El primero en llegar a la cueva fue Aphelios. Ambos chicos estaban sudados y cansados, Sett por mucho que había corrido no había podido alcanzar al chico; llegó en último lugar por unos cuantos pasos.
—Maldita sea Phel, corres muy rápido ¿Por qué? ¿Cómo lo hiciste?— preguntó jadeando de cansancio.
—Ya te lo dije— contestó el chico dejándose caer de espaldas en la entrada de la cueva— No aprovechas bien esos músculos. Cualquiera envidiaría ese cuerpo con el que naciste, eres alto y fuerte, solo te falta técnica.
—No digas eso— dijo Sett sentándose a su lado.— Nadie quisiera ser un bastardo mestizo como yo.— pronunció pensativo mientras tomaba una bocanada de aire.
—Yo no creo que sea malo ser como tú—terció Aphelios —No tienes debilidades humanas, no te cansas tan rápido, tus sentidos están más desarrollados y tus heridas se curan rápidamente gracias a la magia salvaje que corre por este bosque. Lo que quiero, decir es que tienes un mundo de posibilidades.
Sett se sobresaltó ante su comentario y bajó sus orejas apenado.
—Si lo dices así, no suena tan mal— murmuró y luego, se puso de pie y estiró sus brazos hacia arriba.
— Bien, como yo perdí me toca cocinar, iré a cazar algo y cuando regrese, me enseñarás cómo aumentar mi velocidad. — le dijo a Aphelios señalando con la punta de su dedo.
—De acuerdo— contestó el chico y el mitad vastaya se percató que sus ojos estaban irritados.
—Tus ojos...—Preocupado se hincó a su lado para tocar su mejilla pero antes de que pudiera hacerlo, Aphelios se puso de pie.
—No pasa nada, me escurrió sudor. Si no te molesta, iré a refrescarme— Dicho eso, el joven entró al interior a la cueva sin mirarlo.
Sett sintió una punzada de descontento en su pecho que trató de ignorar concentrándose en lo que debía hacer.Se alejó de la cueva y se dirigió a la zona donde solía cazar presas para alimentarse. Ya iban dos veces que perdía una presa, cuando irritado, golpeó el tronco de un árbol. Se sentía malhumorado y no podía identificar si se trataba por su cacería infructífera o el desplante que Aphelios le había hecho antes de salir. ¿Por qué había reaccionado de aquella manera? ¿Aphelios estaba molesto con él? Si era así porque no solo se lo decía y ya… ¿Tan molesto estaba porque lo había besado?
—¡Maldición! ¡¿Qué anda mal conmigo?!— gritó y meneó su cabeza.— ¡Debo concentrarme!
Aguzó sus sentidos para buscar otra presa cuando vio una ave de gran tamaño posada en la rama de un árbol.
—Supongo que hoy será pollo— pensó lanzándose por el ave y antes de que pudiera agarrarla ésta tomó vuelo . Sett no alcanzó a frenar su impulso y terminó golpeado y colgado por la mitad en la rama del árbol.
—¡aght!—Emitió un quejido resintiendo el golpe y se quedó ahí sin moverse.
— ¿Qué diablos estoy haciendo?— pensó y pasó una mano por su rostro.—Esto está mal… muy mal...
Estaba tan sumergido en sus pensamientos que fue tarde cuando sintió la presencia de tres personas a su alrededor.
—Pero miren a quién tenemos aquí—dijo la voz de un joven y Sett enseguida reconoció la horrible voz de Kaleb, un chico humano de la misma ciudad que él.
Sett se levantó en un parpadeo y se sentó en la misma rama en la que había estado colgando segundos antes.
—Kaleb, sabía que esa voz de mierda la conocía— dijo Sett con una sonrisa de lado.
Los dos hombres adultos que acompañaban al joven miraron de mala manera a Sett.
—¿Este es el hijo mestizo de aquel gladiador del foso?—preguntó uno de los hombres que acompañaban a Kaleb.
—Si padre, es el bastardo de Sett. El otro día nos golpeó a mi y mis amigos, solo porque nos burlamos de su madre, esa Vastaya que limpia en casa de Lord Alkos—
A Sett se le erizaron sus orejas y su semblante cambio a uno disgustado. Si había algo que odiaba es que se burlaran de su madre enfrente de él.
—Creo que podemos arreglar eso— dijo el otro hombre y los tres se aproximaron a él con intenciones hostiles.
—Sabes Kaleb, me da gusto que estén aquí— Dijo Sett bajando de un brinco del árbol y chocó sus puños ansioso por lo que iba a pasar. — Estoy de muy mal humor y quería golpear algo, creo que aprovechare que tú y tu familia se ofrecen a aliviar mi estrés.
Comenzaba a atardecer cuando Aphelios se preocupó de que Sett no regresaba de donde sea que había ido a cazar, él no conocía tan bien el bosque, así que no tenía idea a dónde podía haber ido. Él se había tardado recogiendo algunas frutas en su excursión al río pero ya había pasado demasiado tiempo desde eso. Impaciente salió de la cueva para buscarlo y lo vio a lo lejos, Sett cojeaba al caminar y cargaba algo pesado sobre su espalda. Aphelios corrió a su encuentro y observó el desastre en el que estaba hecho. Su pómulo derecho estaba hinchado y tenía varios moretones en sus brazos y pecho, sin contar la gran mancha de sangre cerca de su tobillo.
—No me mires así, ellos quedaron peor— rió el joven mitad vastaya.
—¿Ellos?— preguntó preocupado Aphelios y le quitó lo que cargaba, un arnés con tres patos amarrados. Le ofreció su hombro para ayudarle a caminar pero Sett no lo aceptó.
—¿Qué sucede? Apóyate— le ordenó Aphelios al ver la indecisión en su rostro.
—Hace rato no querías que te tocara—farfulló Sett sin olvidar el desplante que le había hecho.
—Olvida eso, no puedes caminar—Aphelios soltó un suspiro contrariado
—Puedo caminar— Sett empezó a andar y Aphelios molesto aventó los patos y lo alzó en brazos.
—¡¿Qué… qué… qué crees que haces?!—gritó Sett e intentó soltarse.
—Solo hago lo mismo que tú, hago lo que quiero porque quiero— le contestó Aphelios llevándolo en brazos.
—Espera, no es necesario… puedo caminar… ¡Oye! dejaste la cena ahí ¡AUCH! ¡Duele!— gritó Sett cuando Aphelios tocó una de sus heridas. —¡¿Por qué hiciste eso?!— se quejó.