Tenía tanto miedo de girar la cabeza para mirar en su dirección como lo tiene alguien que ve una película de terror y sabe que la criatura espeluznante que matará a todos aparecerá de un minuto a otro y lo hará saltar de su silla.
Siempre tuve la sospecha que al destino le encantaba jugar con nosotros, hacernos sufrir con su habilidad de manejarnos como si fuésemos marionetas y nos colocaba en situaciones que desearíamos a veces que no fuesen ciertas.
¿Cuáles eran las posibilidades de que aquel chico de la agencia prestamista era el que estaba sentado detrás de mí?
Pocas debido a que vivíamos en la gran ciudad de Nueva York, el lugar donde los sueños se cumplían, la jungla de concreto, tal y como la habían descripto Jay Z y Alicia Keys en su canción.
Millones de personas andaban por estas calles, millones de personas entraban y salían por esté café sin dejar ninguna impresión que sea digna de recordar.
Entonces porque debía ser él quien estuviese compartiendo el mismo lugar que nosotras. Hasta hubiese preferido encontrarme con la esposa de Bill.
Hubiese preferido mil veces escuchar su chillona voz insultarme en ese extraño acento español que tenía, pronunciando palabras que en mi vida había escuchado, pero no era así.
La vida y la suerte no estaban de mi lado este día y parece que la persona a la que llamaba mejor amiga tampoco ya que haría todo lo que estuviese a su alcance para que tuviera una chance para hablar con él.
La gran pregunta era si yo quería hacerlo. Si de verdad podría enfrentarme a una persona que hasta hace 24 horas atrás no figuraba ni siquiera en mi vida ni en mente.
Podía inventar mil cosas para desligarme de esto pero ninguna de ellas parecía posible en este momento. El pánico se había apoderado de mi mente y era como si mis pies se hubiesen congelado en el piso.
Mi corazón latía como un tambor dentro de mi pecho y me convencí a mí misma de que era por los nervios que me estaban jugando una mala pasada y no porque sentía algún tipo de emoción por verlo ahí a unos cuantos metros de mí.
Tal vez si era lo suficientemente rápida, podría correr hasta el baño, ocultarme ahí por unos cuantos minutos y salir por la puerta pasando desapercibida.
Sí, ese era un buen plan. Solo contaría hasta tres y me levantaría sigilosamente de mi silla, sin causar demasiado ruido, y antes de lo que quiera acordar, nadie recordará que estuve aquí.
— ¿Dónde crees que vas?—dijo Maddie dando por concluido mi brillante y fracasado plan.
.Necesito ir al baño.
—Sí, claro que si—enarcó una ceja
— ¿Que?
—Crees que no conozco esa maniobra. No te olvides que fui yo quien la inventó. En el verano del 2014.La fiesta de Paul.
La mire fijamente sin saber de qué hablaba.
—Jason me acorralaba y tú me tuviste que salvar fingiendo que te encontrabas mal y necesitabas que alguien te tuviera el pelo mientras estabas arrodillada en el inodoro.
—Ya, ya lo recuerdo. O sea que no tengo escapatoria alguna, ¿no?
— ¿Quieres que te sea sincera?
—Nunca querría otra cosa de ti.
—En una escala del 1 al 100, tus posibilidades de salir airosa de todo esto y evitarlo totalmente a él, son de una en un millón.
—Tan mal juegan las probabilidades para mí.
—Cariño, digamos que la suerte hoy no está de tu lado. O tal vez si... ya lo descubriremos—dijo llamando a William para que acercara a nuestra mesa.
— ¿Qué haces? ¿Estás loca? ¿Dime te has vuelto completamente loca?
—No, que yo lo sepa. Linda—apartó un mechón que caía sobre mi rostro—A veces tienes que tentar a la suerte. Darle un pequeño empujoncito.
—Que a ti te haya funcionado, no significar que a mí también me ocurrirá lo mismo.
— ¿Acaso tienes una bola de cristal dentro de ese horrible bolso?
—Oye—agarré mi bolso llevándolo a mi pecho—No te metas con mi bebé.
—Admítelo. Es horrible.
—No, no lo es—le saqué la lengua. Es vintage, no lo entenderías.
—Tu pensamiento sobre el amor es vintage. Ahora respóndeme, ¿guardas una bolsa de cristal que te dirá que te depara el destino, dentro de esa cosa?
—No
—Entonces respira hondo, cuenta hasta 10 y por una vez relájate un poco y deja las cosa en manos del destino. Deja de ser tan controladora una vez en tu vida.
—No soy controlad...
—Shh, calla y muévete un lugar más allá que William se acerca hacia nosotras.