Nathan y Rose, finalmente, aceptaron lo que sentían. Al ponerse en pareja, varias cosas más ocurrieron. Entre ellas, el rotundo cambio en la personalidad de Opal. Ella, ante el dolor de un corazón roto y el abandono de su hermana, quien pasaba casi todo el tiempo con su novio, dio al resto una muestra de lo poco alegre y cariñosa que podía ser. Ya casi no sonreía, con su gemela actuaba de manera agresiva, y ni hablar del pobre diablo al que tenía de cuñado. Lo detestaba, culpándolo de robarle a Rose, aun cuando siempre había sido ella quien impidió que la morocha lo asesinara. Por otra parte, con Liam y Derek, no se portaba mejor. Llegaba a desatar sobre ellos el odio que, al parecer, poseía en todo momento. Ambos hermanos ignoraban su actitud, tratando de justificarla. Mientras que, otra de las cosas que ocurrió, fue sinónimo de un castillo más vivo, con más gente viviendo en él, dado a que los trillizos decidieron quedarse con ellas. Fueron varios años durante los cuales, en aquellos breves momentos en los que Opal no odiaba a todo el que respirara, ambas gemelas se encargaron de enseñar a sus nuevos habitantes la magia y los secretos de aquel pequeño planeta. Fueron varios años, al fin y al cabo, de paz.
Hasta que, un día, hubo una noticia que dar: Rose estaba embarazada. Esto trajo consigo muchas emociones encontradas, y entre ellas, la gran duda de Opal. ¿Era posible? Es decir, ¿su planeta lo soportaría? Tras leer a fondo los apuntes que había rescatado del laboratorio de su creador, comprendió que para crearlas se utilizó la energía del núcleo que mantenía estable al planeta. Un nuevo ser de su tipo significaría una respuesta de su «hábitat», que tal vez no tuviese fuerza suficiente para mantener otro. Fuerza que se usaba, por ejemplo, para neutralizar el gran poder de las gemelas y que no destruyan toda la esfera por accidente. Cientos de dudas similares atacaron a la que pronto sería tía, los demás no parecían preocuparse en absoluto. Tras unas horas de intensidad, el mismo día del anuncio, Opal logró llevarse a Rose lejos del padre por un rato, necesitaba hablar con ella.
—Rose, nena... quiero hacerte una pregunta. —Por primera vez en años, la rubia no emanaba cólera, no le hablaba mal, sus ojos estaban tranquilos.
—Claro, lo que quieras.
—¿Ustedes lo buscaron? Al embarazo, ya sabes, ¿quisieron tenerlo?
—Bueno... —En realidad, Rose no se esperaba algo como eso—. La verdad es que Nath estuvo hablando de eso un tiempo, insistió un poco y... técnicamente dejamos que ocurriera.
—Genial. —Justo en ese momento, la Opal de todos los días había vuelto—. Se ve que no piensan en las consecuencias.
—¿Qué dices?
Entonces, más sorprendida aún, Rose dejó ver cierta molestia hacia lo que oía en boca de su hermana. Ella le explicó, obviando en todo momento sus palabras, que era un blanco fácil. Lo era como mujer embarazada, lo sería al tenerlo, lo sería aun cuando su hijo tuviese veinte años. Porque, con la infinidad de enemigos que se habían ganado a lo largo de los años, sería también muy sencillo imaginarse la posibilidad de que alguno intentara vengarse, aprovechando cualquier oportunidad que tuviera. Aquellos comentarios desencadenaron en una fuerte discusión entre ambas, provocando, además, que no se dirigieran la palabra hasta el día del nacimiento. Fueron unos meses muy intensos, ¿recuerdan que antes, en cierto momento, se mencionó el tamaño de aquel castillo? Cuando dijimos que era lo suficientemente grande como para que dos personas lo recorrieran sin la necesidad de verse en todo el día, era cierto, así se mantuvieron ellas. En aquellas pequeñas ocasiones donde el cruce era inevitable, bastante era si llegaban a mirarse una a la otra, los trillizos comenzaban a preocuparse al respecto. Dos seres que representan el perfecto equilibrio, quienes compartían hogar solo porque le perteneciera a ambos y que hicieran lo posible por evitarse, no era una buena señal. Como ya se dijo, fueron meses intensos, intensos y complicados, más para los muchachos. Finalmente, Rose dio a luz.
De su vientre nació un pequeño niño, con no tan escaso cabello rubio y de hermosos ojos rojizos, al igual que los de su madre. Derek no se guardó los comentarios, aludiendo a la idea de que, por el color de su cabello, fuese más parecido a Liam que a su verdadero padre. Comentarios que provocaron bastante gracia al resto, quitándoles algunas risas. Pero, entre tanta felicidad de momento, Rose sintió que algo le faltaba, viendo los ojos de su bebé pensó en todo lo que Opal le había dicho meses atrás, creyendo que podría llegar a tener razón. Sí, las palabras que había utilizado no fueron del todo simpáticas, pero contenían cierta verdad. Lo notó mientras observaba a su bebé, comprendiendo lo delicada que aquella criatura podía ser. Era pequeño, estaba indefenso, incluso siendo que podía sentir el poder recorriendo sus venas, por lo que ellos serían los encargados de defenderlo. Mientras se lamentaba por la falta de su gemela, oía a los hermanos conversar.
—¿Ya tienen un nombre?
—En realidad, no. Estuvimos pensando mucho y no llegamos a nada.
—Si no es mi hijo, aunque lo parece... —comenzó Liam, con una sonrisa en el rostro y grandes ganas de molestar a su hermano, cosa que logró, dado a que él le lanzó una mirada que escondía un gran odio. El chico rubio sonrió—. ¿Podría elegirle uno?
Nathan miró a su pareja, quien tenía en brazos al único posible heredero de todo lo que poseían, ella les sonrió, aún algo agotada y con cierto pesar por su hermana, dando a entender que no tenía problemas con ello. Mientras Liam pensaba junto al padre de aquel niño, Derek le daba algo de conversación a su cuñada, sentado a su lado y observando de a ratos la ventana. Entonces, luego de unos minutos, él vio una silueta cruzando velozmente frente al cristal que tanto miraba. Al comprender que nadie más se había percatado, una pequeña sonrisa se le hizo presente. Tras un poco de espera, todos pudieron ver a un gran lobo blanco entrando a paso lento en la habitación, la sonrisa de Rose fue enorme. Ella se acomodó en su lugar, acercando al niño hacia la orilla de la cama. El lobo se aproximó y olfateó al bebé, para luego lamer su manito.
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Editado: 18.07.2021