Opal & Rose: Cyan's Twin // #o&r3

Capítulo XII

  Ámbar aterrizó, posando sus enormes patas en la tierra amarronada a la que el césped se transformaba varios metros más allá del castillo. Lejos de las plantas con flor que adornaban la entrada, del camino empedrado desde sus puertas hasta el límite del bosque. Al ponerse de pie, inclinó su cuerpo hacia adelante para que Liam bajara de su espalda, estirando hacia atrás una de sus patas traseras y dejando ver la prominente huella que había dejado. Ese muchacho rubio se acercó a sus hermanos, cuñada y sobrina. Existía una preocupación general muy evidente, al igual que los nervios y el miedo que sus cuerpos no les permitían suprimir.

  El suelo tembló rotundamente, hasta los árboles se sacudieron. Los gritos de la gente no tardaron en hacerse oír. El monstruo en el cielo volvió a moverse de su lugar, y pronto pudieron ver el principio de lo que les aguardaba. Comenzó a verse lo que a la distancia parecían ser pequeños sacos negros, que en realidad, asumieron, eran esos seres miniatura de los cuales se les habló con antelación. Y presenciaron cómo caían al igual que en una tormenta, iniciando sobre los límites más lejanos del bosque, ese invisible desde el castillo, y acercándose en su dirección, formando una cortina. Así fue hasta cubrir toda la zona arbolada, puesto que no pasaron la frontera natural. A medida que las criaturas caían, ese ser del que salían se deshacía, demostrando que se dividía en estos más chicos. No quisieron quedarse ahí parados sin hacer nada, pero así fue de todas formas. Una sensación más fuerte que ellos los mantuvo estáticos en su lugar, o quizás se tratara de no saber cómo debían reaccionar frente a lo que ocurría. Hasta que de pronto se hizo visible una nube de humo con enormes magnitudes, proveniente del sector donde se encontraba gran parte del grupo algunos momentos antes. Opal y Derek se miraron mutuamente por un instante, luego los dos dirigieron su atención a la más joven entre ellos.

—¿No viene de...? —comenzó Nath, la chica abrió más los ojos al comprenderlo antes de dejarlo terminar.

—¡Ruby!

  Y sin más salió corriendo hacia ese sitio, perdiéndose pronto tras la primera hilera de árboles. Apenas unos segundos después, Opal reaccionó y fue tras ella a la misma velocidad, gritando su nombre en un intento desesperado por detenerla. Poco después dejó de verse entre las sombras del bosque. Los trillizos intercambiaron la mirada un par de veces antes de decidirse a seguirlas. De todas formas, era dentro de la arboleda donde se encontraba el enemigo.

  Cuando estos tres ingresaron al bosque, el crujir de las ramas alertó sus sentidos, y al girar sobre sus cuerpos notaron cómo se levantaba una pared de enredaderas por donde vinieron, cerrándoles el paso y obligándolos a seguir hacia delante. Alertas, atentos, comenzaron a recorrer el camino que tras sus pasos se borraba, volviendo el bosque a su estado más puro y salvaje, como si nunca nadie hubiese puesto un pie en su territorio. Consideraban este un intento por parte de ese mundo para retener la amenaza en ese sitio, dentro del que ningún ser aguantaba demasiado tiempo. Por eso mismo, cuando Cyan llegó un rato más tarde al límite de la arboleda, se encontró encerrada tras las hojas y ramas cubiertas de púas. Cuando cayó en la cuenta de que su camino había finalizado y por allí no podría acceder a su hermano, una enorme desesperación comenzó a apoderarse de su cuerpo entero. Miró en todas direcciones, buscando algún lugar por el cual escapar de esa barrera natural. Siguió recorriendo a gran velocidad aquella frontera, intentando en varias ocasiones atravesar esa pared, consiguiendo nada más que heridas y rasguños. Al cortar parte de esas plantas, poco y nada tardaban en volver a crecer. No consiguió abrir una puerta del tamaño necesario, siquiera tenía el tiempo de traspasarla. Por ello recurrió a sus habilidades innatas, probando con cada una de ellas en un intento desesperado de llegar hacia Ruby. Si llegara a perderlo por el solo hecho de haberlo regresado a su dimensión, tendría en mente a dos focos de toda su ira. Convirtió su mano en piedra, destrozando la enredadera de un golpe, volviendo esta a regenerarse al instante; con un solo toque congeló gran parte de esa pared, incendió los arbustos, los derritió como si sus manos fuesen ácido, pero siempre volvía a crecer más rápido de lo que ella reaccionaba.

  A cada intento fallido se alteraba mucho más, lo que volvía más grande la tendencia al fracaso de sus futuras tentativas. Y esto llevó a que gran parte de esa magia suya quedara en el aire, la esencia de sus poderes se mantuvo a su alrededor, generando un aura invisible para la mayoría, además de un muy característico olor. Este llamó la atención de Opal, quien lo percibió a kilómetros, pero no solo ella fue alertada por estas características. Llegó entonces a oídos de Cyan un rugido similar al de los perros, haciéndola salir del trance que su tarea le había provocado. Al reaccionar y desviar la mirada hacia el lugar del que era proveniente ese sonido, una mancha negra casi tan grande como su cuerpo le salió al encuentro, lanzándose sobre ella y tumbándola de un solo golpe. En el suelo, estando bajo la bestia y forcejeando con esta, notó la similitud que tenía con un lobo de pelaje oscuro, llegando a confundirla con la criatura que su abuela podía encarnar. Pero, a su vez compartía características con los úrsidos y los felinos salvajes. Aquella bestia le lanzaba mordidas y tarascones tan feroces como se veía, obligando a que su contrincante reaccionara con mayor velocidad.

  Luego de la brega que le tomó unos minutos terminar, Cyan se puso en pie, sacudiendo su ropa manchada de un líquido cual brea y la tierra que se impregnó en ella por culpa del mismo. Asumió que se trataba de la sangre perteneciente a aquella pequeña -aunque no tan pequeña- versión de Velstar, que yacía en el suelo con la mandíbula desplazada y la herida en el pecho de un puñal que la chica limpiaba con el borde de su camiseta, volviendo a guardarlo en la funda de cuero que prendía de su cinturón. Notó entonces las cuatro marcas humeantes en su piel, parecían quemaduras que atravesaron su ropa y se encontraban donde la criatura llegó a posar sus patas. No le habían generado ningún dolor hasta que se percató de ellas, y desde entonces comenzó a sentir un gran ardor más allá de la zona afectada. Adolorida y resignada se marchó de la escena, solo tras escuchar más rugidos desde la distancia que parecían acercarse a donde se hallaba. En ese instante se percató de lo que sucedió momentos antes de que el monstruo la atacara y comprendió que podían olerla, más entonces que estuvo sobreexplotando sus poderes, así que huyó sabiendo que sería el blanco principal de cualquiera que se le cruzara. Sus pupilas se perdían en el morado intenso de sus irises, llevando a creer que se hallaba en un estado del que difícilmente saldría si las cosas seguían de tal manera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.