Solté mi lapicero sobre el libro de Anatomía del corazón y sobé mis sienes con cansancio. Presioné mis puños con rabia al oír sus constantes chillidos y conté hasta diez internamente para no explotar como una bomba.
—¡Intento estudiar, porque tengo un jodido parcial mañana! —Exclamé molesto—¿¡Podrías hacer silencio al menos por cinco minutos!?
Mackenzie apareció por el marco de la puerta con una mueca de enfado. Llevaba su castaño cabello en una coleta, algo despeinada y usaba pantalones deportivos.
—¡Nada me queda! —Dijo echa una furia—Maldigo el día en que decidí…—Silenció su boca repentinamente.
—¿El día en que decidiste qué? —Cuestioné confundido.
Negó—Olvídalo—Suspiró y luego desapareció de la sala, adentrándose en la habitación.
Mackenzie se encontraba en sus ocho semanas de embarazo. Tiempo en el que su abdomen se había hecho notar levemente y su comportamiento se había convertido en algo casi imposible de soportar.
No había hablado con la bruja, después de nuestro encuentro en los juegos, no volví a cruzar palabra con ella.
La había visto, por supuesto.
Pero solo en la universidad, así que cada vez que la veía recorrer los pasillos, aprovechaba todos esos segundos para admirarla como nunca antes.
Y no era sorpresa para mí, el notar como brillaba cada vez más.
Me encontraba desesperado por hablar con ella, pero me era imposible y mientras más pasaba el tiempo, más notable se sentía su lejanía.
—¿Por qué no la superas? —Dos pares de pálidos brazos, recorrieron mis hombros hasta rodear mi cuello—Me tienes a mí ¿No es suficiente?
Completamente tenso cogí sus brazos quitándolos de mi alrededor—¿No estabas en la habitación?
Hizo un puchero—Estás demasiado frustrado—Sonrió—¿No quieres distraerte un poco?
—No, solo quiero estar solo y estudiar.
—Oh—Frunció sus labios—Pero, sabes que esto te despejara—Tomó mi cuello y estampó sus labios con los míos.
¿¡Pero qué carajos!?
Intenté retirar sus manos de la parte trasera de mi nuca, pero era complicado al estar ella prendida como una garrapata de mí.
—¡Ya basta! —Exclamé causando que se sobresaltara y diera un par de pasos hacia atrás—¿¡Qué está mal contigo!? —Limpié mis labios con rapidez—¡No vuelvas a hacer eso! ¿¡Me oyes!?
—Pero…
—¡Nada! —Empujé la silla en la cual me encontraba sentado y caminé hacia la mesada—¿¡Es que no entiendes que no siento nada por ti!?
Sus ojos lagrimearon—¿¡Y tú no entiendes que yo siento todo por ti!?
Suspiré molesto—¡Tú y yo no estamos en una relación! —Dije con ronquedad en mi voz—¡Lo dije antes y lo repito ahora! —Caminé hasta la puerta, después de tomar con rabia mi abrigo—Lo único que nos une, es ese niño, ¡ya entiéndelo! —De un portazo salí viendo rojo.
Estaba molesto.
Muy molesto.
Con rabia caminé por las calles, sin saber bien a donde ir.
Mi celular sonó deteniendo mis pasos y sin ver el remitente, cogí el celular y solo me limité a hacer silencio.
—Al fin contestas, idiota—La voz de David se escuchó del otro lado de la línea—¿Cómo vas con el estudio? —Bufó—No puedo memorizarlo, ¡joder!, ¿Tienes idea de a donde se sitúa la válvula sigmoidea aórtica?
Suspiré—David, no estoy de ánimos para hablar de eso.
Hizo silencio—¿Qué sucede?
—Mackenzie, eso sucede.
—Mira, no quiero decir “te lo dije”—Carraspeó—Pero lo hice, te advertí sobre ella, pero tú te negaste a escuchar.
Rodé mis ojos—Vaya, gracias por el apoyo, amigo—Rasqué mi cabello, por encima de la capucha—Sé que la cagué a lo grande y no hay vuelta atrás, pero esto…—Hice una mueca—Se está volviendo casi imposible de soportar.
—Aun no entiendo que es lo que está sucediendo.
Suspiré molesto—Mackenzie me ha besado.
—¿¡Eh!? ¿¡De veras!? —Exclamó sin poder creerlo—¿¡Que has hecho!?
—Pues le seguí el beso y le juré amor eterno—Respondí con ironía.
Ahogó una exclamación—¿Hablas en serio!?
Bufé molesto—En serio, hermano, no puedo creer que seas tan idiota.
—¡Oye! —Chilló—¡Ya sabía!
Sí, claro.
—Como sea, salí del departamento y aún sigo aquí en la calle—Apreté mis puños—Estoy a punto de volverme de loco.