Ivy estaba de pie frente a la ventana, mirando el cielo exterior, oscuro como su estado de ánimo actual. ¿Escapar? Lo había intentado hacía mucho tiempo, ¿y de qué había servido? Sólo la había hecho parecer una completa perdedora. Apretó los dientes, una voz interior ya le gritaba: ──¡Basta, Ivy! ──No es momento para cobardías.
──No podemos contenernos más. ──Su voz era grave, como si se hubiera dado a sí misma un ultimátum.
La figura de Joseph apareció detrás de ella, ni siquiera tuvo que volverse para sentir su presencia, ese poder silencioso que siempre era a la vez tranquilizador y enloquecedor.
──¿De verdad estás preparada? ──preguntó Joseph. Su voz era grave, con un deje de preocupación que daban ganas de poner los ojos en blanco.
Ella se volvió y lo miró a los ojos, con un tono más firme que hacía un momento: ──No voy a echarme atrás, ni tengo intención de hacerlo. Si me detengo ahora, es lo mismo que decirle a todo el mundo que estoy dispuesta a ser un pájaro enjaulado. ──Por desgracia, en mi vida me han gustado las jaulas de pájaros.
Joseph guardó silencio. Una expresión compleja cruzó su rostro, como si quisiera decir algo pero tragase saliva.
──Entonces lo afrontaremos juntos. ──Su tono por fin se endureció y, al menos por una vez, no trató de disuadirla.
Sus pies marcharon hacia los archivos privados de la familia Stewart. Ivy maldijo mentalmente: ──¿Archivos familiares? Qué escenario tan cinematográfico. ──Pero así era, ella era la protagonista, no había elección.
No había demasiados guardias, Joseph recordaba bastante bien la distribución de la familia, y el cerebro de Ivy siempre venía bien en caso de apuro. Evitaron cámaras y patrullas y finalmente se plantaron frente a la vieja puerta de madera.
──¿Preparados? ──La voz de Joseph interrumpió sus pensamientos. Siempre le gustaba preguntar esas tonterías.
──¿A dónde más podemos ir si no estamos listos? ¿Volvemos al té? ──Ivy lo miró sin comprender y abrió la puerta de un empujón.
La sala del archivo olía a rancio, el olor rancio de las páginas mezclado con el aroma fresco de la madera, como si los secretos debieran quedar enterrados en el tiempo para siempre. Pero, por cierto, ella no creía en el destino.
──Encuéntralo rápido, no hay mucho tiempo. ──le instó, mientras hojeaba los papeles que tenía en la mano. Su corazón se aceleró y sus dedos temblaron ligeramente.
Entonces, vio el documento. Al instante, sintió que se le helaba la sangre.
──Joseph, aquí está tu expediente. ──Bajó la voz hasta un susurro tan extraño incluso para ella misma.
Joseph se acercó y pasó los ojos por las páginas. Su rostro pasó de pálido a sombrío, como si hubiera pasado por una tormenta interna.
──Así que... ¿mi pérdida de memoria fue intencionada por la familia? ──Su tono sonaba tranquilo, pero sus ojos eran como el mar antes de una tormenta.
Ivy respiró hondo y señaló un nombre en el expediente.
──Emma. ──Dijo el nombre casi apretando los dientes.
El rostro de Joseph se congeló al instante.
──Ya lo sabía, ¿verdad? ──El tono de Ivy contenía una mezcla de ira y dolor.
Joseph cerró los ojos, como si intentara reprimir la rabia que llevaba dentro.
──No sólo lo sabía, sino que estaba implicada. ──Su voz era tan baja que apenas se oía, mientras sus puños se cerraban blancos.
Ivy le agarró la mano con un poco más de fuerza que de costumbre.
──Escucha, Joseph, no tengo miedo de nada de esto. ──Le miró fijamente a los ojos, tratando de hacerle ver su determinación──, pero tengo miedo de ti. Tengo miedo de que cargues con todo sin decir una palabra y luego te lances al abismo, como haces siempre.
Joseph le apartó la mano, un atisbo de suavidad brillando en sus ojos.
──Pase lo que pase, yo te protegeré. ──dijo, sin rastro de vacilación en el tono, como si se lo estuviera jurando a ella tanto como a sí mismo.
Ivy no estaba segura de por qué de repente sintió una punzada en la nariz, tal vez fuera porque las emociones reprimidas que se habían acumulado a lo largo de los años por fin habían encontrado una salida.
Justo cuando intentaba ocultar sus emociones, una carpeta oculta en un rincón llamó su atención.
──Espera, ¿qué es esto? ──Cogió la carpeta y miró su contenido. Entonces, su corazón se hundió con fuerza.
La relación de la familia con Emma era mucho más profunda de lo que ella había imaginado. La pérdida de memoria de Joseph era sólo la punta del iceberg. Y debajo de ese iceberg, se escondía una conspiración aún mayor.
──Tenemos que seguir buscando. ──Su voz era tan baja que parecía que hablaba sola, pero había una determinación inquebrantable en su tono.
Joseph asintió. Su mano seguía agarrada a la de ella, como si temiera que, si la soltaba, se los tragaran aquellas sombras.
Los dos salieron del archivo, el peligro seguía acechando en cada esquina, pero esta vez ya no estaban solos.