A las 8:43 de la mañana, el café sabía a metal y a mala decisión.
Mara llevaba diez minutos sentada frente a un chico que no conocía, en una cafetería universitaria que siempre olía a pan quemado y a ambición barata, pensando en lo mismo que él estaba pensando.
No porque se lo hubiera dicho.
Porque había silencios que no necesitaban presentación.
—Si te levantas ahora —dijo él al fin—, nadie va a notar que estuviste aquí.
Mara arqueó una ceja.
—Eso es mentira —respondió—. Tú ya lo notaste.
El chico sonrió apenas. No era una sonrisa amable; era una de esas que aparecen cuando alguien se da cuenta de que no está solo en el problema.
Iván.
Ese era su nombre. Ella lo sabía sin que él lo dijera.
No por intuición romántica —no creía en eso—, sino porque había visto su nombre escrito donde no debía estar.
Sobre un documento que nunca tendría que haber existido.
—No esperaba que fueras tú —continuó él—. Te imaginaba… distinta.
—¿Más culpable o más arrepentida?
—Más nerviosa.
Mara dio un sorbo al café, aunque ya estaba frío.
—Estoy nerviosa —dijo—. Solo que no se me nota.
Él la observó con atención. No como quien evalúa a alguien atractivo, sino como quien calcula un riesgo.
Eso le molestó.
Y le gustó un poco.
—Tenemos opciones —dijo Iván—. Ninguna buena. Pero opciones al fin y al cabo.
—No me gustan las listas optimistas —replicó ella—. Prefiero saber cuál nos deja peor parados.
Iván soltó una risa breve, sin humor.
—Me caes mejor de lo que debería.
Eso es porque todavía no me conoces bien, pensó Mara.
Se quedaron en silencio otra vez.
A su alrededor, el mundo seguía funcionando: estudiantes hablando de exámenes, una pareja discutiendo en voz baja, alguien riéndose demasiado fuerte. Nadie parecía notar que, en esa mesa, dos personas habían decidido no decir la verdad.
No porque fueran monstruos.
Sino porque decirla habría sido devastador.
—Si alguien pregunta —dijo Iván—, esta conversación nunca pasó.
Mara lo miró fijo.
—Si alguien pregunta —corrigió—, ninguno de los dos estuvo allí cuando ocurrió.
Él sostuvo su mirada durante un segundo más de lo necesario.
—Entonces estamos de acuerdo.
No estrecharon las manos.
No hicieron pactos solemnes.
No hacía falta.
Cuando se levantaron para irse, Mara tuvo la certeza incómoda de que aquel chico iba a volver a su vida. No como salvación, ni como castigo.
Como alguien que iba a decidir cómo se leería todo lo demás.
Y eso —pensó mientras salía a la luz de la mañana—era mucho más peligroso que un enemigo.
#415 en Detective
#547 en Thriller
#188 en Suspenso
mentiras culpa, #drama #suspenso #secretos, #suspenso #drama #crimen
Editado: 20.12.2025