Todo comenzó con un robo. No de joyas, ni de secretos, sino de un simple trozo de comida. ¿El crimen? Tomar sin permiso la favorita de Joo Ri. ¿La consecuencia? Una persecución que ahora me hace cuestionar todas mis decisiones de vida.
Dicen que las mejores ideas llegan en los momentos menos esperados, pero tomar esa decisión no fue una de ellas. Todo comenzó con un simple pensamiento: ¿Qué tan rápido puedes escapar de alguien furiosa? Ahora, mientras mis pulmones arden y mis piernas amenazan con rendirse, descubro que la respuesta es: no lo suficiente.
Lo curioso es que, mientras corríamos por los pasillos del instituto, esquivando personas y mochilas como si nuestra vida dependiera de ello, no podía evitar pensar en algo: ¿cuántas veces más voy a repetir este error?
Hago una nota mental (otra más que seguramente olvidaré): No vuelvas a tomar la comida favorita de Joo Ri. Pero aquí estoy, sufriendo las consecuencias de mi impulsiva decisión.
—¡No corras, T/N! —grita ella detrás de mí, aunque no parece detenerse.
—¡¿No me harás daño?! —respondo entre jadeos, intentando ganar velocidad, pero mi cuerpo ya no da para más.
De repente, Joo Ri se detiene, y yo, completamente agotada, freno también. La confusión me invade mientras miro a nuestro alrededor. No sé en qué momento llegamos al otro lado del instituto ni cómo logramos cruzar la cancha de fútbol a esa velocidad.
—¿Te pasa algo? —pregunté, acercándome a ella mientras trataba de mantenerme en pie.
—La verdad, no —contesta antes de dejarse caer en el césped, con la respiración agitada. Su rostro todavía tiene un leve tono rosado por el esfuerzo, pero está sonriendo. Como siempre, parece que nada puede romper su ánimo. Sin pensarlo demasiado, me dejo caer a su lado.
—¿Cómo es que ahora corres tan rápido, chica? —me pregunta entre risas, mientras ambas observamos a las personas que siguen pasando a nuestro alrededor como si nada.
—Porque no quería que me golpearas. Me amenazaste la última vez, ¿recuerdas? —dije bromeando, todavía tratando de recuperar el aliento.
—Lo recuerdo —dice, fingiendo gravedad antes de estallar en carcajadas. —Pero debo admitirlo: corres rápido.
Duramos un rato en el pasto hablando de cosas sin sentido como siempre, haciendo que nos olvidáramos de Taehyung. Hasta que la campana sonó avisando que teníamos que volver a clases, por lo que nos levantamos rápido y volvimos con Tae en menos de 5 minutos.
Tomé mis cosas y las puse en la mochila para irnos a la siguiente clase. En el transcurso del camino solo me limité a ver y escuchar a las dos personas a mi lado. Taehyung tenía esa manera peculiar de hacer reír a Joo Ri con los chistes más simples, y aunque trataba de ignorarlo, algo dentro de mí se torcía con cada carcajada de ella.
Al ver la hora en mi teléfono, me di cuenta de que íbamos casi 10 minutos tarde.
Lo único bueno de aquella clase era el profesor; de no ser por él, probablemente ya habríamos dejado de asistir. Siempre nos consideré responsables, pero con ese toque de rebeldía que parecía atraer la atención de los profesores. Tal vez era esa combinación lo que nos daba puntos a favor: nunca entregábamos una tarea tarde, aunque nuestra actitud despreocupada añadía un aire de interés.
Durante la caminata, los saludos de otros compañeros me parecieron más lejanos que nunca. A decir verdad, nunca los consideré amigos. La mayoría solo se acercaba cuando necesitaba algo. Ayudar nunca me molestó, y tampoco esperaba nada a cambio, pero era imposible no sentir cierta tristeza al darme cuenta de que todo se basa en la conveniencia.
Solo tengo una amiga y es Joo Ri, ella es mi mejor amiga desde que tengo memoria, y después está Tae, mi amor platónico e inalcanzable porque es el novio de mi mejor amiga, pero también es mi amigo. Una combinación extraña, como esas fórmulas químicas que nadie entiende hasta que explotan. Es algo difícil de entender, pero es aún más tratar de explicar cómo me siento al respecto.
*
El día que lo conocimos, nos gustó a ambas. Yo no sabía lo que había causado en mí realmente, pero de algo estaba segura: le había gustado a Joo Ri. Antes de siquiera preguntarme si me gustaba, decidí hacerme a un lado. No solo porque le gustara a mi mejor amiga, sino también porque él mostró interés en ella. Tal vez nunca he sido el tipo de chica que alguien elegiría primero, y aunque intento no pensarlo, esa idea siempre me ronda.
Con el pasar del tiempo, me di cuenta de que Tae me estaba gustando. Me sentía atrapada entre dos emociones opuestas: la culpa por mis sentimientos y la alegría de verlos felices juntos. Verlo frente a ella con un ramo de flores en la entrada de su casa fue como presenciar uno de esos momentos de mis libros favoritos, donde el protagonista se declara de manera especial. Me emocioné, por mi amiga y también por el gesto. Sin embargo, dentro de mí, el corazón se encogió un poco, como si cada pétalo de esas flores arrancara un pedazo de mi esperanza.
Entramos al salón de clases cuando la mirada acusatoria del director Morris cayó sobre nosotros. Frente a él, había un chico nuevo. Era difícil no notar el nerviosismo en su postura mientras el director lo invitaba a presentarse.
—Hola, mi nombre es Jimin, soy de Corea del Sur y espero llevarme bien con ustedes —dijo rápido, como si quisiera terminar cuanto antes. No pude evitar sonreír; entendía perfectamente cómo se sentía.