Omega [moon Fighters 5.1]

Capítulo 14

 

Sage siente cosquillas en el estómago, mientras pasa los dedos por el delicado pétalo de una flor color violeta. Ella se encuentra en uno de sus sitios favoritos en el clan, sitios de recreación para sumisos. Espacios dedicados plenamente para satisfacer las necesidades emocionales de cada uno y ayudarlos a conectarse mejor. Estos espacios estaban dispersos en el área central del territorio, fuertemente protegido por los dominantes en sus rutas de patrullaje pero tan ocultos y bien posicionados entre los bosques como para ofrecer privacidad.

Los espacios estaban excavados bajo tierra, con las paredes y bases revestidas en concreto, cada uno estaba asignado a un par o más de lobos sumisos con las mismas inclinaciones emocionales. Los de jardinería son los favoritos de Sage, pero este en particular siempre ha sido su preferido, porque aquí ha cultivado cientos de flores en múltiples ciclos desde que era muy joven.

El espacio tiene un estrecho círculo pavimentado con piedras mientras que la mayor parte está cubierta con tierra para las plantas y flores, cuatro caminos de grava llevan a una fuente de agua en el centro, en las paredes, también cubiertas por concreto, hay canteros y macetas con flores, la luz se desliza suavemente por la cúpula hecha de vidrio refractor, un tipo especial de material que deja entrar la luz pero no permite ver el interior cuando se está desde arriba. De esa forma los espacios están resguardados de la vista aérea. 

Este sitio es un estallido de color y vida, un canto para su alma. Cuidar de las flores, estos pequeños y frágiles seres vivos, le permite seguir en estrecha relación con sus instintos y le recuerda que ella puede proteger de una forma tan feroz como cualquier dominante.

—Tus campanillas han crecido bien —comenta otra joven, acercándose por detrás para agacharse junto a ella—. Son hermosas.

Sage sonríe y gira para ver a su compañera de clan sumisa, la podría haber reconocido sin siquiera haberla visto, porque su huella emocional era demasiado vibrante como para que sus sentidos la ignorasen. Gia gira también, y se encuentra con sus ojos oscuros, expresivos y pequeños, un anillo de color dorado aparece para rodear sus pupilas, el destello fugaz es una señal más de su emparejamiento. Una punzada aprieta el pecho de Sage pero ella solo le regala una sonrisa, que es correspondida con otra, la misma amabilidad brilla en los ojos de la mujer. Gia está llena de vitalidad, irradia luz a donde quiera que vaya, y ahora que su corazón esta protegido y envuelto por la energía vital de un fuerte lobo beta de ojos más oscuros y cabellera negra, ella quiere compartir esa felicidad con todo aquel con el que se encuentre. 

Para la gran mayoría, puede ser un poco molesto, pero entre los omegas con la capacidad de sentir emociones a flor de piel, no compartir un poco se convertía en algo tortuoso y nocivo. Por suerte, Gia no alardeaba sobre su emparejamiento, solo se preocupaba por ver al menos una vez por día a sus compañeros sumisos, y al parecer, era el turno de Sage. Si pudiera ser honesta, le diría que no necesitaba que los emparejados le transmitieran la sensación de bienestar y alegría, ella podía buscarla por sí misma. De hecho, ya lo estaba haciendo. Así que Sage solo regresa su atención a las campanillas violetas que han crecido grandes, fuertes y hermosas. 

—Escuché por ahí que encontraste un compañero. 

La frágil timidez en la voz de Gia le llama la atención, su loba levanta las orejas, se mueve dentro de su mente. Sage es mucho más fuerte que Gia, no solo por la diferencia de edad; dado que la mujer a su lado es dos años menor que Jessie, sino porque algunas omegas crecían con tendencias a ser simples y delicados y otras se inclinaban por buscar la fortaleza física y mental. Sage se encuentra en el segundo grupo, pero su camino de fortaleza fue mucho más difícil que el de Gia. Por eso, algunos de los sumisos siempre están con la idea de que podría convertirse en líder de los Cuidadores algún día, tal es el respeto hacia ella, que Sage no es capaz de derribar esa creencia. 

Sage no quiere el poder ni el liderazgo, solo quiere tener una vida normal junto al hombre que ha elegido, y es un suspiro soñador constantemente. Sage no puede evitar que una sonrisa se le escape al pensar en Harry, pero su loba sacude la espesa cola en señal de que todavía no lo tiene por completo, la confesión nocturna solo es una parte de confianza que decidió entregarle. 

—Sí, es verdad. 

Sage es renuente a dar más detalles, solo Primrose sabe un poco más de Harry, pero no ha permitido que nada acerca de él se le escapase, su necesidad de proteger sus secretos era una llama caliente en su interior, no quería a nadie escudriñando detrás de su compañero. Sabía que eso no era posible, pero con menos detalles le dificultaría la tarea a los lobos, no es como si pudiesen separarla del hombre al que ha elegido. 

—Hay varios lobos con ese nombre en el clan —murmura, un aire pensativo en su mirada, Gia se lleva una mano al cabello negro y liso, recortado con cuidado—. ¿Cuál de todos? 

—No es del clan. 

Sage atiende las hojas pequeñas de las flores, las limpia con los dedos para eliminar el polvo y los diminutos insectos que puedan estar alojándose ahí, mientras Gia ladea la cabeza y le observa. Su piel pica, los vellos de su nunca se levantan. 

—Espero que puedas conservarlo —dice, Gia, deja una mano sobre el hombro de Sage y lo aprieta con un agarre ligero, luego se levanta y abandona el sitio. 

La ha dejado con una sensación agridulce en el pecho, sus pensamientos descolocados. Sage sabe que Gia no ha tenido malas intenciones al decir eso, pero las personas nunca aprenden que las palabras tienen un peso más grande del que creen. 

Conservarlo. 

Esa ha sido una palabra realmente difícil para Sage, una palabra cuyo significado jamás había podido lograr, y sufrió mucho por eso. Ella creció maravillada con la idea de llegar a adulta y encontrar una pareja con la cual formar un vínculo, o mucho mejor, su propio compañero, uno para ella sola, uno que la quisiera a ella y nadie más que a ella. Un sueño bastante infantil que se mantuvo hasta los veintitrés, donde comenzó su declive. 




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