Olvidé quien era

17

"No ha sido buena idea dejarlos a solas" se dijo a si mismo tras notar algo raro en la voz de Abbi.

Caminó desde el comedor hacia los balancines en su busca. Llegar al salón y que no hubiera rastros de ninguno de los dos le irritó mas aun de lo que ya estaba. Las palabras de Henry habian sido un golpe bajo. Era cierto, no sabía estar solo. No sabía y no lo soportaba. Cuando su madre murió paso por dos etapas. Una en la que no quería ver a nadie y solo sabia encerrase en su habitación. Y otra en la que verse sin alguien cercano lo deprimía, hasta tal punto que volvía a encerrarse dejando de comer y dormir. Estuvo mucho tiempo en terapia por ello y que su amigo, quien mejor que nadie sabía por todo lo que había pasado, lo utilizara en su contra le hizo mucho daño.

No entendía aquella actitud y mucho menos tenia claro si era porque llevara mal que existiera un posible noviazgo entre él y Abbi, o porque no era capaz de perdonar que no lo siguiera a Corea.

Cuando llegó al exterior, ella ya se mecía sobre uno de los balancines.

-Hola -saludó y observó su rostro. Intentando encontrar algún indicio de lo sucedido en su ausencia.

-Hola -respondió ella con un susurro sin dejar de mirar el mar.

- ¿Qué te pasa? -se sentó a su lado dándole una ligera caricia en su coronilla.

"Me siento como si le hubiera sido infiel" no era capaz de mirarle a la cara y decirle lo que acababa de pasar en la suite. Y mucho menos, de confesar lo que había sentido.

-Nada, solo es que... estoy cansada -taconeo un poco sobre la madera-. Y muerta de frio.

-Eso tiene fácil solución -se levantó quitándose la chaqueta para ponérsela sobre los hombros.

La camisa parecía hecha a su justa medida. No le sobraba ni le faltaba nada. El color perlado tesaltaba perfectamente sus facciones y esos ojos que para Abbi eran espectaculares.

-Gracias -dijo acomodándose en aquel olor a él.

- ¿Ahora ya se ve el mar y se oye no? -le pregunto con cierta sorna.

- Si, pero hoy todo está demasiado silencioso -dijo con un deje lastimero en la voz.

Una ola choco suavemente contra la arena.

-Que difícil es complacerte -chistó y saco de su bolsillo el móvil y lo puso a funcionar en modo reproducción. Una voz de mujer, cantaba casi en un susurro, acompañada por un piano-. ¿Así mejor?

Abbi asintió y se mordió levemente los labios. La boca aún le sabía a Henry.

- ¿Ya se ha ido tu padre? -intentó alejar los recuerdos de lo sucedido lo máximo posible.

-Sí. Tenía que estar mañana en Berlín -Se cruzó de brazos y apoyo la cabeza contra el respaldo. Giró un poco la cabeza y la miró lanzando un suspiro-. Que pereza me da tener que volver a Corea -dijo-. En esta época hace mucho frio...y nieva.

-Nunca he visto nevar -contestó distraída-. Tiene que ser muy bonito. Me encantaría poder tocar la nieve alguna vez con mis manos.

El joven cabeceó pensativo.

-Creó que puedo arreglar eso -se acercó un poco más a ella -. Cierra los ojos y formula tu deseo.

-Es tu cumpleaños -susurró de manera retraída-. Los deseos los tienes que pedir tú.

-Ahora mismo ya tengo todo lo que quiero -un destello de ilusión asomó en su mirada-. Pide nieve-reiteró.

-Nieve -dijo tras pensárselo unos segundos

- De acuerdo. Pero, un momento ¿Seguro que quieres nieve? -dudó con una mueca -. La mujer mejor diseñada del mundo, no lo pasa bien cuando hace frio.

-Lo sé, pero la quiero -respondió con una sonrisa débil.

-De acuerdo -apoyo las manos sobre las rodillas -. Déjame un momento y cierra tus ojos, hasta que yo te lo diga.

- ¿Que vas a hacer?

-Tú no los abras -la advirtió-. Si no, se fastidiara nuestro viaje a la nieve.

Cerró los ojos y respiró pausadamente. Noto como él se levanto y sus pasos se alejaron. Lo escucho volver apresurado.

- ¿Sigues con ellos cerrados? -preguntó desde lejos. Abbi emitió un ruido en señal afirmativa -.Bien. Pon tus manos como si fueran un cuenco.

Sang Jae se agacho frente a ella y sintió como deslizaba algo muy frio en sus manos, aquello la hizo echarse a reír con fuerza.

-Ya estamos en la nieve -había pedido al camarero que le picara unos cuantos hielos y se los pusiera en un vaso. Cogió un poco y lo pasó de una mano a otra-. Quizá no se parece mucho a la verdadera -lo toqueteó con gesto de disgusto-.Ha sido una idea estúpida ¿verdad?

- ¡No! es perfecto -contesto con entusiasmo-. Si tú me dices que tocar la nieve se parece a esto, para mí esto es el tacto que debe tener. Y si la real no se parece, entonces, para mí, la falsa será la que cae del cielo.

Le hizo muy feliz oír aquellas palabras. Rodeo las manos de la chica con las suyas.

-Gracias Abbi.

-No, gracias a ti -declaró fugazmente-. Gracias por estar siempre ahí. Cada día. Sin ti... sin ti no habría nieve.

Siguió sus palabras a través de la forma de su boca. Que ella tuviera los ojos cerrados, le daba la oportunidad de observar cada rincón de su rostro sin tener que contenerse. Sus labios rosáceos, la forma de sus ojos y como sus pestañas, tan largas y negras, le hacían sombra en los pómulos.




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