One way: ¡no te rebeles! - Diciembre 2024

I

Nací en un pueblo llamado Paz. Allí casi todas las noches, una persona desaparecía y era encontrada al día siguiente sin vida.

Lo poco que sabía de mis padres fue que les pasó eso. La persona que me rescató me dejó a cargo de la familia Barker, con ellos viví gran parte de mi vida. Hasta que esa noche llegó…

Yo compartía habitación con Dalia, mi mejor amiga y la hija menor (y única) de la familia Barker. Nuestro cuarto era modesto y pequeño, las camas se enfrentaban así que nos veíamos todo el tiempo.

Esa noche, no podía dormir porque sabía que Dalia había salido con su novio y aún no regresaba. Me quedé observando la ventana por la cual debía entrar, el seguro no estaba puesto.

Me parecía un peligro que estuviera abierto, así que rezaba para que regresará pronto. Fue de madrugada cuando finalmente escuché el rechinido de la ventana al abrirse y como Dalia saltó hacia abajo donde estaba su cama.

Dalia se levantó y empujó suavemente las hojas de la ventana. Me vio con una sonrisa, caminó directamente a mi cama y de otro brinco se acostó.

— Me tenías preocupada —susurré.

— Lo siento —me dijo con voz normal, yo negué con mi cabeza en desacuerdo—. Demián igual me trajo temprano, dijo que no quería que nos pasará algo… ¡Es tan tierno!

Mi mirada de desaprobación hizo callar su grito. Dalia suspiró.

— Nos daríamos cuenta si estuvieran cerca…

— No podríamos porque estás gritando —dije, volviendo a susurrar.

— Tú y papá son tan gruñones…

— No sólo es peligroso que se entere tu papá, están cazando a esta hora —le indiqué con miedo.

— Así nunca vas a vivir —ella me codeó, yo chité enojada—. De todas formas, si llega nuestro momento nos llevarán y ya, no podremos hacer nada. ¿Qué sentido tiene el miedo? —ambas compartimos miradas—. No vamos a durar más.

— ¿Sentido? No vives sólo por ti, Dalia. Tus padres siempre hicieron todo para cuidarte.

Ella me interrumpió.

— Si, y mira cómo terminó mamá: muerta. Aún recuerdo lo último que dijo, que me esconda y espere… —Dalia apretó sus dientes al hablar, yo me sentí culpable por tocar su herida reciente.

— Lo lamento, Dalia. Sólo quiero que estés bien. —me sentía culpable.

— Sé muy bien eso, pero no quiero que me protejan de algo que es seguro que pasará. ¿De qué sirve cuidarse?

— Servirá para estar una mañana más juntas, amo tus hotcakes —respondí honestamente.

— Lo tuyo es la comida, Paz. Discúlpame, tu también siempre tratas de cuidarme y no te la hago fácil. —ella me abrazó.

Se levantó de mi cama y se fue a la suya. Apagué la vela frente a mí.

Conocía esa realidad y no me imaginaba ni lo duro que era para Dalia que su madre haya sido llevada frente a ella sin poder hacer nada. Era conciente de que vivía aterrada por la única regla de este pueblo.

— Duerme bien, Paz. —me susurró Dalia.

— Tu también.

Apoyé mi cabeza sobre la almohada y me quedé así por varios minutos. Después escuché un leve ronquido proveniente de Dalia.

“¿Así es cuando ya no sientes miedo? ¿o cuando aceptas la realidad y no decides interponerse a ella? ¿sera que debo

Apoye mi cabeza sobre la almohada, en medio del silencio, sólo podía escuchar a Dalia como dormía plácidamente. ¿Así es cuando ya no sientes miedo a nada? ¿O cuándo aceptas la realidad y no decides interponerte a ella? ¿Será que en realidad la que no toma conciencia de todo soy yo?

En medio de mis pensamientos, me quedé dormida. Sin embargo, aún me encontraba alerta, fue así que escuché el susurro de Dalia.

— Guarda silencio, hay gritos cerca. —los noté de inmediato, una voz conocida y chillona para nosotras, a través de la luz de la luna vi a Dalia.

Estaba pálida, temblaba y podía sentir su miedo; ya que era un reflejo de mí misma. Nos cubrimos con la sábana y hasta no pude sentir el sonido de mi respiración.

Junto a los gritos de auxilio, la atmósfera del cuarto se tornaba más fría, la ventana se escarcha, simbolizando que “ellos” estaban más cerca de lo que pensábamos.

Era el momento de la cacería, la persona seleccionada iba a morir, esto nos garantiza otra noche de seguridad. En cuánto fuera atrapada y dejará de forcejear, podríamos respirar tranquilas. Pero, no parecía ser un trabajo sencillo, ya que escuchamos como seguía pidiendo auxilio y golpeando contra la pared.

— Sólo déjate ir —susurró Dalia. Yo asentí con pesar.

“Clac” el ruido de la ventana, observé a Dalia que su cama estaba debajo. La chica cayó sobre Dalia, golpeando su estómago y haciéndola gritar del dolor.

— No —susurré.

Dalia contuvo su voz y empujó a la chica, era Irene, una de nuestras vecinas más joven. Los adolescentes, siempre eran los más impulsivos, las reglas no estaban sujetas a ellos.

— ¡Por favor, ayuda! ¡Me van a matar!

— ¡Sal! ¡Estas poniéndonos en peligro! -intento susurrarle, Dalia estaba perdiendo los estribos, yo intenté levantarme, pero ella me lo negó con la mirada.

Si lográbamos que Irene se fuera, aún podríamos… el ruido de las puertas al ser destrozadas, indicaban que se acercaban desde el comedor, no tardarían en entrar a la habitación.

— ¡Por favor! —Irene comenzó a llorar desconsolada. sólo podía escucharla, no lo lograremos. Abrí mis ojos, la observé aferrarse a Dalia como si eso la salvaría, sentenciando su vida.

— Por favor, no hagas nada. —me susurró con su voz quebrada.




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