Opal & Rose: Cyan's Twin // #o&r3

Capítulo XIII

  Tras unos instantes de tensión, de silencio, lograron ver cómo se elevaba una enorme criatura desde el centro del bosque o, al menos, desde el medio en su rango visual. Esta bestia crecía más a cada segundo, llegando pronto a superar una buena cantidad de veces en tamaño a Ámbar. Se veía como los seres que llevaban todo ese tiempo enfrentando, pero incontables veces mayor, aunque todavía no alcanzaba ni siquiera una parte del tamaño que ostentaba Vestral en sus inicios, cuando apenas arribaba a su planeta. Opal y Rose retrocedieron un par de pasos, el resto de su grupo hizo lo mismo, y observaron así la inmensidad de un ser, cuanto mínimo, imponente. Pareció de pronto que se había detenido, permaneciendo en aquellas magnitudes, cuando su boca liberó un rugido mayor de lo que eran aquellos que iba soltando a medida que crecía. Sintieron el eco de ese grito salvaje dentro de sus cuerpos como si proviniese de su propio interior. Y de pronto notaron que abrió ampliamente su hocico, mostrando sus fauces de manera amenazante. Esos colmillos llegaban a ser tan largos como las piernas de alguno en aquel grupo, y parecían más letales que la espada de Rose. Ella cerró con mayor fuerza su mano al rededor del mango, desde el cual se extendió la hoja casi por arte de magia al tiempo que este se impregnaba con piedrecillas negras: versiones miniatura de su perla. Al igual que para Opal, quien al entrecerrar los ojos con algo de recelo en la mirada, provocó que pasara lo mismo a sus dagas, siendo estas decoradas por un ópalo brillante en cada una. Estas simples gemas brillaban dándole un toque fantástico a sus armas, como si las gemelas les dieran parte de su fuerza para volverlas más poderosas.

—Chicos... atentos —susurró la morocha, haciéndose oír por los cinco restantes sin contar a su hermana.

—El gatito parece enojado —comentó su mejor amigo, acomodándose los rubios cabellos hacia atrás para que no le estorbasen.

  Tras terminar Liam de decirlo, como si lo oyera y entendiese sus palabras, Vestral comenzó el ataque. De su boca comenzaron a brotar grandes cantidades de algún extraño líquido, el cual bañó por completo la barrera y comenzó a escurrirse por debajo de esta. Su tono oscuro acompañado por pequeños haces verdes recordaba al aceite por la forma en que se movían los mismos, hasta que estos se tonaron anaranjados y toda la arboleda comenzó a arder. Los defensores del planeta atacado debieron retroceder aún más para no ser alcanzados por esa especie de saliva que el monstruo regurgitaba ni terminar carbonizados como las enredaderas que los solían separar de él. Así fue que comenzó a girar lentamente sobre sí, buscando tal vez que todo el bosque ardiera. Y, como ese líquido se esparcía velozmente sobre el suelo en todas direcciones, no era algo que estuviese lejos de pasar. A medida que este vomitaba aquella cosa, el charco bajo sus patas se extendía de manera extrañamente inteligente hacia donde antes no había llegado, alcanzando a bañar mayores superficies a grandes velocidades y dejando, a su vez, libre el camino alrededor del propio Vestral.

  Rose notó entonces cómo se alejaba tal líquido, en realidad, acercándose también a ellos, a su familia. Por ello, nada le tomó decidir el usar sus habilidades en función de defender a susodicho grupo. Para ello dibujó en la tierra seca un círculo que los rodeaba a todos, esto sin necesidad de moverse de donde estaba parada. Y, al realizar un movimiento ascendente con ambas manos, partiendo desde el suelo hasta la altura de sus caderas, se elevó al mismo tiempo una semi-esfera con apariencia cristalina. Una especie de domo que mantuvo lejos de su alcance ese líquido con la misma consistencia que la brea, al igual que lo haría un escudo. Aun cuando se mantuvieran a salvo, esa protección suya no impidió que vieran cómo ardía el bosque, entendiendo con pesar y temor que su mayor línea de defensa contra el monstruo a enfrentar pronto caería. El humo negro que subía hacia el cielo, formando nubes espesas, emitía un insoportable olor, sus fosas nasales fueron castigadas con el aroma que desprendía la madera quemada y atravesaba sin ningún problema lo que parecía más una burbuja que un domo de cristal, las hojas y pequeñas lianas frescas de estas plantas soltaban uno incluso peor. Se miraron entre ellos, a medida que dejaban pasar el tiempo, podían apreciar cada vez más árboles caer frente a sus ojos.

