Olvido

Capítulo 4: La sombra de la familia

Ivy empujó la puerta de la vieja casa familiar y un olor rancio la golpeó. Supongo que ese olor podría servir para ahumar una vaca. Joseph la siguió, sintiendo los pies como plomo. Sus ojos vagaban por la casa, tanto como si buscara algo como si evitara algo.

──¿Seguro que quieres ver esto?

Ivy hizo una pausa, con cierta vacilación en el tono. De hecho, quería preguntar más: ¿estás realmente preparada para enfrentarte a la verdad? ¿O estás buscando una excusa para evitarlo de nuevo?

Joseph no respondió, sino que se limitó a asentir, con una expresión compleja, como si acabara de tragarse una mosca. Apretó con fuerza la mano de Ivy, que estaba un poco fría, pero no parecía dispuesto a soltarla.

La puerta del estudio crujió al abrirse, como quejándose: qué entrometidos. La habitación olía a humedad y los cuadros de las paredes estaban tan descoloridos que sólo quedaban los contornos. Ivy escudriñó la habitación y sus ojos se detuvieron en el viejo archivador del rincón. Estaba claro que este lugar llevaba mucho tiempo olvidado.

──Quizá aquí haya algo que necesitemos.

Se dirigió hacia el archivador y empezó a rebuscar en él. Joseph estaba de pie detrás de ella, con los ojos desviados hacia la ventana, mirando el jardín amarillento. Su mente era un caos. Los intermitentes fragmentos de memoria, como rompecabezas rotos, le dejaban completamente perdido sobre por dónde empezar. De repente se preguntó un poco por qué había vuelto, ¿era para encontrar respuestas o simplemente para torturarse?

──Encontrado.

La voz de Ivy rompió el silencio. Sacó un montón de información de un archivador, con el ceño fruncido. Joseph se acercó y se quedó mirando el documento, con el corazón latiéndole como si fuera a salírsele del pecho.

Las densas palabras del documento se arrastraban por todo el papel como víboras, pero una línea le clavó justo en el corazón: «La pérdida de memoria de Joseph Stewart no es un accidente, sino el resultado de una lucha interna por el poder dentro de la familia.»

──¿Qué significaba esto?

Le tembló un poco la voz, sus emociones amenazaban con estallar en cualquier momento como un volcán.

Ivy también se congeló, sus dedos temblaban ligeramente como si el documento fuera una patata caliente.

──Parece que tu pérdida de memoria la hizo alguien deliberadamente. La lucha interna de la familia... tú podrías ser la víctima.

Mientras hablaba, había un deje de miedo en su voz que no quería admitir ante sí misma. De repente se dio cuenta de que podía haber sido arrastrada por una enorme vorágine.

Joseph giró la cabeza y miró fijamente a Ivy. Las emociones en sus ojos eran demasiado complejas. Ira, confusión, dolor y una pizca de disgusto consigo mismo.

──¿Es esto real?

Su voz era tan grave como si la hubiera desenterrado de la tierra.

Ivy asintió, pero sus ojos parpadearon un poco. Quería consolarle, pero no le salían las palabras.

──Si esto es verdad, ¿qué voy a hacer?

murmuró Joseph. Sus dedos golpeaban inconscientemente el escritorio, como si estuviera marcando un ritmo para sí mismo. Se sentía como un peón manipulado al azar, y no importaba qué movimiento hiciera, el final parecía estar predeterminado.

Ivy respiró hondo, tratando de sonar tranquila.

──No tienes que hacer nada ahora. Podemos averiguar la verdad juntos. Al menos, averiguar por qué lo hicieron.

Su tono era firme, pero por dentro se revolvía. No estaba segura de que fuera la respuesta correcta, pero era lo único que se le ocurría.

Joseph no dijo ni una palabra más. Su mirada volvió a posarse en la pila de papeles, como si esperara que le diera algún tipo de respuesta. Sin embargo, comprendió que la verdadera respuesta podría no estar en el papel, sino en su mente.

Justo entonces, Ivy dio la vuelta a una carta. El papel de la carta estaba amarillento y marrón por los bordes. La desdobló con cuidado y sus ojos recorrieron la letra.

«La pérdida de memoria de Joseph está estrechamente relacionada con la lucha de intereses familiares, por favor, manténgase alerta. ──Emma Claire.»

──¿Emma?

Ivy susurró el nombre, con la mente en blanco.

──¿Emma?

repitió Joseph, con un tono teñido de sorpresa y duda reprimidas.

Por un momento, el aire de la habitación pareció congelarse. Ambos se dieron cuenta de que la carta que tenían delante podía ser la clave para resolver todos los misterios.




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