—Jodida cosa—Gruñí al apagar de golpe el chillante despertador. Acostado boca abajo, estiré mis extremidades y gemí al oír tronar una de las articulaciones de mis brazos. Bostecé con pereza y ejercí presión en mis ojos.
Procedí a levantarme con un humor de perros y me encaminé hacia el baño dando una última mirada al proyecto de la Universidad, el cual me había tomado casi toda la noche. Llegué al sanitario, seguido de otro bostezo y a continuación higienicé mi cavidad bucal, para luego tomar una ducha.
Al cabo de unos minutos y con una toalla enrollada en mi cadera, tomé rumbo a mi habitación sacudiendo mi mojado cabello, con el objetivo de quitarle el exceso de agua. Sin percatarme que choqué con un delgado cuerpo, provocando que ambos gruñéramos.
—Fíjate por dónde vas—Rodó los ojos Liza sosteniendo una dona.
—¿Tan temprano y comiendo? —Cuestioné a lo que ella bufó—El pasillo es público, demonio, por lo que puedo estar aquí las veces que se me dé la gana.
—Idiota—Gruñó—Además, mamá hace más de una hora que ha estado llamándote para que bajes a desayunar.
Moví mis hombros para detener el frío que se estaba haciendo presente en mi torso—Como sea, iré a vestirme.
—¿Acaso percibes algo de interés en mi persona? —Chasqueó la lengua—Por cierto, David llamó...—Posé los ojos en mi hermana, quién daba una gran mordida a su dona—Dijo que viene en camino.
—Bien, ahora ve a triturar es pobre dona a otro lugar, lejos de mí—Liza abrió la boca con burla, enseñando el bolo alimenticio que yacía en su boca—Eres desagradable—Hice una mueca de asco ante su acto y sin más, me introduje a mi cuarto.
Tomé unos Jeanes junto a una polera negra. Me enfoqué a recubrir mi cuello con una bufanda, para evitar que el resfrío, el cual estaba mejorando, empeorara.
Con ambas manos despeiné mi cabello, sin darle mucha importancia en como lucía y me encaminé hacia mi mesita de luz. Con un suspiro cogí mi celular, verificando la hora.
Bien, aún es temprano.
Di unos cuantos pasos hacia atrás, cuando de pronto un destello llamó mi atención. Rasqué mi mejilla y me acerqué a ver de qué se trataba.
Mi fruncido ceño se relajó al reconocer el objeto, colgado de mi lámpara. Apreté mis labios al tenerla entre mis dedos y sin poder evitarlo, ese nombre llegó a mi mente.
Bruja.
Habían pasado dos años desde la última vez que la vi en el aeropuerto, luego de eso, no supe nunca más de ella. Intenté buscarla e iniciar contacto, pero fue casi imposible hacerlo. Un año entero la busqué por toda la red social existente, pero fallé y al año siguiente, solo desistí.
Si ella hubiese querido mantener contacto conmigo, ahora estaríamos escribiéndonos o quién sabe...viéndonos a través de una pantalla.
Daba igual.
Con verla bastaba.
Decidí enfocarme en otras cosas, como mi futuro. De nada servía deprimirme, si estaba seguro que perdería mi tiempo. Me constaba el saber que no volvería a verla, por más que eso deseaba.
Sin embargo, su imagen se rehusaba a desaparecer de mi mente y sosteniendo el dije, sabía que sería aún más difícil. Pero ¿Por qué culparme?
Sacudí mi cabeza en el momento en que daba dos vueltas a la cadena alrededor de mi muñeca.
Si olvidarla era mi objetivo, con llevar a esta pequeña brujita, sostenida de mi muñeca derecha, representaría un inicio.
Lancé una última mirada a mi desordenada habitación y sin más, me encaminé hacia la cocina.
—Buenos días—Tomé asiento junto a mi familia. Papá me sonrió, para luego bajar la vista al periódico y mamá guiñó su ojo izquierdo, mientras me entregaba una taza de chocolate—Gracias—Posé mis ojos en mi hermana—¿Me alcanzas el azúcar?
Liza alejó su mirada del celular y bufó aburrida—Aquí tienes.
—Entonces ¿Qué has decidido? —Cuestionó mi padre, mientras dejaba el periódico en la mesa y posaba su codo sobre este.
Dejé el recipiente de azúcar, nuevamente sobre la mesa y elevé mis ojos hacia él—Si logro entrar, eso es lo que estudiaré—Me encogí de hombros—Nunca imaginé que esta sería la vocación correcta para mí, pero así lo siento.
Mi madre sonrió—Si sientes que es lo que deseas, cuenta con mi apoyo bebé—Sus ojos brillaron de emoción—¡No puedo creer que serás un profesional! —Chilló extasiada.
Rodé mis ojos—Mamá, aún debo pasar el examen de ingreso.
—¿Y qué con eso? —Frunció el ceño, dando un rápido sorbo a su café—¿Crees que dudo de las capacidades de mi hijo?, pero por supuesto que no—Dijo determinada—Ingresarás, ya verás—Volteé mi cabeza en dirección a la puerta principal, donde llamaron al timbre de manera constante.