Olvidé quien era

16

Sang Jae, que había permanecido en la misma suite en la que se alojo durante el verano, se encontró con Henry cuando este salió de su habitación. Caminaron juntos, y en silencio, hasta el salón principal. Se quedaron al pie de las escaleras, entretenidos por unas chicas que visitaban el hotel e insistían en que se sentaran en su mesa y las acompañaran luego a un club.

- ¿Entramos ya? -pregunto con un movimiento de cabeza, cuando una suave melodía de piano comenzó a sonar.

-Aun no, estoy esperando a Abbi -susurro mientras se ajusto los gemelos y saludo a unos huéspedes.

La tensión entre los amigos era más que palpable sobre todo cuando salió ese nombre a relucir.

Sang Jae temía que ella finalmente no apareciera. Cuando le contó que Henry estaba en la ciudad, cuando le dijo que iba a ir al cumpleaños no se inmuto. Pero, contestándo con un escueto, "de acuerdo" le preocupaba más que con cualquier otra reacción.

Abbi entro al salón de celebraciones caminando con dificultad, debido a los altos tacones de aquellas sandalias grises que le había prestado Itzel. No estaba acostumbrada a llevar nada parecido. Pero ese vestido pedía crecer unos cuantos centímetros para lucirse en todo su esplendor. Su amiga, también le había dejado un pequeño bolso en forma de concha con una cadena plateada y peino sus ondas, dándoles un toque distinguido.

Se sentía guapa, tenía que reconocerlo. Ese vestido era lo más bonito que se había puesto en su vida. Su madre lloro porque decía que parecía un vestido de novia, algo acortado. Su padre dijo que estaba más bonita que nunca y Valeria la amenazo de muerte si lo manchaba.

Se dirigió a las escaleras de mármol, no recordaba que fueran tan empinadas y con tantos escalones, así que rezo por no caerse. Cuando se disponía a ascender por ellas, vio dos figuras con traje, que le eran familiares. Una vestía de oscuro, muy elegante. Su camisa era perlada y brillante; y llevaba una fina corbata negra. La otra figura, iba algo más llamativa, con un traje gris plomo de solapas negras. Sobre una camisa blanca destacaba una corbata tan llamativa como las camisetas que solía utilizar antes.

Sang Jae se percató de su presencia y se volvió.

"Esta preciosa" contuvo la respiración al ver lo bien que le quedaba su regalo. Ella siempre estaba guapa, no necesitaba maquillajes, ni horas de peluquería para deslumbrarle. Pero vestida así y con aquel ligero toque de color en sus parpados, lo había enamorado más aun. Sus ganas de que una vez por todas, aquella chica fuera para él aumentaron.

Cuando Henry vio la sonrisa de su amigo, también se giró y contuvo el aliento. Solo podía pensar en lo bonita que estaba. Aquel vestido acentuaba aun más su piel canela y el negro de su pelo. Por un momento recordó la noche que pasó junto a ella, su mente se perdió entre caricias y besos que jamás podría borrar.

Ambos la contemplaban tan fijamente que sintió ganas de darse la vuelta y huir. Titubeo antes de pisar el primer escalón y comenzó a subir despacio. Cuando estaba cerca de ellos, Jae le tendió su mano caballerosamente, como si quisiera decirle que no temiera, que estaba allí.

¿Tenía miedo? Por supuesto. Iba a encontrase con Henry cara a cara de nuevo. La primera vez solo intercambiaron una par de palabras y tuvo que salir corriendo para estar llorando durante horas. Pero iba a vencer sus temores, esta vez debía ser fuerte, por ella y por Sang Jae. Cuando este, le advirtió sobre su regreso y, con pena, le indico que no debía acudir al cumpleaños si no se sentía cómoda, ella no dudo en que debía hacerlo. Iba a plantarse frente a Henry y demostrarle que, aun que a duras penas, había salido a delante sin él y todo, en mayor parte, era gracias a Jae. Por ello no podía fallarle el día de su cumpleaños. Ni ese día, ni nunca.

Henry, que seguía inmerso en recuerdos, de manera inconsciente repitió el gesto de su amigo y tendió su mano a Abbi. Al notar la mirada extrañada de ambos sobre él, se percató de lo que estaba haciendo.

-Pensé que iba a caerse -explicó, pasando la mano por su nuca-. Lleva unos tacones demasiado altos para alguien que solo sabe ir en chanclas.

Abbi, termino de subir aguantándose las ganas de replicar hacia aquel comentario y agarro la mano que Jae le ofrecía tan cortésmente.

- Yo no la dejare caer, no te preocupes -le apretó la mano con fuerza y ella lo sonrió levemente en señal de agradecimiento.

-Necesito algo de beber -suplicó, tenia los labios tan secos que pensó que se le romperían.

-Vamos a ver que tienen por ahí -le cedió el brazo y lo agarro con la mirada clavada en el suelo - ¿Vienes Henry?

-No... voy... tengo...-los celos no le dejaban pensar con claridad-. Voy primero a hacer una llamada.

Quería darle un puñetazo a su amigo, quizá más de uno. Pero opto por morderse el pulgar de forma compulsiva, mientras ellos entraban en la sala compartiendo alguna confidencia que los hizo reír. Había algo ahí, sin duda y necesitaba saber qué y desde cuándo.

- ¡Aaaish! -grito con tanta furia que una pareja que iba a subir por la escalera se paró asustada-. Necesito emborracharme.




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