Opal & Rose: Cyan's Twin // #o&r3

Capítulo III

  Cuando creyeron que sería una época tranquila, solo dedicados a la niña, hubo algo más por qué preocuparse. Fue otra tarde, no mucho después de que decidieran el futuro de Cyan. Mike insistió en tener una reunión exclusivamente con las gemelas, poniéndolas al tanto de algo que solo él y Leo sabían hasta el momento.

—Miren, chicas, quiero pedirles un favor.

—¿De qué tipo? —debió preguntar Opal.

—Me gustaría pedirles un lugar especial aquí. Uno, no sé, bonito, tranquilo... donde pueda casarme.

—¿Cómo? —soltó Rose con una gran sonrisa, alegremente sorprendida, al igual que su hermana. Él les sonrió—. ¿Se van a casar?

—Aún no se lo pido pero... espero que sí. Y bueno, ya saben, viven en un lugar hermoso.

—Por supuesto, si quieres te preparamos un sitio, como dices, especial.

  Le agradeció a ambas, para que luego cambiara rápidamente la expresión en su rostro. Llegó un detalle importante a su mente, uno que debería sentarse a hablar con su novia. Por ello, pidió a las gemelas, si podrían encargarse, de la organización, todo mientras él juntaba valor para pedírselo. Sin más se puso de pie, pensando en ir a hablar con Kiah, pero entonces se le ocurrió otra cosa. Volteó hacia las gemelas, que lo veían con gracia ante los nervios que solo con sus movimientos demostraba. Les indicó que se quedaran ahí donde estaban, pronto volvería. Ellas, sin nada más que hacer, aceptaron y se mantuvieron esperando en la cocina. Sin hablar demasiado entre las dos, dado a que aún había para ambas cierta tensión luego de su disputa, aguardaron hasta que Mike volviera. No mucho tiempo después, tal vez apenas unos minutos, regresó casi arrastrando con él a su pareja. Se sentó donde antes, Kiah optó por el lugar a su lado. Él tomó aire, tratando de desacelerarse, y comenzó.

—Verás, nena... Creo que podríamos pensar para, algún día, irnos a vivir juntos. —Inhaló hondo, pensando bien las palabras antes de decirlas, su novia lo miraba algo asombrada, pero dejó que continuara al ver que había más—. Las chicas fueron muy comprensivas y sé que lo serían por mucho tiempo más, pero creo que si planeamos hacer nuestras vidas sería mejor elegir un sitio que no sea este castillo.

—Sí, claro, me encantaría... ¿pero a dónde iríamos?

—Para eso están las chicas aquí, creí que podían ayudarnos a elegir un buen lugar, otro planeta, ya que por lo visto conocen muchos más que nosotros.

—Entiendo, aunque sería una pena dejar este sitio... es un lugar tan bello y... somos tan buenos amigos —mencionó la «xomata», Kiah, con algo de leve tristeza en su mirada.

  Su novio le acarició el brazo que tenía sobre la mesa, diciendo que podían buscar algún lugar cercano para que pudiera visitarlas cuando quisiera. Entonces, las gemelas se miraron entre sí, con una misma idea en mente.

—Bueno, creo que tenemos algo mejor —dijo Rose, sonriente.

—Hay una linda pradera hacia el sur, más allá del bosque, donde solía haber un río. Ahí podemos ayudarlos a construir una cabaña, un hogar propio.

—Estarían tranquilos, tendrían a mano todo lo que necesitan, y solo estaríamos a un bosque de distancia.

—¿En serio?, ¡suena genial! —exclamó la chica, emocionada. Para Mike también fue buena idea, por lo que no les costó mucho aceptar tal oferta.

—Es un hecho, entonces. ¿Hay algo más de lo que quieran hablar?

—Bueno, Rose, ahora que lo mencionas... —El chico sonrió, levantándose de la silla, luego se ubicó frente a Kiah—. Tal vez esta no sea la manera más romántica, aquí en la cocina y...

  Opal lo interrumpió chasqueando los dedos, haciendo que sin más aparecieran todos ellos y el resto de habitantes en un jardín secreto, precioso, al que ella y su hermana se dedicaban cuando ya no sabían qué más hacer con sus vidas. Ese lugar estaba bastante cerca de donde les ofrecieron ubicarse, por lo que había transportado a todo mundo, sin esfuerzo, una gran distancia. Entonces Kiah apareció de pie sobre una cama de flores silvestres y Mike, delante de ella, vestido de traje. Al darse cuenta los dos de la situación, voltearon con gracia hacia quien efectuó todo aquello. Leo, Raphael y Cya, quienes solo observaban, estaban lejos de comprender la situación.

—Bien, ahora sí. —Asimismo se puso de rodillas, sorprendiendo a la pobre inocente que apenas notaba lo que seguía—. Kiah, mi amor, ¿te quieres casar conmigo?

  Se oyó chillar a la niña, llena de emoción, cuando vio la escena que se dio poco más adelante, al oír la propuesta hecha a su amiga. Kiah no salía de su asombro, siendo dominada por el sentimiento más sincero de alegría, que pronto inundó su cuerpo entero. Solía decir a menudo que no le importaban esas cosas, que no creía en los lazos a base de palabras, pero en ese momento todos sus esquemas se quebraron uno a uno. Entonces le tomó las manos a su pareja, sin decir nada, y le ayudó a ponerse en pie. Cuando una mueca comenzaba a asomar en el rostro de Mike, su novia lo besó. Impactado correspondió a tal gesto. Era extraño, puesto que nunca lo habían hecho, por más raro que sonara para sus amigos. Para los xomatas, ese gesto se limitaba a muy pocas relaciones, dado a que se relaciona con el amor real y sincero. Así que, cuando lo hizo, su novio comprendió lo que sentía. El tan ansiado «sí» no se hizo esperar más, pronto habría una boda en aquellas tierras. Todo mundo se puso a trabajar, cada quien designado a las tareas más convenientes para sí mismo. Por ejemplo, Cyan se dedicó por completo a su amiga, creando, para su joven visión, a la novia ideal; las gemelas, a su vez, usaron el tiempo libre para preparar ese lugar que le prometieron a Mike; y así con los demás. Ocupados con la organización del evento, el tiempo volvió a pasar rápidamente para ellos, así como solía suceder con frecuencia últimamente. En general, por lo menos a las hermanas, siempre les había sido prácticamente indistinto el pasar de los días. Su perspectiva del tiempo era tan superficial que acostumbraban restarle importancia, pero no era así entonces. Notaron cómo el alba se sucedía del atardecer, una y otra vez, más rápido de lo normal. O, en realidad, así lo sentían, y eso les inquietaba. ¿Por qué de pronto les estresaba creer que no alcanzaban las horas de un día? ¿Era así porque no estaba relacionado con ellas, sino con alguien más?, ¿porque lo hacían desinteresadamente? Aunque estas dudas rondaran frecuentemente en sus pensamientos, trataban de hacerlas a un lado, enfocándose por completo en la boda.




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