—¿Ven algo? ¿Algún punto débil?, algo con qué detenerlo... —preguntó Rapha.

—Si es tan parecido a un lobo como creemos, podrían ser su cuello y el vientre, o desde ahí hacia el pecho. Toda la parte baja de su cuerpo —respondió su tía—. Pero debemos tener cuidado con sus patas, queman como la mie-...

—Confirmo —dijo Cyan sin más, interrumpiendo el insulto de su tía.

  Ambas tenían el cuerpo lleno de marcas debido a anteriores enfrentamientos con esas pequeñas bestias que entonces conformaban un conjunto mucho mayor, tanto en tamaño como el peligro que representaría. Por ello, sin miedo a equivocarse, defendieron las dos aquel dato de vital importancia: debían mantenerse lejos de su alcance.

—Será más difícil en el bosque, o... lo que queda de él, hay que acercarlo al desierto —completó, entonces, Rose.

—Quizás Ámbar pueda provocarle lo suficiente como para que la siga lejos —comentó Liam, acariciando las plumas de su amiga alada. Ella pareció asentir—. Yo la guiaré.

—Bien, pero me la cuidas —volvió a replicar la morocha, con el ceño fruncido y escupiendo seriedad por la boca.

  Ya todos de acuerdo, se deshicieron del domo para poner en marcha aquel improvisado plan. Debieron correr para alejarse de la baba ardiente, esa que recordaba a la lava emanada por algún volcán, aunque casi todos allí pudieran levitar e incluso volar varios metros por encima del suelo. Quizás buscaban que el monstruo los siguiera, quizás los nervios del momento no les dejaban pensar con claridad. Luego Liam se montó en el lomo del ave, quien alzó vuelo para acercarse velozmente a la amenazante bestia. Entre los gritos y los aullidos de Ámbar, el monstruo pareció notar su llamado. Volvió a abrir las fauces ante ellos, solo que entonces no emanaba su ardiente saliva. Intentó comérselos de un solo mordisco, pero Ámbar fue más rápida y evadió sus dientes con gran destreza y poco más que un aleteo. Intentaron, así mismo, apartarse de Vestral para que este los siguiera, pero no se movía del lugar. Asomándose por sobre el lomo de su ave gigante, el muchacho le dio a entender al resto que ese monstruo parecía no reaccionar, los demás esperaban a una buena distancia. Tras compartir algunas indicaciones entre gritos con los demás integrantes de su grupo, Liam volvió a comandar al ave para que esa siguiera atacando entre picotazos y arañadas al invasor, pero este apenas reaccionaba, sin seguirles como ellos querían. Tras meditarlo un poco, Opal pensó: ¿qué llamaría la atención de esta bestia?, ¿qué le cautiva más que una amenaza? Y entonces se recordó a sí misma luchando con sus partes más pequeñas, volviendo a su mente que ellos no la atacaban por haber asesinado a otros, o por mirarlos mal. Lo que sí llamaba su atención era Cyan, todos la seguían. ¿Cyan? La miró. ¿O sus poderes? Fue así que lo comprendió: debían usar sus poderes. Ese olor que emanaba de sus cuerpos al usar esas habilidades parecía lo suficientemente encantador como para atraer a cientos de monstruos por separado, por lo que debía serlo con cientos de monstruos a la vez.




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