Olvidé quien era

12

"Soy un idiota, no puedo dejarte ir tan fácilmente"

Henry estaba en un sueño extraño. En él, volvía a tener seis años y corría por su jardín hacia la casa de Sang Jae. Su madre abrió la puerta y lo miró con una sonrisa que entrecerraba aun más sus pequeños y dulces ojos.

—Kim Sang Jae está enfermo, hoy no puede salir a jugar contigo. Deberías correr a casa si no quieres enfermar también — alargo su pálida y delicada mano para acariciarle el pelo— ¿Por qué no vas a jugar con Abbi?

—Con ella no me dejan jugar— contestó dando un puntapié al aire.

—Mi bebe también quiere jugar con ella —miro hacia atrás, al interior de la casa—. Pero siente demasiado dolor.

De repente, a él, también le entró un dolor muy fuerte en el estomago. Se agarró, doblándose sobre sí mismo y cayó al suelo. El dolor era insoportable, como si algo estuviera clavándosele muy adentro y retorciendo sus entrañas.

— ¡Ves! —Dijo la señora Kim—. Ya te has contagiado.

Esas palabras se repitieron en la nebulosa del sueño, hasta que se convirtieron en la voz de una canción que sonaba a través de sus auriculares.

"No puedo decir nada mas que, quiero morir" la voz del cantante Huh Gak, se mezclaba con el zumbido de los motores del avión.

Henry comenzó a despertar lentamente. Le dolía la cabeza y tenía la boca seca. Exhalo con fuerza y sintió algo resbalar por su mejilla. No estaba sudando, no tenía calor. Aquello era una lágrima. El dolor que sentía lo hizo llorar en sueños. La retiró con sus dedos y la miro detenidamente mientras esta se extendía por sus yemas. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lloro, tanto, que ni si quiera podía recordarlo. Incorporo su amplio asiento de primera clase y observo su alrededor. Las luces estaban apagadas y las azafatas sentadas en sus asientos al principio de la cabina. A su derecha, una mujer de unos cincuenta años dormía con un antifaz rosa sobre los ojos. En el asiento de adelante, un pasajero, del que solo distinguía una coronilla despeinada, veía Boys Before Flowers en la pantalla de su asiento. Le encantaba esa serie, tanto que incluso sin sonido, sabia que en esa escena Goo Jun Pyo le decía a Jan Di que había estado tan ocupado que no se había dado cuenta que la chica no llamo en tres días y trece horas. Sonrió con tristeza. Lo mal que se llevaban los protagonistas de ese drama le recordaba a Abbi. Era tan similar, que incluso había una horrible madre que no permitía la relación.

Se levantó y busco el baño a tientas. Al entrar, la luz lo deslumbro y cerró los ojos. Los abrió poco a poco, hasta que su mirada se acostumbró. Abrió el grifo y echo agua sobre su cara con las manos, para despejarse. Observo el Henry que lo miraba desde el espejo. Sus pronunciadas ojeras eran la muestra de una noche sin dormir, y pese a que logró hacerlo nada más subir al avión, el sueño no había sido reparador. Igualmente, no se arrepentía de haber pasado parte de la noche observando a Abbi.

"No sé cuando volveré a verla" Hacía apenas unas horas habían cenado juntos, reído, discutido, besado y abierto su corazón. Apenas unas horas antes, todo él, había sido ella. Pero ahora parecía que eternos siglos le separaban de aquello y que la distancia era más grande que el océano que sobrevolaban.

"¿Que se supone que debo hacer? ¿Olvidarla?" se dijo dándose cuenta de lo imposible que sería eso. Ella había llenado su eterno vacío y le dió un rumbo a su vida. Era su novia, sería su mujer, la madre de sus hijos, la persona que sostendría su mano hasta que llegara su último aliento. No quería a otra, porque sin ella no habría nada de eso, el ya no tendría una vida que vivir. Se preguntaba si debía contárselo. ¿Cómo podía explicar porque la dejaba? Se negaba a decirle la verdad; no quería que temiera por su familia o hundirla confesando que era su posición social lo que los separaba. Todo aquello la haría sufrir demasiado y durante mucho tiempo. Quizá la mejor opción era la que menos le gustaba, desparecer sin decir nada. Hacer ver que nunca se habían conocido. No podía llamarla, ni verla nunca más. Seguramente aquello lograría que lo odiara, pero lo mejor es que toda la culpa recaería sobre él. Así ella podría seguir adelante, así evitaría que lo buscara y arriesgar con ello, el bienestar de su familia.

Abbi se puso el anillo, se echó la colonia que le regalaron por navidades sus hermanas, incluso un toque de rímel baño sus pestañas. Estaba deseando verle y quería estar lo más guapa posible para su reencuentro. No sabía cómo reaccionar. Si debía saludarlo como siempre, con normalidad. Aunque la mayoría de los días no lo saludaba porque siempre estaban enfadados, o él le gastaba alguna broma que la sacaba de quicio y hacia que discutieran nada más verse. Tampoco sabía cómo actuar ante Shin Woo y Sang Jae. Eran muy amigos, y estaba segura de que Henry les había contado algo. Era inevitable. Ella misma corrió hasta la peluquería de su amiga y la salir en medio de un tinte, para contárselo.




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