Omisión

DOS

Mara descubrió dos cosas ese día.

La primera: Iván no era fácil de evitar.
La segunda: tampoco lo estaba intentando.

Lo vio a las once, en la biblioteca, ocupando una mesa que ella necesitaba. A las dos, cruzándose con ella en el pasillo de Psicología, como si el campus fuera más pequeño de lo que siempre había sido. A las cinco, su nombre apareció en el correo institucional, vinculado a un proyecto conjunto que ella no había solicitado.

Trabajo en parejas, decía el asunto.

—Qué conveniente —murmuró, leyendo el mensaje por tercera vez.

Cuando levantó la vista, Iván estaba apoyado en el marco de la puerta.

—Antes de que digas nada —dijo él—: yo tampoco lo pedí.

—Claro —respondió ella—. Y yo creo en las coincidencias desde esta mañana.

Él entró sin permiso. Tenía esa forma de moverse que no pedía espacio: lo asumía.

—Esto nos complica —dijo Iván—. Pero también nos da control.

—No me hables como si estuviéramos del mismo lado.

—Lo estamos —replicó—. No porque queramos. Porque ya cruzamos la misma línea.

Mara cerró el portátil con más fuerza de la necesaria.

—No sabes nada de mí.

—Sé lo suficiente —dijo él, más bajo—. Y tú también.

Ese también quedó suspendido entre los dos.

Durante un segundo, pensó en levantarse. En irse. En fingir que nada de esto existía.
Pero el problema de fingir era que exigía una fe que ella había perdido hacía tiempo.

—Esto no es una alianza —dijo—. Es una tregua.

Iván sonrió de lado.

—Las treguas siempre son temporales.

—Y suelen romperse.

—Por eso son interesantes.

Se miraron un instante más. Demasiado largo para ser cómodo. Demasiado breve para ser inocente.

Mara sintió esa punzada conocida: no deseo exactamente, no miedo tampoco.
Reconocimiento.

—Si vas a hundirte —dijo ella—, no me arrastres contigo.

Iván se inclinó un poco, lo justo para que ella notara su voz más cerca.

—Eso es lo gracioso —susurró—. Ninguno de los dos se hunde solo.

Cuando se fue, Mara se quedó mirando la puerta cerrada.

No sabía qué había pasado exactamente aquella noche.
Pero empezaba a tener claro algo peor:

Tal vez no quería recordarlo todo.
Tal vez, si lo hacía, no le gustaría quién había sido.




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