Naege jwo ne silent cry, woah
¿Enamorarse de la muerte? No, es absurdo.
O al menos eso era lo qué yo creía hasta hace cuatro semanas, cuando me diagnósticaron cáncer, mi vida no pudo empeorar más.
Desde muy joven he sufrido de bullying por mis compañeros, desde derramar comida en mi bolso, hasta pegarme y encerrarme en los cubículos de la escuela. Tampoco tuve una buena infancia, tengo unos padres maltratadores y despreocupados, y un hermano mayor qué lideraba la "pandilla" de la escuela.
Si, mi propio hermano manda a sus secuaces a golpearme.
Soy solo una chica de 18 años, con ansias de entrar en una buena universidad, y tener estabilidad económica, y salir adelante, y quizás ayudar a mis padres.
A pesar de todo, son mis padres, y debo honrarlos y ayudarles con lo qué pueda.
Todas las noches, hacía mis deberes y luego ordenaba la casa, si, porque mi madre era una vaga y prefiria limpiar sus uñas antes qué lavar un plato.
Mi padre, un hombre casi jubilado de su trabajo; qué ha comenzado a trabajar en línea para poder seguir sustentando la casa y cada uno de los caprichos de mi madre y mi hermano, Pero para mí nunca hay nada.
Hace unos meses había conseguido un pequeño empleo de medio tiempo, para poder pagar mis cosas, y comprar productos personales y entré otros.
— ¡Oh, hasta qué la princesa se dignó a llegar! —
La voz sarcástica de mi madre, fué lo primero que escuché al entrar a la casa, llevaba mi mochila en la espalda, y una bolsa con ramen para al menos comer algo, y en mi otra mano los exámenes de mi diagnóstico.
—¿Qué traes allí, niña? Dame eso, tengo hambre — comentó mi hermano, llegando a mi lado quitando mi ramen.
Traté de forcejear con él, pero el ardor fuerte en mi mejilla me detuvo.
Mi madre, estaba delante de mí con la respiración agitada y la mano alzada luego de abofetearme, estaba con su rostro rojo y fruncido.
—¡¿ Porque le reniegas la comida a tu hermano?! ¿Qué te ha hecho él para qué lo trates así? ¡Eres una maldita!— exclamó, gritando en mi cara, volviendo a alzar su mano y abofetearme.
Mi hermano veía con una sonrisa ladrona la situación, a pesar de todo el siempre ganaba.
Luego de esa situación, decidí irme a mi habitación, mi pequeño refugio, en una esquina yacía mis maletas con mis pertenecias, muy pronto abandonaría está familia.
Abrí el sobre en mis manos, leyendo nuevamente aquel diagnóstico, qué se repetía y repetía como una advertencia de el poco tiempo qué me quedaba en este mundo, aún recordaba aquellas palabras del doctor cuando le comenté lo mal qué me estaba comenzando a sentir.
" Lo lamento mucho, pero te quedan tres meses de vida, máximo cuatro... Lo mejor es qué vayas despidiendote y estar lo más relajada posible"
Un sollozo salió de mis labios y con eso las lágrimas brotaron por mis mejillas, haciendo qué el lugar se volviera pesado y triste. Todos los días eran lo mismo, llegaba, una paliza y luego lloraba en mi cuarto, silenciosa y sin molestar a nadie.
¿Hasta cuándo? ¿Porque no simplemente me muero ya?
Yo solo quería amor, ¿Porque nadie estaba dispuesto a dármelo?
Los días se hicieron eternos, ya realmente no tenía fuerzas para luchar y renegar algo de mis padres.
Durante las últimas noches, sentía una brisa fresca qué me daba miedo, Pero a la vez me transmitía una paz deseable. ¿Qué era? No lo sé, Pero la sentía cada vez más y más.
Luego fueron pequeños roces y caricias, a lo largo de la noche, o incluso en pleno día, ya qué me la pasaba todo el tiempo en mi habitación. Me sentía cada vez más sola y abatida, ya no sabía porque lloraba cada noche, ¿Tristeza? ¿Nostalgia? ¿Odio?, ¿Rabia? ya no lo sabía.
Hasta que un día, luego de una enorme paliza por parte de mi padre , me encontraba en mi habitación, viendo el cielo nocturno con mis ojos llorosos.
Quiero terminar con mi sufrimiento...
Entonces apareció, lo qué me daría paz durante los últimos días de mi vida.
Allí estaba, de pie frente a mí, vestido completamente de negro, manos callosas, cabello negro, y un perfil espléndido, sus ojos conectaron con los míos, haciendome perderme por unos segundos en aquella oscuridad qué proporcionaban.
Una sonrisa malévola cruzó sus labios, viéndome con diversión.
—¿Llegué en mal momento?— preguntó, su voz sonó gruesa y ronca, dándome escalofríos en mi columna vertebral.
Por instinto tuve qué retroceder, Pero no de miedo... Si no, de ¿Nervios? ¿Porque mi corazón latía tan rápido? ¿Ya era mi hora?
—¿Q-Quien eres t-tú?— fué lo único qué pude pronunciar, al sentir incapaz de hablar.
El, con su imponente presencia, se acercó a mí, dejándome acorralada entre la pared y su cuerpo. Su rostro estaba tan cerca del mío, sentí sus delgados dedos pasearse por mis mejillas llenas de lágrimas, qué no supe en qué momento había derramado.
—Soy quién te llevará, a la muerte — susurró cerca de mis labios — o mejor conocido como el ángel de la muerte, Han Jisung.
No dije nada, ya me había rendido a seguir con vida al saber qué tenía cáncer, pero, estaba confundida y a la vez me sentía aliviada de qué mi sufrimiento, mis lágrimas silenciosas, todo el dolor, las humillaciones... Todo por fin acabaría.
—¿Me llevarás contigo?— me animé a preguntar, tenía curiosidad por como sería este proceso —, ¿Ahora mismo?.
El rió mientras negaba.
—Por supuesto qué no, pequeña, aún te quedan 8 semanas de sufrimiento, y yo estaré aquí a tu lado para verificar que todo esté en orden— explicó mientras tomaba mi cintura acercándome a él.
¿Qué clase de ángel hace esto?
—¿Y porqué no ahora? Ya no quiero sufrir más, no soporto estar aquí, si mi destino es morir, lo aceptaré sin ninguna objeción — pronuncié, con la voz amortiguada y desesperada.
—¿ Tanto quieres morir?— preguntó.
Solo pude asentír, mientras mis lágrimas volvían a salir y se convertían en en sollozos.