Omitir drama

CAPÍTULO DIEZ

Necilia.

Cerré la maleta y la bajé al suelo. Antoine no debe tardar en llegar. Hoy debemos salir al famoso festín; no sé cuántas horas sean de vuelo, pero me dijo que estaríamos llegando por la tarde para comer.

En el cuestionario que mandaron había sugerencias de vestimenta y de lo que podrías ocupar dentro del recinto. Esos datos fueron de mucha ayuda porque no sabía qué empacar y con Antoine poco hablamos del festín. Sonreí y me dejé caer de espaldas en el colchón, mirando el techo de la habitación.

Al llevarme la mano al pecho, sentía el rápido latir de mi corazón. No estoy segura de cuando dejé que las cosas se complicaran más y ahora no queremos omitir el drama de lo que conlleva tener un enamoramiento. Él es tan… atento y lindo; no sé cómo alguien no lo trató de conquistar antes. Me llevé la otra mano a mi pecho.

—Sé que ustedes le llamaron la atención. Gracias por eso, nenas —bromeé al aire. Antoine ha demostrado que la parte que más le atraer de mí físicamente, son mis labios. Sé que las cosas se pusieron serias desde el momento en que compré las tonalidades de rojo.

Me gustaba robarle besos de pico de solo unos segundos y ver el efecto que tenía en él. Algunas veces solo se queda quieto parpadeando y otras más continua con la conversación como si nada.

Suspiré.

Tener la incertidumbre de si esto seguirá después del festín me tiene muy nerviosa, no quiero acostumbrarme a él para que solo termine con todo y vuelva a su vida de soltero por años antes del próximo evento. Pero también sé que esto solo fueron sensaciones prestadas. Alcé mi brazo, estirando mis dedos. Todo era prestado. No estoy diciendo que me quiero casar con él, porque sigue siendo poco el tiempo de conocernos, solo me gustaría seguir así un poquito más. Me gusta su compañía, el calor de sus brazos y sus sonrisas. También me atraía su lado competitivo, no lo iba a negar. Esa obsesión por querer ganar me demuestra que tiene claro todo lo que quiere y, por el momento, yo formo parte de eso.

El sonido del timbre rebota en las paredes. Ya es tiempo de partir a la extrañeza del festín; con las preguntas que me hicieron sobre la acrofobia, temí un poco. En lugares altos tiendo a sentir un poco de vértigo al mirar hacia abajo, pero así a tal de convertirse en una fobia no lo creo.

Tomé la maleta y salí de mi casa.

 

***

 

Mi estómago estaba lleno, mis párpados pesaron y bostecé con el cansancio que se apoderó de mí. No debí haber comido tanto.

Antoine coloca su mano en mi pierna, dando unos golpecitos antes de retirarla y enfrascarse en su tableta.

—¿Siempre trabajas? —pregunté con somnolencia.

—No, pero hay planes de expansión y debo buscar varios servicios fuera de Europa.

Miré su perfil. También me gustaba la faceta inteligente que gozaba de mantener impecable su trabajo. Se ha esforzado mucho para llegar al lugar donde está ahora; eso es admirable, más porque no se confía y sigue esforzándose.

—Dijiste que todos tenían que decir un reto, ¿cuál fue el tuyo? —indagué, no quería dormir todo el viaje ni tampoco pasarlo en silencio.

—Es contra las reglas decir, lo siento.

—Cuéntame de los festines pasados —le pedí. Él era uno de los pocos hombres que conocía que podían hacer varias cosas a la vez. En su celular lee correos, en la tableta escribe y mantiene una escucha activa sin perder detalle.

—Iniciando, no estaba Colette en ellos. —Reí; él sonrió—. Una de las reglas es llegar y tener siempre a tu pareja o quedarás descalificado, perdiendo todos tus puntos. Cómo te dije, existe el reto del laberinto y el de buscar algo importante para tu compañero.

—¿No es contra las reglas decir los retos? —Arqueé una ceja y él me miró de reojo.

—No cuando los ponen en cada Festín.

Apoyé la cabeza en el asiento; mis ojos se me cerraban, pero antes de dejarme vencer por el sueño, Antoine hizo a un lado sus aparatos electrónicos y tomó mis brazos, examinando mis quemaduras ya mejores.

—¿Qué te dijeron en el juicio?

Resoplé.

—Nada, se le dará prisión por un año, con derecho a fianza. Obviamente pagarán.

Chasqueó su lengua, recorriendo mi piel hasta la palma de mi mano y enlazar sus dedos con los míos, enviando una serie de descargas por todo mi sistema. Acarició el dorso, y la música de fondo no ayudaba al sueño que tenía.

—Duerme si quieres, Lia, el viaje es largo y conocer a mis amigos en su hábitat natural es bastante abrumador.

—Antoine —lo llamé cuando solo veía mis brazos—, ¿ya sabemos que tan seria es la situación entre nosotros?

—Creo que por ti ya no quiero omitir el drama de las relaciones, Lia.

 

***

 

Estiré mis músculos; pasar tanto tiempo sentada no es buena para la salud ni para mi circulación sanguínea. Solté un quejido cuando mi espalda tronó. Pensar que aún falta un viaje en auto de una hora y media.




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