—¿Estás lista? —Cuestionó Gloria desde el marco de la puerta, mientras se apoyaba en este con un pequeño espejo en sus manos y deslizaba el lápiz labial sobre sus labios.
Hice una mueca—No aún—Alisé unos de los últimos mechones de mi cabello—¿Tú?
La vi por el reflejo del espejo asentir con una sonrisa en su rostro—Más que lista—Sus ojos me observaron de arriba abajo—Te vez bien.
Liberé un suspiro—Gracias—Dejé la plancha de cabello sobre la cómoda y me volteé a verla—Tú tampoco te ves mal—Tomé mi gorro de lana y lo coloqué sobre mi cabeza a la vez que tomaba asiento en la cama, cabizbaja.
Gloria caminó hacia mí—No tienes deseos de ir ¿Verdad? —Me encogí de hombros y ella rodó sus ojos—Chica, no puedes sentirte así por un chico. Sé que debe doler que él esté intentando comenzar y que aún tu no puedas entender como es qué hizo para superarlo, pero déjame decirte que él se lo pierde. Eres una gran chica y tener tu cariño y tu amistad es el mejor privilegio—Me sonrió—¡Oye, que nadie ha muerto por amor y tú no serás la primera! —Reí y asentí algo más animada—Ya he llamado el taxi y debe de estar en camino…—Mojó sus labios—Iré por mi abrigo, te quiero—Besó mi mejilla para luego ponerse de pie.
—Y yo a ti.
Aún esto no ha empezado y ya quiero que finalice.
(…)
—¿Es aquí? —Preguntó Gloria observando a través de la ventana, el oscuro y nevado paisaje—Qué hermosa vista
Asentí de acuerdo—Sí que lo es—Analicé el gran Bridge High —Es aquí—Dije hacia el conductor, quién ajeno a nosotras asintió y estiró su mano para recibir su paga.
Gloria silbó abriendo la puerta del vehículo y se estremeció al sentir el frio chocar contra ella—Joder, sí que hiela aquí afuera—Boqueó provocando que el vapor de su aliento se hiciera notablemente visible ante nosotras—Ahora tú eres la guía y yo la turista, sorpréndeme con este bello lugar.
Sonreí—Bien, pero camina—Acerqué mi bufanda y cubrí mi nariz—Porque sí seguimos aquí nos helaremos y aún soy muy joven para morir.
Ambas tomamos rumbo hacia mi antiguo hogar, que ya se hacía visible y a paso veloz nos acercamos, Gloria haciendo expresiones de sorpresa al ver la casa y yo solo me mantenía neutra, recordando lo poco que viví aquí y como lo viví.
A veces recordar no es tan bueno.
Caminé hasta la puerta y elevé mi puño para tocarla, pero una presencia detrás nuestro nos alertó y tanto Gloria como yo volteamos asustadas.
—¡Cariño! —Chilló Bertha con una gran sonrisa—Qué bueno verte—Me abrazó cariñosamente y luego volteó hacia Gloria, quien nos observaba con una sonrisa—¿Quién es esta jovencita?
—Ella es Gloria, mi amiga de China—Sonreí—Gloria ella es Bertha.
—¡Qué gusto conocerla! ¡Gracias, muchísimas gracias por hacer que viniéramos hasta aquí! —La abrazó dejándonos a mí y Bertha sorprendidas por su arrebato—De no ser por usted, jamás hubiera conocido este hermoso lugar.
—Es cariñosa—Me observó Bertha confundida y yo solo le me encogí de hombros—Bien, niñas, es hora—Tragué saliva al verla caminar hasta la puerta y llamar a ella.
Apreté mis puños al ver la puerta abrirse y unos ojos castaños aparecieran confundidos observando a Gloria, luego a Bertha y luego se posaron en mi confusos y por último pasaron a ser sorprendidos
—¿Anel? —Preguntó estupefacta—No puede ser ¡Eres tú!
Sonreí completamente feliz—Hola, solecito—Ella bramó de felicidad y acortó los últimos pasos hasta mí y me apretujó en un fuerte y cálido abrazo.
—Te he extrañado—Dijo con su rostro escondido entre las hembras de cabello.
—Y yo a ti.
—Cariño ¿Quién era? —Elevé mis ojos hacia la delgada mujer vestida de negro que observa extrañada la escena.
—Hola Janine.
Sus ojos se emplearon—¡Oh, por dios! ¡Eres tú! —Sus ojos se llenaron de lágrimas—¡Pero mira que hermosa estás y has cortado tu cabello! —Tocó las puntas de mi cabello—Como te he extrañado.
—Estoy seguro, pero no más que yo—Dijo una voz detrás de Janine—Mi otra chica ha vuelto a casa—Sonreí liberando a Janine y corrí hasta los brazos de John.
—Hola—Sonreí con los ojos llenos de lágrimas—Te he echado de menos, John.
Él rió—Y yo a ti.
—Vamos a la mesa, que ya he servido la cena—Sonrió Janine caminando hasta la cocina y todos la seguimos.
De más está decir que mis ojos se encontraban nerviosos buscando por todos lados el rastro de cierto pajarito, pero al no verlo el alivio y la decepción se apoderaron de mí.