Es un día como cualquier otro en el Reino Onírico, el tiempo a veces pasa rápido, otras veces pasa lento, puede estar cuatro días con un sol resplandeciente y de repente llega la noche que dura un par de horas, aunque a veces ocurre al revés. Hay cientos de islas flotantes de diferentes formas, colores y tamaños, algunas cambian instantáneamente mientras que otras tardan días e incluso años en hacerlo; muchas islas son las clásicas masas de tierra pero otras son diferentes criaturas como serpientes gigantes que se convierten en islas; algunas cosas tardan más que otras en cambiar, pero en el Reino el cambio constante está a la orden del día.
Las criaturas salen a hacer sus rutinas diarias, algunos cazan, otros esperan a sus presas y otros permanecen en alerta por si algún depredador los acecha; nada está fuera de lugar en este día, excepto por el viscoso charco negro viviente que se acerca lentamente a un árbol y se transforma en una horrible criatura negra bípeda, corpulenta y con una calavera de caballo que cubre su rostro, el monstruo camina sigilosamente entre los matorrales, buscando una presa que pueda destruir, olfatea el aire y gruñe de placer al reconocer el dulce aroma de los mortales; continúa serpenteando por entre los matorrales siguiendo el olor hasta que localiza a sus presas, un par de mortales jóvenes de la Tierra, una niña de unos ocho años y un jovencito de aparente catorce años tiene un duelo amistoso de magia, ambos están tan inmersos en sus actividades que no notaron el leve movimiento de las plantas, la bestia los vigila desde su escondite y se prepara para atacar, los mortales continúan jugando, pero la pequeña deja caer su varita mágica y mira con horror a la criatura que se alza sobre ellos cubriéndolos con su sombra, el muchacho se vuelve hacia su atacante pero no pudo reaccionar a tiempo, la bestia se convierte en humo y se introduce en su boca rápidamente, la niña comienza a gritar al ver que el muchacho cae de rodillas y comienza a temblar, la expresión en su rostro es de absoluto terror, las lágrimas del joven ruedan por sus mejillas y su lengua está paralizada, el chico está a merced del Mara, la niña comienza a llorar de la impotencia y sin saber que hacer, los mortales sienten que van a sumergirse en un horrible pesadilla.
Pero la caballería llega a tiempo, dos Caballeros Oniros van al rescate, ambos tienen el cuerpo cubierto por una armadura de insecto de color violeta que se vuelve azul en sus extremidades y naranja brillante en su pecho y en el centro tienen una brillante luz amarilla, ambos tienen el rostro violeta y un par de ojos amarillos muy brillantes, ambos tienen el cabello marrón y liso, pero el hombre lo tiene hasta los hombros mientras que la chica lo tiene hasta la mitad de la espalda y amarrado en una cola de caballo, y por último, tienen una larga cola que sale de su nuca y termina en una esfera luminosa como el de las luciérnagas, mientras uno se queda cerca de la niña, el otro se concentra en el muchacho, el Caballero invoca un hechizo y un círculo arcano parecido a un atrapasueños aparece en el lugar donde se encuentra el chico, luego comienza a exorcizarlo pero el Mara se reúsa a abandonar a su huésped; la niña mira con preocupación la escena mientras el Caballero insiste con más fuerza en sacar a esa bestia del cuerpo del muchacho, él grita de la desesperación y terror, sufre angustia y miedo; pero el Caballero impone su voluntad y el Mara sale del cuerpo de la misma forma que entró.
El Caballero lanza al Mara lejos de sus víctimas y éste vuelve a su forma original, está muy enojado y lo expresa rugiéndole a todo pulmón a los Caballeros; estos ven que el muchacho cae rendido, al menos la expresión de su rostro muestra paz y tranquilidad, la niña se acerca a él preocupada y lo llama con urgencia, sacudiéndolo con delicadeza para que despierte; los Caballeros se dan cuenta que el Mara se lanza al ataque nuevamente, pero uno de ellos usa su magia para que los chicos vuelvan a su mundo justa antes de que la bestia llegara a ellos. El Mara mira a ambos lados confundido y luego se vuelve lentamente hacia sus enemigos, mucho más enojado y frustrado que antes; los Caballeros se preparan para el combate, ambos desenfundan sus espadas mientras que el Mara gruñe y mira fijamente a sus contrincantes, por unos cuantos segundos permanecen inmóviles, el ambiente se vuelve tan tenso que se puede cortar con un cuchillo; después de una pequeña eternidad el Mara lanza un rugido de batalla y es el primero en atacar, con sus poderosas garras de sombra arremete contra ambos al mismo tiempo sin piedad, pero los Caballeros evaden y detienen cada ataque hábilmente, la chica lanza un poderoso hechizo de luz que lastima los ojos de la bestia, esta ruge del dolor y el otro Caballero aprovecha el momento para acabar con él, pero el Mara apenas se escapa con un rasguño, al ver que no tiene posibilidades de ganarles trata de huir, pero los Caballeros salen tras él con sus espadas listas para acabarlo, justo antes de que el Mara pudiera desaparecer, la guerrera lo apresa dentro de un enorme cubo de cristal, la bestia mira con terror como su plan de escape se desvanece rápidamente mientras le devuelve una mirada llena de odio a sus captores; el Caballero se acerca lentamente a su enemigo y levanta la espada al cielo, el Mara ve con terror como ésta se ilumina como las estrellas que aparecen en el cielo nocturno, el Caballero se prepara para dar el golpe final, con un rápido movimiento el Caballero corta al Mara por la mitad junto con el cubo de cristal; la bestia queda petrificada y luego gime de dolor y humillación al sentir como la parte superior de su cuerpo se desliza hasta caer al suelo, la bestia cae abatida y los Caballeros guardan sus armas al ver que el peligro ha pasado, al menos por el momento pueden darse un respiro.