La vida en Auradon de alguna manera resultaba ser muy melosa y dulce. Llena de príncipes y princesas que no peleaban ni una sola vez, puesto que todos confiaban en todos y no había manera de que eso cambiara. La bondad era lo que reinaba y el amor se respiraba en el aire con una dulce fragancia que embriagaba a cualquiera.
¿Por qué?
La respuesta era muy simple y notoria. Esa tierra era habitada por todos aquellos grandes héroes y heroínas que en algún momento se habían enfrentado a los más terribles villanos que amenazaban su felicidad o la de sus seres amados. Los hacían vivir una infancia terrible llena de miserias y carencias. O por el simple hecho de ser más bellos que otros, por dictamen de un espejo mágico que no podía mentir, intentaban envenenarlos con fruta. Y la otra opción, pero no la última, es que no habían sido invitados a un bautizo de la realeza y lanzaban una maldición para que el bebé durmiera para siempre.
Muchos de esos villanos fueron desterrados, escaparon o murieron en la pelea contra aquellos a los que ellos consideraban inferiores. Ese fue su gran error.
Después de la Gran Derrota Malvada, la Bella y la Bestia se casaron, uniendo todos los reinos existentes en esa tierra (e incluso en el mundo marino). Siendo coronados como reyes y soberanos absolutos de los Estados Unidos de Auradon. No había mejor elección, el Rey Bestia duro y con decisiones sabias, y la Reina Bella, bondad y creencia en lo mejor de las personas.
Claro que, para ellos, la decisión siguiente fue la más dura. Los héroes eran bondadosos, pero incluso el resentimiento podía aparecer en un corazón lleno de bondad. El deseo latente de que aquellos que les hicieron daño por tanto tiempo también sufrieran. Tomaron la decisión de hacerlo posible, hacer un verdadero castigo a los malvados, uno que verdaderamente fuera suficiente para que pagaran todos sus crímenes contra ellos. La muerte no era suficiente.
Por lo que con la ayuda del Hada Madrina y su reluciente varita, crearon una prisión alejada de Auradon, cubierta por un campo de fuerza invisible para evitar que escaparan y la entrada de la magia a ese lugar. Manteniendo cualquier tipo de poder fuera del alcance de sus garras. Allí, atraparon a todos los villanos y sus secuaces, devolviendo a la vida a aquellos que la perdieron en la pelea y mandándolos a esa prisión especial que sería nombrada como la Isla de los Perdidos.
Así fue como, la Reina Malvada regresó de aquel risco del que había caído. Jafar fue sacado de su lámpara y le quitaron todo poder que tenía. Cruella De Vil fue sacada de su mansión junto con su Panther De Ville rojo destrozado. Madre Gothel dejó de ser polvo, pero de inmediato fue alejada de la Torre. Hades fue sacado del Río Estigia. El Juez Frollo fue sacado del infierno para ir a uno peor.
Y Maléfica, el hada malvada y la Maestra del Mal, se despertó en ese pútrido lugar, donde ni la más asquerosa cucaracha se atrevía a entrar. Sin duda alguna, un lugar que no era digno de su presencia. Sin embargo, lo que más latía muy dentro de su ser, era el deseo de venganza. No solo en contra de Aurora y el Príncipe Felipe, también contra aquel reino de pacotilla que se había vuelto en su contra y le dieron un castigo que era incluso peor que la muerte.
Ese pensamiento era compartido por todos los villanos de la isla, que sufrían con una vida sin tener poder alguno. Cada día, como simples mortales, parecidos a esas insignificantes basuras que los había derrotado. Sin el sentimiento de grandeza que los caracterizaba y sin la oportunidad de arruinar las vidas de los demás.
En pocas palabras, una tortura espantosa.
Y la vida continuó. Se volvió una normalidad, que si bien, era realmente terrible y un martirio cada día, eso no influyo en que los villanos encontraran una manera de seguir con sus vidas. El deseo latente de venganza y la oportunidad de que algún día encontraran la forma de derribar aquella barrera se desvaneció en el aire. La idea de ser libres de la Isla de los Perdidos se fue perdiendo con el tiempo.
Excepto por Maléfica. Que proclamaba su deseo de libertad cada vez más.
La descendencia llegó y con ella la nueva generación de jóvenes villanos quienes estabn seguros todos, harían sus sueños realidad. Hijos de los más grandes malvados que en muchos casos, eran la decepción personificada de sus padres.
Evie, la hija de la Reina Malvada (aquella que no era lo suficientemente hermosa como era su madre). Carlos, el hijo de Cruella De Vil (el que no era un cachorrito el cual su madre pudiera despellejar y hacerse un abrigo). Jay, el hijo de Jafar (aquel que no tenía poder alguno o había nacido para convertirse en sultán de un imperio). Y Mal, la hija de Maléfica (la que no era lo suficientemente malvada y merecedora de llevar el nombre completo de la Maestra del Mal).
Esos cuatro jóvenes villanos, unificados por una misión que los convirtió en familia. Encontrar el Ojo del Dragón, el cetro de Maléfica. En la Isla de los Malditos dentro de la Fortaleza Prohibida, ubicada en alguna parte oculta dentro de la Isla de los Perdidos, la cuál estaba llena de trampas mortales, acertijos inciertos y peligros secretos.
¿Quién diría que el destino querría juntos a estos cuatro marginados? Pues tal vez así era, porque tiempo después, ellos fueron elegidos para algo muy especial.
Ben, el hijo de la Bella y la Bestia y el futuro soberano de Auradon. Quien tenía el mismo coraje de su padre y la bondad junto con la capacidad de ver el bien en cualquier ser como su madre. Dio como proclamo real, la oportunidad de que los hijos de los villanos fueran a la Preparatoria de Auradon y vivieran en el reino. Algo que sacudió tanto a la isla como al propio Auradon. Y por algo del destino, fueron aquellos villanos descendientes los afortunados o desafortunados.