Opal & Rose: Cyan's Twin // #o&r3

Capítulo XI

  En cuanto todos estuvieron listos, volvieron a verse en el lugar que los trillizos habían designado. Rose y Rapha creyeron ser los últimos en llegar, dado a que se hallaban a mayor distancia. Pero al encontrarse ahí, notaron que faltaba Opal.

—¿Y tu tía? —preguntó Rose, más que extrañada, a Cyan. Ella se encogió de hombros. A la gemela de oscuras tonalidades le pareció, cuanto mínimo, chocante. Teniendo en cuenta que estaba con la niña, era raro que ni esta supiera de su paradero. La morocha clavó su mirada sobre Derek, quien alzó las manos en seña de inocencia.

—La última vez que la vi estábamos todos juntos.

—Bien... debe ser algo importante, pronto habrá de aparecer —su hermana soltó bruscamente el aire que acumulaba en su interior como un pesado suspiro. Como la presencia de esa mujer no les era de vital importancia, creyeron que podían empezar sin ella.

 Primero, Raphael se acercó a una pieza de roca lisa sostenida por otra más alta y angosta, lo que simulaba una mesa lo bastante larga como para que alguien se acostara en ella y a una altura cercana a la cintura de Cyan, la más baja entre ellos. Estiró entonces su mano derecha con la palma abierta, el zafiro parecía estar adherido a su piel. Así, fue elevando, una a una, cuatro paredes que servirían de protección en caso de que no se diera el resultado esperado. Cuando estaba por levantar la última, Opal llegó velozmente a su encuentro.

—Lamento la tardanza, fui a buscar el diario de mamá para anotar lo que suceda.

—Bien, ya estamos todos. Puedes seguir, Rapha.

  Y como si estuviera esperando a que su padre lo dijera, él completó su labor. Al terminar, parecían estar dentro de una cueva con forma de cúpula, tenía varios metros de área y era iluminada por las gemas de poder que aquellos poseían. Las rugosas paredes recordaban a una muy resistente roca que había a lo largo y ancho de todo su planeta, dándoles a sus nativos la impresión de que sería tan fuerte como ella. Sin más, se propusieron a comenzar con aquello que por tanto tiempo llevaban esperando: traer de vuelta al joven hermano de Cyan.

—Oye, Cicy... —dijo Liam, llamando su atención y la del resto—. ¿Cómo se llama tu hermano?

—Oh... olvidamos pensar un nombre.

—Creo que podrían seguir la casi-tradición y nombrarlo en base a la gema que él tenga —mencionó, con una sonrisa, la bella Opal. Teniendo en cuanta que tanto ella como la niña tenían el nombre de su piedra, pero Rose y Raphael no, podía significar otra pequeña cosa en común que tener con ellos. Eso de no poseer descendencia directa, a veces, la hacía sentirse ajena a la familia que su hermana había construido.

—Buena idea, ¿saben qué piedra era la que estaba en La Tierra?

  Todos, hasta Nathan, negaron al respecto, apenas sí la recordaban. Creyeron la mejor opción comprobar que su plan funcionara antes de seguir pensando en otra cosa. Así que luego, si no los devoraba una bestia del tamaño de una estrella mediana, irían por la gema. Entonces sí, fue momento de intentar deshacer uno de los mayores errores en el pasado de esa familia. Mientras Rapha le mostraba a su madre cómo manipular esa joya y quitar poder de ella, Cyan negociaba algunas cosas más con su hermano.

—Sí, sí... si no funciona dejaré de intentarlo —susurró aquella, dando a quienes le ponían atención una idea más clara de lo que aquel le habría dicho, abriendo un pequeño hueco en sus estómagos. Les era imposible comprender la situación de esos dos niños, pero sí entendían a la perfección el lazo tan fuerte que había entre ellos—. Ahora ve y recuéstate.

  Siguiendo la mirada de Cyan pudieron adivinar que él obedeció su pedido. Así, cuando ella sonrió mientras miraba la mesa que el resto percibía como vacía, y asintió, supieron que estaban listos. Era cuestión de que Raphael y Rose entendieran cómo iban a hacer para devolverlo a su dimensión, ahí fue donde notaron que no planearon del todo bien su movida. Pasaron unos cuantos segundos, pocos, pero que les parecieron eternos, de completo silencio. La morocha miraba el suelo, pensando, todos los demás la observaban a ella.

—¿Tienes alguna idea, ma’? —susurró Rapha a su oído, el escucharlo decirle de esa manera era para ella extraño, pero fue al mismo tiempo la clave para que lo descubriera. Entonces alzó la mirada, abriendo un poco más los ojos, como si ni ella misma se creyera lo que había llegado a su mente.

—Sí... sí la tengo. —Sonrió—. Tienes mis recuerdos, así que piensa de todos ellos en el que más intento olvidar...

—… ¿La muerte de tu madre?

  Al oírlo, Opal comprendió a la perfección en qué pensaba su gemela. Por ello, la sonrisa que ella tenía pasó a volverse suya también.

—Exacto, nuestro nacimiento... en ese momento nosotras estábamos presentes como entes invisibles, pero al completar el pasaje de mi madre a los robots, nos adentramos en los cuerpos que acababan de crearse.

—Con una máquina, nuestro padre dividió el cuerpo de ella como si fuese una célula y lo multiplicó, creando los cuerpos que tenemos... por eso ambas tenemos medio corazón. —Opal también sonrió, Rose soltó una pequeña risa al notar que ella entendía su punto.

  Y cuando estuvo claro para Raphael también, ambos se pusieron en marcha. Con sus manos extendidas, como lo había hecho el chico hace rato para crear la barrera protectora, apuntaron al lugar donde Cyan aseguraba haber puesto a su hermano. Debían concentrarse los dos en enviar su propia esencia a un contenedor vacío, creyendo con toda la fe del mundo en que el hacerlo juntos les evitaría el mismo destino que Neus sufrió. Y de pronto, las gemas que sostenían sin esfuerzo comenzaron a brillar. Así como la primera vez que Rose estuvo cerca de las suyas, al igual que cuando Rapha les robó su poder para deshacerse del enemigo. Toda la cueva fue iluminada por ese par de focos resplandecientes, obligando a sus espectadores a cubrirse el rostro. Y en cuanto el brillo se atenuó, una silueta transparente se vio delineada por un borde luminiscente, dando un cuerpo sin color al que ahora todos podían identificar.




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