida bruja! -Abbi se apartó y lo miro pasmada-. No te asustes por lo que digo, es que realmente la odio.

-Es tu madre, la tienes que querer aunque te enfade -recordó cuantísimo lo hacía la suya-. A veces las madres pueden ser algo molestas, pero...

-Antes la quería, pero ya no, te lo aseguro -sentenció de forma tajante-. Según fui creciendo, me di cuenta de lo inútil que es querer a una mujer, incapaz de querer a nadie más que no sea ella misma.

-Pero... tus padres te han dado todo lo que tienes -razonó. No era la primera vez que notaba el desdén de Henry al hablar de sus progenitores.

-Tienes razón, nunca me ha faltado de nada. De nada, excepto lo más esencial... cariño -respiro hondo y esbozo una tenue sonrisa-. Abbi, mi vida es muy diferente a lo que siempre has imaginado. Por eso antes te dije que soy huérfano.

- ¿Tan mal te llevas con ellos? -caminó hacia el porche y se paró ante los escalones.

-No puedes llevarte mal con alguien con quien no tienes relación -se apoyó en una de las columnas de madera-. Cuando Adyoon comenzó a expandirse, mis padres se mudaron a San francisco y nos dejaron atrás a mi hermano y a mí. Nos criaron nuestros abuelos; y cuando fallecieron, mi familia fueron profesores particulares, criados y niñeras. El único que se preocupaba por nosotros era mi tío. Incluso, los señores Kim, se portaron mas como unos padres con nosotros que los nuestros.

Abbi, imaginó que para él, también tuvo que ser un duro trance la muerte de la madre de Jae. Y que por eso se molestó tanto en solucionar lo de su padre y se preocupaba por su tratamiento.

-No venían a vernos ni en navidad. Si viajaban a Seúl, se alojaban en un hotel en vez de ir a casa con sus hijos. Ni si quiera se molestan en sacar un hueco en sus agendas para comer con nosotros o llamarnos- se pasó la mano por la nuca-. ¿Sabes? mi padre no vino a mi ceremonia de graduación, se limito a mandarme un descapotable, pensando que con eso ya había cumplido.

- ¿Un coche? -abrió los ojos estupefacta. Sus padres hicieron un increíble esfuerzo para regalarle a Meri un televisor para su habitación, cuando esta se graduó.

-Lo destrocé a patadas. Estaba furioso -gruño.

-Pero, ¿Y tu madre también es así? -le costaba asimilar que unos padres pudieran ignorar de aquella manera a sus hijos, pero aún mas, que una madre pudiera comportarse como si nunca hubieran estado en su vientre. Pensó en su familia. Les faltaban muchas cosas materiales, pero sus padres siempre estaban ahí. No concebía la vida sin un abrazo, una regañina, uno de esos besos capaz de curar cualquier dolor. Por ello, imaginarse a Henry en una gran casa, completamente solo, deseando que sus padres aparecieran por la puerta y que ellos siempre tuvieran cosas más importantes que hacer, le partía el corazón.




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