One little bite ( Sett x Aphelios)

VIII. El amor de una madre

Había pasado dos semanas desde la partida del mitad vastaya, durante ese tiempo Kara se había encargado por órdenes de su padre  de llevar cada inicio de semana una cesta de comida y una bolsa de dinero a la madre de Sett. Y aún si su padre no se lo hubiera pedido, ella lo hubiera hecho de todos modos, estimaba a Sett y aunque no conocía personalmente a su madre, la respetaba por ser la madre del Jefe. En las cortas pero agradables visitas que le hacía a la vastaya, ella la trataba de forma tan amable que Kara llegó a preguntarse si así eran todas las madres o solo era así la madre del jefe. No conocía mucho acerca del amor materno, después de  todo su madre había muerto durante la invasión de Noxus cuando apenas era una niña.

Llegó temprano por la mañana a la casa de la mujer y vio que barría la entrada de su vivienda. Sett había gastado bastante acomodando a su madre en una cómoda y hermosa vivienda alejada de la gentuza y del barullo del público que visitaban el foso; esto era para protegerla de sus enemigos y para que ella no supiera la verdadera naturaleza de sus actividades. Kara recordó divertida las ocasiones en que Sett le pedía cubrir con maquillaje sus heridas para que su madre no lo descubriera, se preguntó si sería tan malo que la señora Vastaya  se enterara que su hijo era en realidad el Jefe de los fosos de Jonia.

En cuanto se aproximó la amable mujer la saludó con una sonrisa y la invitó a pasar a su casa.

—Kara bienvenida, justamente acabo de preparar un poco de té ¿Gustas acompañarme?— le preguntó la madre de Sett haciendo que la chica se sintiera cohibida por su amable trato.

—Me gustaría señora pero hoy mi padre requiere mi ayuda. Vengo a traerle lo que Sett-dono ordenó pero si gusta por la tarde podría pasar hacerle una visita...— sugirió la chica dejando la canasta en la mesita de la sala junto con la bolsa de dinero.

—Eso me gustaría—comentó la vastaya pensativa— Desde que Settright se fue me siento un poco sola pero supongo que no puede evitarse, él debe hacer su propio camino así como yo hice el mío.

Kara la miró con curiosidad, todo ese tiempo había pensado que Sett había hecho un viaje de negocios únicamente pero quizás había algo más que ella no sabía.

—Ahora que lo menciona, creo que Sett-dono habló sobre encontrase con alguien— Soltó Kara de forma astuta, quería saber si una mujer era el motivo oculto del hombre que amaba y si era así, quería saber de quién se trataba.

—No pensé que él hablará de eso con alguien más; él debe tenerte confianza. —La madre de Sett la miró  sorprendida y luego agregó.— Yo tampoco sé su nombre pero supongo que cuando regrese ambas lo sabremos. Debe ser una persona muy especial ¿No lo crees?—El rostro de la mujer se dulcificó pensando en el futuro encuentro. Quizás la persona que Sett llevaría ante ella se convertiría en su futura nuera o yerno. 

Kara hizo un esfuerzo sobrehumano para esconder sus emociones; las palabras de la madre del Jefe la habían tomado desprevenida y herido su orgullo en el proceso. Se despidió de ella de manera solemne con la promesa de volver más tarde a tomar esa taza de té y caminó cabizbaja de regreso a la arena. Sus pensamientos la llevaron a formular motivos y conjeturas sobre el repentino viaje de Sett. Desde que lo conocía ni una vez había dejado Jonia ni a su madre sola. Quienes se encargaban de buscar nuevos contendientes para la arena  y arreglar los encuentros eran sus subordinados. Entonces la pregunta era: ¿Por quién él sería capaz de hacer eso?  El pensar que hubiera una cara y un nombre por respuesta le hizo sentir molesta y despechada. No podía creer que hubiera alguien así en el corazón del Jefe, que fuera lo suficientemente buena para él aparte de ella.  Sabía que por mucho que se le insinuaba, Sett no parecía responder a sus sentimientos pero jamás le había importado hasta ahora que se encontraba en desventaja.

Saber que otra mujer le había ganado a su hombre sin siquiera haber tenido la oportunidad de pelear por él, le molestó. Todo ese tiempo se había esforzado por abrirse camino hasta el corazón de Sett pero él había construído un muro invisible entre los dos, donde la única interacción que compartían tenía que ver con el trabajo y el manejo de la arena. Fuera de eso ni una sola vez la había invitado a salir y cuando ella siquiera había osado insinuarlo, la esquivaba tan galantemente que no podía llegar odiarlo. 

Solo en una ocasión Sett se había mostrado vulnerable ante ella,  fue poco antes de que se convirtiera en el Jefe de la Arena cuando aún era una estrella en ascenso. Desde que su padre hubiera perdido contra él, Sett y ella se volvieron cercanos, en ocasiones se quedaba a cenar en su casa cuando él acudía a practicar sus nuevos movimientos de pelea con su padre. Adoraba verlo luchar; en las gradas era ella quien lo ovacionaba hasta quedar sin voz, también la manera en que siempre comentaba sin recato que llegaría a ser el dueño del Foso y que ella y su padre lo acompañarían como sus personas de confianza. Fue así que se enamoró perdidamente del hombre mestizo que otras mujeres rechazaban y temían por su origen, ignoraban la joya sin descubrir que Sett era.

Una noche se armó de valor y decidió seguirlo hasta la azotea de un edificio abandonado donde él acostumbraba colarse para observar la luna llena. Le pareció curiosa su costumbre, ya que siempre sin falta  en esos días él acudía a ver al astro como si de una amante secreta se tratara. Se preguntó si eso tenía que ver con alguna costumbre vastayana o  si se trataba de un simple pasatiempo pero jamás se atrevió a preguntárselo. Ni tampoco el hecho que tiempo después de que se volviera el Jefe de la Arena dejó de hacerlo de manera repentina. Ella aún podía recordarlo sentado en el piso de la azotea con sus ojos dorados fijos en la luna mientras su cabello rojo era mecido por el viento.



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En el texto hay: primer amor, yaoi, league of legends

Editado: 10.01.2021

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