Opal & Rose: Cyan's Twin // #o&r3

Capítulo XX

  Un escalofrío la recorrió por completo, desde donde nace la espalda hasta lo alto de su cuello, bastante aterrada de solo pensar que aquella pudiese ser realmente susodicha mujer. ¿Por qué esto la asustaba? En sí, ni ella lo sabía. A lo mejor, creer eso de lo que estaba casi segura era lo que en realidad le preocupaba, no el hecho de que esa fuese Neus Joan. ¿Qué era eso de lo que ella estaba casi segura? Que Opal y Rose, en ese momento, se habían vuelto una, así como lo habían sido mucho tiempo atrás, cuando sus cuerpos apenas podían considerarse contenedores vacíos. Antes de la guerra, de la matanza, de la desolación en un planeta entero. Antes de su magia y poder, de la reputación que las precedía. Antes de todo, de ser ellas mismas, solían ser una: Neus.

—¿Esa... esas son...? ¿Qué estamos viendo, Nath? —balbuceó Derek, en voz lo suficientemente baja como para apenas ser escuchado por su hermano, de pie junto a él. Lo miró de reojo, notando la misma confusión en ese rostro similar, en parte, al suyo.

—Creo que son las chicas, sí... —Nathan soltó con fuerza el aire que retenía en su interior, controlado por un mar de sensaciones que lo atacaba; emoción, alivio, un profundo terror, sensaciones que no podía controlar, buscando estas escaparse de su cuerpo, todas al mismo tiempo.

  Luego se miraron uno al otro, mientras analizaban mentalmente lo que ocurría justo frente a ellos. Solo entonces recordaron, o así lo pareció, que su hermano y los muchachos se estuvieron enfrentando a la chica mientras los dos atendían sus asuntos con Opal y Rose, por lo que, al regresar la vista hacia atrás, se encontraron con los restos de un salvaje enfrentamiento. Y, entre todo el caos a sus espaldas, vieron a su sobrino y/o nieto echado, tendido en el suelo, hundido en el interior de un cráter creado al impactar este contra la tierra apenas un rato antes. Entonces, tras tomarse unos segundos más para reaccionar, evitaron pensarlo demasiado antes de dirigirse tan rápido como pudieron hacia él y, con cuidado de no empeorar sus heridas, cortes y posibles fracturas, lo sacaron de allí. Para suerte de los tres, Cya estaba aún distraída, por lo que pudieron quitarlo de aquel pozo sin que ella lo notara. Cuidando no empeorar su terrible estado se cargaron su peso encima, así llevarlo, entre los dos, a un lugar seguro, tan lejos de ella como les fuera posible. No tardaron demasiado en alcanzarlo hacia donde se hallaban Rapha y Liam, quienes se resguardaban de Cyan detrás de unos árboles, que igualmente les permitían ver lo que ocurría algunos metros más adelante. Al llegar con ellos, dejando el cuerpo más castigado descansando en el suelo, los recién llegados pudieron notar que ese no era el único con heridas graves. Raphael, cuyo cuerpo seguía en constante cambio, dejando ver por momentos la apariencia de alguien más, miraba con pena a su hijo, inconsciente, lastimado, y acarició con ternura su cabello despeinado. Parecía fallar, mostrando el rostro de Dony, o su color más claro de piel, o su pelo negro, y luego volviendo como si nada a la normalidad. Pero, como si aquello no tuviese importancia, solo miraba a Ruby.

—Chicos... ¿qué está pasando allá? —Quiso saber Liam, despertando la atención de sus hermanos.

  Cuando lo vieron, al menor entre ellos, sintieron los dos como algo en su interior se estrujaba con fuerza. Todo su brazo derecho vendado, inmóvil. Del mismo lado, partes quemadas de su rostro seguían humeando. Pero él, despreocupado por su estado, simplemente los miraba esperando respuestas. Al mirarlo, sus hermanos perdieron de vista por un momento al niño que se escapaba frecuentemente de su ser, dejándose ver por cualquiera.

—Bueno... las chicas tomaron las riendas de la situación —respondió, luego de unos instantes procesando lo que veía, el mayor de sus hermanos.

—Esa mujer, creemos que son ellas, en una —finalizó Derek.

—Pero... ¿y si se quedan sin energía, sin poder?

  Los tres voltearon entonces hacia donde Cyan flotaba aún varios metros sobre el suelo, observando ella a la misteriosa mujer con el mismo recelo que mantenía previamente en su mirada. Más que un ligero temor atacó los corazones de aquellos que solo observaban dicha escena, pero supieron, desde lo más profundo de sus seres, que no tenían mucho que hacer para evitar lo inminente.

—Supongo que... solo nos queda cuidar de ustedes —dijo Derek nuevamente, dirigiendo su mirada al chico tendido en el suelo, luego a Raphael y, por último, a su hermano.

  Nathan estuvo de acuerdo, por lo que él y al que más se parecía de sus hermanos se encargaron de vendar las heridas sangrantes de Ruby, esperando todos a que este despertara pronto. Toda esa secuencia ocurrió lo suficientemente rápido como para que entonces, y solo entonces, Cya se percatara de ello. Tras analizar esa silueta femenina que tenía delante, esperando quizás a que hiciese algo, desvió la mirada hacia donde se suponía que estarían los trillizos. Y, al no hallarlos ahí, notó también que su hermano se había esfumado, lo que la alteró por completo. Se giró sobre sí misma, viendo en la dirección hacia la cual escaparon su tío y su abuelo. Sus ojos se tornaron azules por completo, desprendiendo chispas, escupiendo electricidad desde sus pupilas, dominada del todo por la ira. Alzó una de sus manos, dando paso a que el cielo se estremezca, siendo surcado por lo mismo que emanaba de sus cuencas. Dirigió toda su atención al sitio en que los hombres de su familia se escondían, preparándose para atacarles y terminar así con ellos de una vez por todas. El firmamento rugió furiosamente, listo para soltar todo su poder a merced de esa chica. Y, con un más que breve ademán, lanzó una tormenta de rayos sobre el escondite de los muchachos.

  Cuando la cegadora luz de su ofensiva se disipó, donde ella esperaba ver sangre, cenizas y humo, halló en realidad otra cosa. Los trillizos junto a Rapha habían cerrado sus ojos, algunos de ellos intentaron cubrirse inútilmente con su brazo, otros buscaron proteger al niño durmiente. Pero pasaron los segundos y se percataron de que nada ocurría, de que seguían bien, que seguían con vida. Al abrir nuevamente los ojos, alzando con lentitud la mirada, vieron sobre ellos una suerte de globo, como una burbuja, similar a la que usó Rose para resguardarlos de la saliva ardiente que regurgitaba un ser, que entonces, ya no parecía tan preocupante, que era historia antigua. Pero, a diferencia de aquel, este era morado. Ellos, igual que Cyan -aunque ella con menos asombro y mayor cólera-, dirigieron su atención una vez más a la mujer misteriosa, esa que no había hecho otra cosa que presentarse ante ellos, al menos hasta ese instante. Pues cuando la vieron con una mano ligeramente alzada, la mirada seria y una muy leve sonrisa, se percataron de lo que había ocurrido.




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