El sol me golpeó de lleno en la cara despertándome con la noticia de que cualquier chance de un día frío con nubes que cubrieran el cielo eran totalmente nulas. O eso asumí cuando saqué mis pies de la cama y me dirigí a la ventana corriendo la cortina para tener una mejor vista de la ciudad.
Recuerdo que tuvimos una gran pelea con Jessica cuando recién llegábamos a esta casa. Y como las personas adultas que éramos lo resolvimos jugando a "piedra, papel o tijera" . Cuando gané ella se enojó bastante pero su rabieta acabó cuando le llevé un pote de helado.
Sacudo la cabeza y comienzo a reir quitando el recuerdo de mi mente y cualquier otra cosa incluso e de anoche. Até mi bata favorita alrededor de mi cuerpo y aproveché los minutos que me sobraban para trenzarme el cabello. Lavé mis dientes y bajé en busca de algo de comida para desayunar.
Al llegar a la cocina no podía creer lo que estaba viendo.
-Tu....tu hiciste todo esto?-pregunté incrédula.
-Sí -sonrió orgulloso de su obra de arte-Siempre se me dió bien este tema de la cocina, solamente que nunca tuve a quien cocinarle. Por eso vivo a base de ensaladas.
-Podría acostumbrarme a esto-contesté llevándome un pedazo de pancake a la boca, dándome cuenta demasiado tarde de lo que había dicho.
Ian sonrió de esa forma que hacía que los hoyuelos aparecieran en su ara. Me preguntaba a cuantas chicas había conquistado con ellos.
-Digo, estos días que te quedes aquí, tume harías de comer. La cocina y yo no somos muy amigas que digamos-me sinceré rápidamente intentando no meterme en más problemas por culpa de mi lengua.
-¿Cuáles son tus preferencias?
Pensé un minuto mientras ordenaba mis pensamientos.
-Mmm...-coloqué una mano en mi barbilla imitando al emoji que pensaba- Me gustan las hamburguesas, la salsa barbacoa, papas con cheddar y un poco de todo de ahí en adelante. Mi favorita es la comida mexicana.
Una de sus carcajadas inundó el pequeño lugar que nos albergaba y lo miré intrigada.
-¿Hay algo que no te guste?
-Disculpame por ser humana- reí.
-Estas perdonada -colocó una mano en mi hombro; acto seguido un escalofrío recorrió mi espalda.
-¿Estás bien?
-Sí, si-bajé la mirada ecitando la suya a toda costa.
-En serio , ¿que no te gusta?
-El pescado y las pastas.
-O sea que nada de lasagna los lunes ni sushi los viernes.
-Nada de lasagna ni nada de sushi-repetí.
-Entendido-dijo-Ahora prueba el jugo de arándanos . Va bien con eso que comes.
Le dí un trago generoso a mi vaso y una agradable sensación me llenó.
-No le digas a Jess, pero esto es mucho más rico que su jugo de naranja.
Colocó su dedo sobre su boca.
-No diré ni una sola palabra.
-¿Lo juras?
-Palabra de scout -dijo haciendo la seña que los caracterizaba.
Me paré de mi silla y dejé los paltos sobre el fregadero.
Tenía la sensación de que él no había olvidado la conversación de ancohe, pero igual tenía que sacarme la duda.
-Oye.
-¿Si?- me miró atento
-¿Puedo llamarte Stefan, verdad?
-Claro que no.
-Oh, con lo hermoso que es ese nombre-dije riendo.
-Dime.
Tomé una larga respiración traté de convencerme a mi misma de que esto era solo una pregunta inocente que no lastimaría a nadie.
-Lo de anoche.
-Nunca pasó-me cortó- Quedate tranquila.
-Muchas gracias-de repente sentí un impulso de abrazaro y me acerqué a él.
Sus brazos rodearon mi cintura y me pegó más a él. Hacía mucho que no estaba tan cerca de un hombre. Su olor llegó a mi nariz ; una mezcla de menta y una fuerte colonia hicieron que mis rodillas se doblaran y el me agarró antes de que pasara algo más. Supongo que muy pocas chicas pudieron resistirse a eso.
Se alejó un poco para luego mirarme a los ojos.
-Ya lo sé-dijo tocándo la punta de mi nariz con su dedo-Soy el mejor.
-No te des tanto crédito-le corté su momento de confianza haciendolo enmudecer de repente, su sonrisa desapareció inmediatamente-¿Qué pasa?
-Cuando salgas del trabajo pasaré por tí e iremos a buscar las cosas para prepararnos una buena cena.
-¿Con vino y todo?-pregunté jugando un poco.
-Con vino y todo-respondió a mi pregunta.
Me quedé mirándolo un momento en silencio- No me había percatado de que sus ojos eran una perfecta mezcla entre verde y marrón.
Miró el reloj y luego me miró a mí.
-Ahora vete o llegarás tarde al trabajo.
Lo imité y sonreí antes de ir a mi habitación. Luego de media hora, tomé mi bolso y salí decidia a enfrentar otro día de trabajo . Odiaba la rutina,debía admitir, pero tenía que enfocarme en la meta...la revista.
-Toma -dijo extendiendo la mano y dejando en la mía una taza de café.
-Gracias-sonreí sorprendida por su gesto.
-No lo agradezcas.Creeme, te hará falta hoy.
-lan...
-¿Si?
-¿Por qué me tratas bien?
-¿Por qué no lo haría?
-No lo sé, apenas nos conocemos.
-Amber me caes bien y punto.Ahora ve y ten un gran día en el trabajo-se acercó a mí y depositó un beso en mi mejilla antes de alejarse.