Only you

Capítulo 33

Abrí mis ojos al escuchar la alarma de mi celular. Con pereza lo tomé, presionando la tecla de suspensión y bostecé, estirando mis extremidades con lentitud. Como un zombie, me senté sobre la cama y suspiré al sentir nuevamente esa presión en mi pecho al percatarme de que nada había cambiado, de que nada era un sueño. Habría dado lo que fuera, porque se tratara de una pesadilla, pero no era así, no existía nada en el mundo que lograra cambiar la realidad. Winston estaba muerto.

Y yo estaba a punto.

Fregué mis llorosos ojos y quité las sábanas que cubrían mis piernas. Ya habían pasado tres semanas desde su entierro, tres semanas en dónde me había mantenido encerrada en este cuarto, descuidando mi carrera, mis amigos y en especial a mí. De no haber sido porque Brandon decidió darme un baño, hoy estaría luciendo y oliendo como basura.

Observé mis manos, la cuales se hallaban vendadas y con un leve tono carmesí debido a mis cortadas y cerré mis puños sobre mis muslos, luciendo derrotada.

Elevé mi rostro ante unos sutiles golpes en la puerta y suspiré tensándome. No deseaba ver a nadie, sin embargo, no podía continuar con este trato hacia Bertha. Ella no lo merecía.

No fui la única que lo perdió.

Y con eso en mi mente, me puse de pie, encaminándome y tomando el pomo de la puerta para abrirla. Tomé la porción inferior de mi remera con incomodidad al ver el rostro de Bertha. Hasta ahora no me había percatado de las sombras oscuras bajo sus castaños ojos y como las arrugas en su rostro, se habían hecho más visibles.

—Hola, cielo…—Se removió nerviosa e inquieta—He traído tu almuerzo, sé que quieres estar sola pero no puedo dejar que pases hambre... he preparado lasaña. Pensé en hacerte uno de tus platos favoritos y algo nutritivo—Mojó sus labios—¿Puedo dejar la bandeja? Prometo que luego de hacerlo, te dejaré en paz.

Demonios ¿Tan dura y fría había sido? ¿Me encerré tanto en el dolor, que no me importó tratar con odio a Bertha? Me sentía un asco, asco de mi misma, de mi egoísmo y de mi auto-compasión.

—Lo siento—Susurré con el sentimiento de que, en cualquier momento, perdería mi voz—En serio lo siento—Bertha elevó sus ojos hacia mí y eso bastó para que me quebrara frente a ella—L-lamento haber actuado así, no lo merecías—Admití entre llantos.

—Ay, cariño—A toda velocidad se deshizo de la bandeja, posándola sobre el mueble junto a la puerta y corrió a estrecharme en sus brazos—No tienes por qué disculparte—Besó mi mejilla—¿Sabes? Cada persona vive el duelo de distintas maneras yo, por ejemplo, aún en la mesa guardo el lugar que pertenecía a Winston y tú…—Llevó mi cabello tras mis orejas y me observó con ambos ojos cristalizados—Decidiste hacerlo aquí y de esta forma no tan ortodoxa, pero respeto que de esa manera luchas contra ese dolor de pérdida.

—No encuentro la manera de salir adelante…—Dije con voz rota—Cada vez que intento salir de esta habitación, el recuerdo de que no volveré a verlo, aparece, mortificándome y lanzándome al vació una vez más y no sé cómo seguir.

—Sé que podrás salir adelante, solo debes hallar que es lo que necesitas para aprender a vivir con el dolor y sé que podrás hacerlo.

Bajé mi mirada, analizando sus palabras. Las sentía retumbar en mi cerebro una y otra vez, algo en esa oración pareció encajar en mi cerebro de tal manera que me llevó a tomar una decisión.

—Debo salir—Anuncié firme a lo que Bertha frunció el ceño—Hay algo que debo hacer.

—¿Pero tu almuerzo…?

Asentí—Iré al baño, luego almorzaré y, por último, me iré.

Ella lucía preocupada—¿Estás segura de ir sola? ¿No quieres que llame al niño Brandon? —Inmediatamente negué.

—Debo hacer esto sola…creo que, acabo de encontrar lo que necesito para aprender a vivir con el dolor—Hice una mueca—Confía en mí, estaré bien.

Bertha asintió—De acuerdo.

 

(…)

Anchorage Memorial Park Cementary

Leí el nombre enmarcado en material de madera sobre las rejas que encerraban el lugar. Debajo de este en una primera fila, se hallaba decorado por flores rojas siguiendo el comienzo y el final del cartel de madera. Luego le seguían en el mismo recorrido un par de flores amarillas con retoques morados posados sobre una leve elevación del suelo, dándole el aspecto de una pequeña montaña sosteniendo el cartel.

Podía observarse a simple vista todo el parque repleto de césped y sobre este, la manta de nieve cubriéndolo y otorgándole un aspecto casi amarillento. Cada lápida estaba de ordenada de modo alfabético, decoradas con rosas de diversos colores sobre su superficie y en el centro del material, una fotografía del fallecido se encontraba allí.




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