Se siente extraño, más que de costumbre. Hay una ligera llovizna que no alcanza a empapar, las gotas se derraman sin prisa sobre su cabello humedecido, ruedan por su chaqueta negra la cual ajusta en el cuello. Sale del edificio con cierto aire nervioso, sus pasos son firmes al llegar a la acera.
Ha cerrado un trato algo difícil pero necesario para el negocio, debería sentirse orgulloso por poder tener lo que quiere, control, pero el orgullo se encuentra distante hoy. Hay algo de preocupación anudándose en su pecho, esconde las manos en los bolsillos de la chaqueta y gira para ver al nuevo empleado que Sawyer contrató ayer por la mañana, un león viudo, padre de dos cachorros de edades dispares y complicadas.
—Buen trabajo —le dice, el león voltea, sus miradas se encuentran un ligero instante, Harry percibe aquel poder, lo ha visto antes, sabe de qué se trata, por eso debe mantenerse al margen pero atento—. Mañana te enviaré el listado de potenciales clientes, te llamaré en cuanto logre concretar una reunión con alguno de ellos.
El león solo asiente. No es un hombre de muchas palabras, como él, la única diferencia es que tiene más cosas de las que Harry tendrá nunca, amor y familia.... Esas cosas están prohibidas para él, desde siempre. Se despiden, toman rumbos diferentes, el león camina con prisa, Harry sabe que está ansioso por ver a sus cachorros, no confía en la niñera que le ha conseguido, como todo padre los protege, están solos contra el mundo.
Así como Harry y Sawyer lo están.
Pero el condenado gato no está con él, sino perdido vaya a saber donde, siguiendo una investigación con una mujer que no le agrada para nada. Lo ha hecho sufrir desde que se han encontrado por primera vez, Harry maldice el momento en que tuvieron que pisar Paradise City por obligación. Pero no puede hacer nada, hay una barrera que le impide actuar, el instinto.
Decide dejar de pensar en eso, y concentrar su energía en tratar de controlar al animal inquieto. En su mente, da vueltas, gruñe, está molesto, mantenerlo a raya es difícil, siempre lo ha sido, es una bestia, un depredador, un peligro, incluso para sí mismo, un monstruo con una delgada cadena que hoy se ha tensado con un desagradable detonante. Harry no quiere volver a pensar en ello, aprieta los puños, el clima inestable de primavera le resulta incómodo, anticipa la peor estación del año para él. Eso, tampoco es algo en lo que quiera gastar el tiempo.
Se detiene en el paso peatonal de la esquina, observa los vehículos ir y venir a favor del semáforo, debe esperar que el peatonal de luz blanca. En su mente recrea la conversación con Daniel Sithe, el tigre, dueño de una armería en otra ciudad al oeste de Paradise City, había sido claro con lo que quería como socio de negocios.
—La familia es todo para mí, ¿usted tiene familia?
No pudo mentirle, pero le aseguró que lo más parecido a una familia era Sawyer, su amigo... Aunque casi no lo viera de esa forma.
La luz blanca brilla con la silueta de un peatón Harry se mueve entre los humanos que van y vienen, se mezclan indiferentes, preocupados por su propia vida. No le agrada la gente, no odia a los humanos, sabe que en este mundo pútrido y devastado queda algo de bondad, un remanente que tiene esperanza, no es como si quisiera verlo, la oscuridad es dueño de él desde pequeño, alguien le plantó una semilla de la que ahora no puede separarse. Harry no odia a los humanos, solo no los tolera.
Sus pasos, un divague, lo han transportado hacia un lugar que conoce bien, lo ha transitado incontables veces desde que Sawyer decidió por ambos el quedarse en esa ciudad. Terreno desconocido, sitio de lobos. Harry vive constantemente bajo el colmillo de los dueños del lugar, el clan Moon Fighters no le intimida, no lo hizo antes, cuando tenían toda la fuerza de sus números, ni ahora que quedaron reducidos a la mitad. Sin embargo, mientras se detiene frente a las puertas del bar más alejado en toda la ciudad, está consciente que hay ojos vigilando en cualquier sitio.
Respira un aire extraño, las nubes en el cielo le traen justo el recuerdo que se esfuerza por dejar atrás... Debe hacerlo, por el bien de su cordura tiene que lograrlo, pero entonces la memoria se ajusta y el animal araña las paredes con tanta fuerza que sus garras por poco salen sin control. Harry necesita dominarlo, y solo hay dos cosas que le permitirán lograr que vuelva al rincón oscuro donde siempre lo ha encerrado, ejercicio o una relación íntima. No va a sacarlo, de solo pensar en eso le dan ganas de gritar.
Pasando una mano por su cabello negro, suspira con cansancio y entra en el bar más decadente de la ciudad. Hay luces de neón que brillan con un color rojo profundo, va a juego con el tono sangriento de las paredes. No es que estén pintadas con sangre, pero para él, ese color siempre se lo recordará, está grabado en su mente.
Camina entra las personas que se mueven al ritmo de una canción cuyo estridente bajo retumba en todo el ambiente, el lugar está permanentemente repleto todo los días, sin importar la hora. Hay una alta demanda por parte de los cambiantes que viven en la ciudad bajo el permiso de los dueños, pero también, de humanos que buscan algo interesante para aderezar sus insulsas vidas...
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Editado: 05.11.2021